Rodrigo Araya, Rodrigo Lobos y Nicolás Rupcich utilizan diferentes medios para desarticular las ideas preconcebidas sobre lo que debe ser una exposición, jugando con los protocolos de montaje y desmontaje.
La idea que recorre la muestra es un estado de incertidumbre, en que el espectador visibiliza con ambigüedad la totalidad de la escena, sin la seguridad de estar enfrentado a un resultado final. Los artistas consideran a la galería como un medio donde transitan imágenes, generando máquinas o sistemas de significación. Esto puede también extrapolarse a la discursividad social y política chilena, que apela a la Transición como un camino o proceso hacia un fin, supuestamente, esperado a nivel colectivo. Las obras no se encuentran individualizadas por autor y tampoco se conciben como un producto colectivo.
Los artistas ponen en tensión el ideal de alcanzar metas, con un conjunto de elementos visuales que desestabilizarán al espectador, dejando abierta la inquietud sobre el ciclo de vida de las obras que presencian. Rodrigo Araya, Rodrigo Lobos y Nicolás Rupcich se hacen cargo críticamente del espacio de la galería y la adscripción institucional que ésta contiene, planteando, entre otras interrogantes, qué es lo que se espera de una muestra para poder tener un resultado significativo en el mercado del arte chileno actual.
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