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La verdadera historia de "la balserita"

Este reportaje se publicó originalmente en la revista "El Sábado" de El Mercurio, el 4 de junio de 2004.

06 de Diciembre de 2005 | 14:05 | Revista "El Sábado" de El Mercurio

La niña junto a su balsa.
Se convirtió en el símbolo del sacrificio de los estudiantes rurales del país. Su historia inspiró discursos políticos, movilizó autoridades, agilizó planes comunales y le regaló algo de atención a su apartado pueblo. El único detalle es que su historia no era exactamente como se contó. Esta es la historia que usted no ha leído: la de un alcalde, un pueblo que pide atención, una niña, un trozo de plumavit y un país que siguió la corriente.

Por Francisco Aravena F., desde Puerto Gala, XI Región.
04 de Junio de 2005

El estigma de "tierra sin ley" les duró un tiempo pero ya terminó. Se fue con las leyendas de la fundación, con las historias cocinadas al amparo del nylon que cobijó a los primeros aventureros, suicidas o todas las anteriores que llegaron a instalarse a esta isla poco amable para el poblamiento humano. La merluza era abundante, era rentable y fue capaz de transformar un hábitat hostil en un fértil mini continente de hombres solos. Y cuando los hombres están solos llegan los problemas: de aislamiento, de condiciones de vida, de impunidad, de prostitución nómada.

Salvo que en esta parte del mundo y en ese momento de la historia, llegaba un señor grande de túnicas largas que desafiaba el clima y la topografía y pujaba con una voluntad que sólo podía ser, como muchos creen, divina. El padre Antonio Ronchi llegó a los "pueblos de plástico" que comenzaban a establecerse más definitivamente ­a pesar del fin del boom pesquero- y los empujó para que crecieran como pueblo. Y les dio una iglesia a donde ir y una escuela donde educar a sus niños.

Y así fue como en Puerto Gala, en la isla Toto, en el Archipiélago de los Chonos, en la Undécima Región, en el sur de Chile, la vida ­la real, la que Dios quiere para sus fieles­ fue posible. La Escuela Madre de la Divina Providencia se fundó en 1993. Cuatro años más tarde, el padre moriría.

Esa es la historia de la escuela de Puerto Gala, donde asiste Carolina Pate, la niña de diez años que se convirtió en un símbolo y se hizo famosa como "la balserita" después de que los medios regionales primero y los nacionales después contaran y reprodujeran la que se suponía era su historia: que todos los días tomaba su pequeña e improvisada balsa de plumavit ­bautizada como Yeriksa II­ para navegar por el mar 20 minutos desde su casa, en la llamada Caleta Chica de Puerto Gala, hasta la escuela. Que desafiaba los peligros de la navegación para evitar los peligros de caminar por un sendero rocoso y resbaladizo, ante la falta de una pasarela que uniera su caleta con la de la escuela. Que debía soportar temperaturas de hasta diez grados bajo cero.

La verdad, sin embargo, era otra.

Puerto Gala no es una "tierra sin ley", sino una tierra con sus propias leyes. Rocas más que tierra, para ser más precisos, que han sido domesticadas por la comunidad a punta de pasarelas, plataformas, palafitos y, por supuesto, botes.

Si las pasarelas son las veredas, el agua es la calle. Y ya se sabe que los niños juegan en la calle. "En verano, con tiempo de verano, hay varios chicos que juegan con ese asunto del plumavit", dice Marbi Zúñiga, tesorera del Centro de Padres de la escuela. Uno de esos niños es Carolina Pate, que vive con sus padres en Caleta Chica. En ese "juguete", un día de abril, Carolina llegó hasta la escuela. Al día siguiente, según cuentan los vecinos y la directora de la escuela, repitió la gracia. "Le mandé una comunicación al apoderado. No vino ni la mamá ni el papá, pero yo fui específica en que el medio era riesgoso", recuerda Miriam Barría, destacando que eso nunca había pasado antes y nunca volvió a pasar.

Pero ese segundo día sucedió algo inusual: el alcalde de Cisnes ­a cuya municipalidad pertenece Puerto Gala­ había ido de visita. El socialista Luis Arsenio Valdés había asumido en diciembre pasado, y había llegado a Puerto Gala junto con algunos colaboradores para interiorizarse de los problemas de la zona. Cuando llegó, le llamó la atención la balsa de plumavit en el embarcadero. Preguntó y le contaron que una niña se había ido a la escuela a bordo de ella. "Y ubiqué a la niña y empezamos a conversar. Y le pedimos que nos mostrara su balsa, y nos llamó la atención", recuerda el alcalde. Un colaborador del edil le tomó una foto a bordo de la balsa. "Le dije: ¿Sabes qué? ¿Hagamos una nota con esto? Un poco para demostrar las condiciones de vida de allá, sin ningún ánimo de nada. Y me quedó grabado, porque dijimos: hagamos una nota diferente", comenta Valdés. De vuelta en Puerto Cisnes, escribieron un comunicado de prensa con la historia de Carolina. El texto contenía dos imprecisiones clave: decía que Carolina viajaba diariamente a su escuela a bordo de su balsa (cuando en realidad sólo se había trasladado en ese medio dos días) y que tardaba veinte minutos en el trayecto de trescientos metros. Improbable, si se considera que para eso tendría que haberse desplazado a menos de un kilómetro por hora, en una porción de agua sin corriente ni mayor movimiento.

El comunicado se lo enviaron a los dos diarios regionales: El Diario Aysén y El Divisadero, ambos situados en Coyhaique. Y de ahí saltó a los medios nacionales.

En los relatos iba creciendo el mito de "la balserita". "Yo llevo 14 años viviendo acá, y nunca hemos tenido diez grados bajo cero", dice Marbi Zúñiga a modo de ejemplo. Pero ya la bola de nieve había comenzado a crecer. La última vez que este poblado había recibido algo de atención de los medios nacionales fue en 2000, cuando se filmó allá la película "La fiebre del loco", de Andrés Wood.

Hugo Araya, director de El Divisadero, explica que la noticia llegó "en un momento especial" a la zona. "Había a nivel regional toda una corriente de mucha denuncia sobre las localidades apartadas. Lo de esta niña vino a coronar una demanda social", explica.

El mismo alcalde le avisó, a poco de iniciarse el remezón noticioso, a la directora de la escuela. "Me llamó y me dijo: Se ha armado una revolución. Me está llamando el Sename", recuerda Miriam Barría. "Se vio como algo negativo", dice. "Como que permitíamos que una de nuestras niñas arriesgara la vida", se lamenta.

En el foro "Desigualdad de oportunidades: ¿La vergüenza de Chile?" organizado por revista Capital el 4 de mayo, los candidatos presidenciales de entonces, Michelle Bachelet, Soledad Alvear y Joaquín Lavín tuvieron momento, para destacar el ejemplo que representaba "la balserita" para el país al que debemos aspirar.

El alcalde Valdés reconoce: "Nunca pensamos en todos los coletazos que iba a significar".

No es un caso único el suyo. De los 23 alumnos de la escuela, 16 llegan por agua. De ellos, Carolina es de las que vive más cerca. "En cualquier parte hay padres que son responsables y otros no. Y la Carolina... su papá tiene dos botes. Y los días que no hay pesca tiene un vecino que le deja una panga (lancha a motor) que tiene hasta casetita", asegura Marbi Zúñiga, del centro de padres. "Pero el papá sale a veces; si no, la Carolina tiene que bajar sola al muelle y que alguien la traiga. Aunque él tenga los botes ahí".

El padre de Carolina es Juan Antonio Pate, y llegó a Puerto Gala junto a su padre desde su natal Isla de Pascua hace casi dos décadas. Es conocido en la isla como "el pascuero".

David Acevedo, el alcalde de mar ­un civil a quien la Armada le encomienda la supervisión de las normas de navegación en la isla­, dice que cuando el caso de Carolina Pate llegó a los diarios, él ya tenía varias infracciones acumuladas contra "el pascuero", principalmente por salir a pescar con su hijo mayor ­de 18 años­ sin que éste tuviera su documentación al día. Con el tema de "la balserita", Acevedo ­marido de Zúñiga­ recibió una llamada desde Puerto Cisnes. "Me llamó el almirante de la Segunda Zona, preguntándome qué estaba pasando. Y yo le expliqué que era primera vez que pasaba, que no era tanto lo que decían, que la chica se demoraba cinco minutos, menos a veces, y que lo hizo por primera vez y justo vino el alcalde", recuerda Acevedo, quien fue a llamarle la atención a Pate. "Le dije que se preocupara por su chica. Y él contestó que no estaba ni ahí con lo que ella hiciera".

Pate fue citado a declarar a Puerto Cisnes por la Capitanía de puerto de la zona. Según Acevedo, la citación estaba más relacionada con infracciones previas que con el caso de la niña.

Miriam Barría admite que el señor Pate no es de los apoderados que van a la escuela. "Al papá por acá no lo he visto. No sé ¿una vez vino? Los niños hacen invitaciones para varias festividades, y yo nunca lo he visto. Ni en las reuniones. La mamá viene de vez en cuando", admite.

Carolina, por su parte, una niña con personalidad, es descrita por su profesora como "inteligente, cariñosa, muy afectiva". También le dicen "la huevo" o "la huevito", apodo derivado del original, "la comehuevos", por su gusto por ese alimento cuando chica. Su profesora y sus vecinos coinciden en que le gusta llamar la atención. En aquella decisiva visita del alcalde, le comentó que cuando grande quería ser modelo. Cuando la intercepté saliendo a recreo, antes de que corriera a tomar su lugar con sus compañeros a la mesa del pan amasado y la leche, le pregunté como quién quería hacer. "Como la Pamela", dijo. Díaz, deduje.

El alcalde Luis Arsenio Valdés se declara impresionado por el carisma de Carolina. Y recuerda un diálogo que no incluyó en su tan difundida nota a la prensa. "Fue una cosa que me llamó mucho la atención: dijo que cuando grande quería ser y quedó pensando. Lo que no puedo, dijo. ¿Por qué? Es que mi papá me dijo que yo no podía ser lo que quiero ser. ­ ¿Y qué quieres ser tú? ­Modelo ­¿Y por qué no? ­No, porque yo soy fea, dijo".

La "revolución" de la que advirtió el alcalde a la directora de la escuela no se limitaba al impacto mediático ni a la llamada del Sename en relación con Carolina. Las autoridades nacionales empezaron a mirar a Puerto Gala y a agilizar procesos pendientes en la zona que parecían estar estancados.


Primero llegaron las soluciones de corto plazo. Llegaron con cobertura periodística, por supuesto.

Una empresa privada ofreció regalarle un kayak a Carolina, para que su navegación fuera más segura. La empresa Hendaya, que distribuye ahí los alimentos de la Junta de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb), anunció una donación de cien mil pesos mensuales para que un bote a motor trasladara a Carolina y los otros quince niños que necesitaban llegar por agua a la escuela todos los días. El director nacional de Junaeb, Cristián Martínez, se apersonó para entregarle a Carolina 93 mil pesos en efectivo correspondientes a una beca indígena. Además, le concedió una medalla de honor para premiar su esfuerzo y el ejemplo que representaba.

Para entregarle la medalla hicieron una ceremonia. "Ese día me dijeron a mí que le dijera a la mamá que viniera. Pero Pascuero no le quiso dar permiso", recuerda Marbi Zúñiga. "Ese día me dio pena, porque independiente de cualquier cosa, cualquier niño se siente contento de recibir cualquier regalito si está el papá o la mamá presente. La Carolina se puso triste ese día. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Me dijo: tía Marbi ¿va a venir mi mamá?".

"Cada vez que siento que sale algo más de la balsera, yo digo ¡Huuuuy!", me confiesa Luis Arsenio Valdés tapándose la cara y dejando oír una leve risa nerviosa.

El alcalde Valdés volvió a Puerto Gala junto a un equipo de TVN y acompañado por el Seremi de Bienes Nacionales, para entregar unos títulos de dominio. Ahí les explicó a los vecinos lo que estaba pasando. "Me habían comentado que a algunos no les había gustado. Y les dije que si había alguien responsable de ese tema, era yo, porque yo era responsable en haber mandado la noticia, pero nunca pensando en lo que pudiera suceder", relata. "Pero en todo caso, todo lo que estaba sucediendo era positivo, porque de alguna era mostrar un estilo de vida donde se pueden hacer muchas cosas".

Él destaca que las consecuencias han sido positivas. "Se adelantó una licitación de un programa de pasarelas participativas del ministerio de Vivienda, y otro proyecto que fue enviado a la Subdere, por 29 millones para hacer la pasarela que eventualmente solucione el problema". Valdés explica que ya estaba aprobada una pasarela para unir otras caletas de Puerto Gala. Pero después del caso mediático se aprobó licitar la que unía también Caleta Chica, donde vive Carolina. Fue el intendente de Aisén, Iván Gutiérrez, quien le pidió agregar ese tramo. "El intendente no tenía conocimiento de eso, no tenía por qué saber que faltaba eso, y ahí apareció como necesidad esos 300 metros de pasarela faltante", comenta Valdés.

Gutiérrez, además, envió un oficio a Adriana Delpiano, subsecretaria de desarrollo regional, para pedirle urgencia a los proyectos relacionados con la comunidad de Puerto Gala. En su segundo párrafo, dice que el caso está relacionado con el de Carolina Pate "que ha tenido gran exposición mediática".

Otros proyectos ­ya existentes, pero ahora revitalizados­ son la construcción de casetas sanitarias y la adquisición de un generador que abastezca a todas las casas, a través de un nuevo tendido eléctrico. "Son mil trescientos cuarenta millones para (Puerto) Gala y (Puerto) Gaviota (comunidad vecina que vive en similares condiciones)", dice Valdés. "Es mucha, mucha plata".


También se adelantó la visita a Puerto Gala de Luis Claudio Bahamondes, fiscalizador del Seremi de Educación. Bahamondes cuenta que a la escuela Puerto Gala va una vez al año, con la misión de constatar el cumplimiento de las condiciones de la subvención estatal: el pago a los docentes y la mantención de la infraestructura. La última vez que había estado ahí había sido el 28 de septiembre, pues el viaje se programa esperando un buen clima. Pero en mayo está aquí de nuevo, recibiéndome en la oficina de la directora de la escuela. "Ahora vine por el revuelo que tuvo la noticia", me explica.

Pero la situación que constata en la escuela no ha cambiado mucho. Y es mala. El pago a los docentes se cumple: a los dos únicos profesores que tienen a su cargo la educación de veintitrés alumnos, que se agrupan en dos cursos, de primero a sexto y de séptimo a octavo. En cuanto a la infraestructura, detalla Bahamondes, la situación es pésima. "Del cerro le cae el agua, las fundaciones están húmedas, las bases se están pudriendo", comenta. "Tiene goteras. El viento suelta el zinc. Los extintores están vencidos", sigue enumerando con cara de resignación.

"Con esta escuela hay problemas de financiamiento por la hoja de matrícula. Ha bajado como en un 50 por ciento en dos años. Eso obviamente baja la subvención", explica.

"Se debe a la baja de la natalidad", dice más tarde la directora Barría. "Y algunas familias se fueron. Se han ido por el tema de la pesca. Sienten que se les están acortando las ayudas", dice en relación a los problemas de la pesca artesanal. "El colegio se sostiene porque hay niños. Por eso el padre Antonio hizo este colegio".

Pero hay menos niños. Ello ha significado que, a partir de este año, el colegio dejó de ser un internado, como lo fue desde su fundación justamente para evitar los problemas de transporte diario de los niños. Ahora las piezas del segundo piso están vacías.

Miriam Barría dice que la situación es tal que ni siquiera está garantizado su funcionamiento el próximo año. Aunque en el papel la escuela es particular subvencionada, es escaso el aporte que recibe fuera del estatal. El sostenedor es la Fundación Obra Padre Antonio Ronchi, que también administra la otra escuela fundada por el misionero italiano, en Puerto Gaviota. Uno de los directores de la fundación es el hombre a quien Ronchi designó como su albacea antes de morir en 1997: Antonio Horvath, senador de Renovación Nacional. En la escuela temen que ese hecho los perjudique en la manera en que el gobierno atiende sus necesidades. Y en el gobierno ­puntualmente el intendente Gutiérrez­ emplazan a Horvath a que resuelva los problemas de las escuelas de la fundación.

Comenta Barría que recién este año, debido a lo grave de la crisis, pusieron un arancel mensual que debían pagar los apoderados ­que antes sólo daban donaciones voluntarias­, pero quienes en realidad han pagado esos cinco mil pesos mensuales son "como la mitad".

"Acá se vive tranquilo", me comenta, en la cocina de la escuela, Ester Leal, vice- presidenta de la junta de vecinos, quien lleva once años poniendo la comida en la mesa de los alumnos. "Pero ya no hay futuro", se lamenta. Por eso para Ester fue, aunque sorprendente, positivo el revuelo provocado en torno a Carolina. "Lo tomé como un ejemplo para los niños de la ciudad. Porque los padres les dan todo y se lo farrean", dice Ester, que vivió en Santiago antes de trasladarse, con su marido pescador, a Puerto Gala. Ahí, dice, se transformó en una mejor persona porque conoció a Antonio Ronchi. "El padre nos enseñó a luchar. Él me enseñó a ser así. Antes yo era egoísta. Él me abrió los ojos", dice Ester.

"Uno no tiene que dejar que esto se muera. Estos eran los sueños del padre. No arranquen como ratones, luchen por lo que quieren, nos decía".

En esta situación de crisis, quienes trabajan en la escuela recurren con más fuerza a la imagen a la que más veneran. "Yo les digo a los niños más chicos: Ustedes no lo conocieron, pero los niños más grandes lo vieron llegando mojado, enfermo, a hacer reuniones, organizándonos, haciendo proyectos, movilizándonos", recuerda Miriam Barría, quien está en la escuela desde su fundación. "Conocí al padre en Chiloé. Me ofreció venirme con él y le dije ya sin saber a dónde", dice. "Dios te pone cosas en el camino".

Son esas cosas en el camino las que Miriam Barría espera con fe. "El padre siempre decía: la Divina Providencia proveerá", recuerda.

Ella lamentó "lo negativo" de la historia de "la balserita" y ahora se excusa de sacar a Carolina de clases para hablar conmigo porque no quiere acentuar esa desigualdad de atención que se generó con los niños. "Los chicos ya no quieren saber más del tema", dice sonriente. Pero Dios te pone cosas en el camino. Y la atención de las autoridades y los medios, aunque se por una historia que no es real, puede ser una de esas cosas.

Es, somos, soy, quizá, parte de un plan divino.

Sólo queda tener fe. Y resistir.
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