Afrodisíacos:
Pequeñas grandes fórmulas de placer y seducción
Luz
de velas y un suave aroma a jazmín impregnando el ambiente. Champagne
en la hielera, ostras sobre la mesa, y música suave. Dos personas
en la habitación. Ella usa un vestido negro cuyo escote atrae
miradas. Él luce un pantalón negro y la camisa impecablemente
blanca que a ella le gusta desabotonar. Se miran y algo los hace estremecer.
Ambos comparten un ritual de seducción en el que los afrodisíacos
juegan un rol protagónico, sin que quizás exista conciencia
de ello.
De
seguro ha visto escenas como ésta innumerables veces en el cine,
la televisión e incluso en novelas románticas. Es que
no es casual que cuando se trata de seducir se recurra a sabores, olores,
texturas o colores especiales. Incluso la música que se elija
puede ser determinante a la hora de despertar la pasión y encontrar
el placer, un tema no menor cuando estamos a sólo días
de celebrar el día del amor.
“Hacer
el amor escuchando música electrónica es lo máximo.
Te da el ritmo justo para cuando estás con tu pareja. Pero no
sólo es el ritmo, sino que también aporta a la atmósfera
de tranquilidad de un ambiente romántico”, dice Pascual
Ross, periodista de 27 años asiduo a probar distintas “tácticas
de seducción”.
A lo largo de la historia el hombre ha intentado dar con la fuente de
la eterna seducción, la sustancia mágica que le dé
el poder para prolongar su potencia sexual y el placer. Como resultado
de esa búsqueda, han surgido diversos alimentos, plantas y otros
productos a los que se han otorgado propiedades por su capacidad de
estimular a los sentidos, y por sobre todo a la mente.
Los afrodisíacos son definidos como todos aquellos elementos
que excitan el apetito sexual. La palabra proviene de Afrodita, la diosa
griega del amor, nacida del mar después que Cronos castró
a su padre y lanzó los genitales al océano. La deidad
provocaba una irresistible atracción entre quienes la rodeaban.
Vulcano, Marte y Mercurio se vieron envueltos en las redes de esta adicta
a los placeres sensuales y carnales.
Los orígenes de estos productos se remontan a antiguas civilizaciones.
En la medicina tradicional china se usaban remedios a base de hierbas,
como la raíz de ginseng para potenciar el vigor sexual. Los árabes
destacaban el valor de los perfumes, las fragancias y cosméticos
para multiplicar el placer.
En occidente se suponía que todo alimento desconocido que provenía
de otros rumbos poseía cierta carga erótica, especialmente
tras el descubrimiento del "nuevo mundo". Además se
asociaba la forma de las plantas con ciertos atributos. Por ejemplo,
si la raíz de un vegetal se asemejaba a los genitales, éste
tendría efecto afrodisíaco. Así a las zanahorias
se les atribuyeron por largo tiempo ciertas cualidades seductoras.
No obstante la reputación que han alcanzado por generaciones,
siempre se ha discutido si el efecto real de los afrodisíacos
no es más que el de un placebo, es decir, si realmente producen
cambios en el organismo u obedecen sólo a la sugestión
e imaginación de quien los utiliza.
"Pienso
que en el caso de los afrodisíacos es muy probable que el efecto
placebo sea muy relevante, ya que es difícil pensar en una droga
que logre un efecto erótico sobre el individuo por la complejidad
de esta experiencia", afirma el médico psiquiatra León
Cohen.
La psicóloga clínica Claudia Ulloa sostiene que no les
encuentra mucha validez, pero tampoco los descalifica. "Entre comprar
un aceite que te digan que no es afrodisíaco y otro que sí,
y que eso pueda ayudar a trabajar en un proceso de terapia sexual, me
quedo con la segunda opción. Más que recomendarlo, no
me molesta”, explica.
Antiguamente era común oír que el raspado de cuernos de
rinoceronte tenía propiedades prodigiosas, lo mismo que los huesos
de ciertos pájaros o los testículos de animales vigorosos,
como el toro.
También
en el ideario popular se comenta que las aletas de tiburón hacen
magia. Lo mismo ocurre con algunos vegetales, como la albahaca, la canela,
la vainilla y con algunas fragancias.
Con o sin base científica, es evidente que si algún producto
va en auxilio de quien está estresado, inseguro o ansioso, y
le ayuda a contrarrestar el desinterés sexual y la falta de pasión,
merece la pena ser probado.
Pero
es importante recordar que aquella frase frecuentemente repetida que
sostiene que “el amor es el mejor afrodisíaco” no
está tan alejada de la realidad. En la buena comunicación
y el conocimiento mutuo parece estar uno de los secretos del buen amar.
"No deja de ser, así como lo ha sido por miles de
años, el afrodisíaco por excelencia, la capacidad de la
fantasía humana y sus variaciones, temas y matices, como aquellas
relacionadas con el mirar ya sea en el recuerdo o en la realidad externa,
sobre todo el mirar estéticamente privilegiado, es decir, no
el mirar obsesivo y narcisista que busca evaluar y encontrar las fallas
del cuerpo del otro, sino que la mirada impresionista que suscita la
sensación y la fantasía que erotizan. Lo recomendable
pues es volver a lo humano y lúdico de la fantasía, saltando
el desafío del pudor y de la verguenza, sostenido en el amor
por el otro y en la capacidad de juego. Se autoriza, en todo caso, un
aperitivo previo", sugiere el psiquiatra León Cohen.
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