Los años en que Valentino se abrió paso en el cine fueron tormentosos. No sólo Europa estaba siendo golpeada por la Primera Guerra Mundial, si no que los cimientos de la naciente industria del cine eran sacudidos por una lucha feroz entre productores.

El arribo del gigoló italiano a Hollywood, la ciudad por esencia cuna de estrellas, en 1915, se produjo en momentos en que la dura lucha de muchos productores independientes -de origen judío y llegados a Nueva York y Chicago- contra el “trust” Motion Pictures Patents Company, que manejaba Thomas Edison (inventor del cámara de cine), llegaba a su fin.

La pelea había sido tan enconada, que una de las actrices del momento y después compañera de set de Valentino, Mary Pickford, había resuelto abandonar la compañía de Edison y escapado para casarse con el actor Owen Moore.

La fascinación que el cine ejerció sobre una población que quería olvidar los horrores de la guerra hizo que en la primera década del siglo XX se fundaran las compañías que luego se conocerían como Universal, Warner Brothers, Fox, Paramount y Metro-Golder-Mayer.

El paso siguiente, fue cimentar la meca del cine. Un productor viajó a Los Ángeles por problemas de salud y se estableció en el suburbio de Hollywood (bosque de acebos), consciente de que quedaba lo suficientemente cerca de la frontera con México para poder escapar de la persecución del “trust”.

Dos hombres fueron fundamentales en la consolidación de la industria, Adolph Zukor y David Griffith. La administración del primero, y la dirección y creación del segundo, revolucionaron el séptimo arte en Estados Unidos, aunque en Europa y Rusia otros notables dejaban su huella en el celuloide como Serguei Eisenstein.

Pero, lo anterior distancia ambos mundos. El cine americano apuesta más por el beneficio económico que por la estética y poesía visual y en el sexo y la aventura encuentra el nicho ideal para generar todo un mercado que comienza a girar velozmente en torno a los actores. Apoyados por la publicidad, comienzan a surgir las figuras de Gloria Swanson, John Barrymore, John Gilbert, Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Mae West y Valentino.

Ese fue el primer “star-system” del cine hollywoodense, todo un grupo de bellezas femeninas y masculinas cuya popularidad era explotaba en beneficio del ingreso de las productoras.

Paralelo a este mundo, sin embargo, el cine mudo más crítico encontró su lugar en lo que se conoció como “cine cómico”; ahí Charles Chaplin y Buster Keaton alcanzaron igual fama que los demás.

Los años en que Rodolfo Valentino se consagró como el “latin lover” y gran seductor fueron justo aquellos en donde se financiaron y produjeron fastuosas películas mudas. “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” de 1921, fue la antesala a otras obras majestuosas como “El ladrón de Bagdad” de 1924 y “Ben Hur” de 1926.

Y mientras Valentino se quedó con los roles de amante apasionado, Fairbanks se lució con los de aventurero.

El vacío dejado por la muerte del actor italiano, en todo caso, fue rápidamente llenado por una serie de otros intérpretes que siguieron su estilo, como el mexicano Ramón Novarro y los galanes de origen latino Ricardo Cortez, Antonio Moreno y Gilbert Roland.

 

 

 
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