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Shoko Asahara, el "iluminado" líder de la secta que aterrorizó Japón con ataques químicos en los noventa

Considerado una deidad por sus casi 10 mil adeptos, el jefe espiritual de Aum murió hoy a los 63 años en la ahorca por su responsabilidad en una serie de ataques con gas sarín que conmocionaron al país asiático.

06 de Julio de 2018 | 09:55 | EFE
TOKIO.- Carismático y obsesionado con la "iluminación espiritual", el fundador de la secta Aum Shinrikyo (Verdad Suprema), Shoko Asahara, fue ejecutado hoy junto a seis de sus seguidores por idear los fatales ataques con gas sarín que aterrorizaron a Japón en los años noventa.

El gurú japonés, que fue ahorcado a los 63 años tras pasar más de dos décadas en prisión, llegó a tener miles de adeptos y será recordado como el cerebro detrás de una de las mayores tragedias de la historia reciente de Japón: el ataque en el metro de Tokio que dejó 13 fallecidos y miles de heridos.

Una deidad

Nacido en 1955 bajo el nombre de Chizuo Matsumoto, era hijo de un fabricante pobre de tatamis en la isla de Kyushu (suroeste de Japón), en una familia de nueve hijos. Perdió la visión casi por completo cuando era pequeño, a consecuencia de un glaucoma. Pese a ello, concluyó sus estudios primarios y comenzó a estudiar acupuntura y medicina china.

Su interés pronto derivó hacia la religión, por lo que comenzó a educarse en el budismo y taoísmo con el objetivo de alcanzar la iluminación completa. Esta inclinación lo llevo a unirse también al culto del Agon Shu, una secta todavía activa y cuyos seguidores definen como "el auténtico budismo".

No obstante, la obligación de tener que aportar ofrendas económicas al grupo provocó que pronto se desvinculara y se centrara en la enseñanza del yoga, una actividad que impartía de forma gratuita en su apartamento en Tokio al considerar que sólo los iluminados pueden recibir compensaciones económicas.

Su escuela de yoga fue renombrada en 1987 como Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) y a partir de entonces muchos de sus seguidores, la mayoría intelectuales de clase media, cortaron lazos con sus familias y comenzaron a vivir en una especie de comunidad que Asahara había establecido en las faldas del Monte Fuji.

Dentro de Aum, la figura de Asahara tenía un carácter divino, lo que se podía observar en las numerosas representaciones del líder y en el éxito de los numerosos libros que publicó en esas fechas. Vestido siempre de colores brillantes y con una barba frondosa y el cabello largo, se presentaba a sus seguidores como un salvador que había logrado la iluminación total. Incluso, aseguraba ser el primer "iluminado" desde Buda.

El ascenso de Aum y el terror

Desde el punto de vista de su gurú, el movimiento incorporaba la doctrina de las tres escuelas budistas principales, aunque según los expertos también toma influencia del cristianismo, interpretaciones libres del yoga y detalles de las profecías de Nostradamus.

En 1989, el grupo fue reconocido como una orden religiosa -a pesar de la reticencia inicial de las autoridades- y fue creciendo en adeptos hasta alcanzar los cerca de 10.000 en Japón y el extranjero en su época de mayor popularidad.

Sus miembros estaban convencidos de que el planeta iba a acabar con una guerra mundial y que los únicos que sobrevivirían serían ellos. Entre los integrantes había varios médicos e ingenieros, que proveerían en un futuro los productos y artefactos necesarios para realizar los ataques.

10.000 adeptos llegó a tener la secta
La organización comenzó sus actividades terroristas en junio de 1994, cuando algunos de sus miembros liberaron gas sarín en la ciudad de Matsumoto (centro de Japón) causando 8 víctimas.

Sin embargo, su mayor atentado fue el del 20 de marzo de 1995, cuando varios discípulos de la secta implantaron bolsas de plástico con gas sarín en estado líquido en varias líneas del metro de Tokio y las perforaron con un paraguas, lo que causó 6.300 personas intoxicadas, 13 víctimas fatales y decenas en estado casi vegetal.

La justicia nipona procesó a 190 miembros de Aum por estos atentados y otros crímenes relacionados, emitiendo 6 condenas de cadena perpetua y 13 penas de muerte, por lo que todavía quedan por completarse otras seis.

Se desconoce cómo este grupo pudo acumular tanto poder o los motivos exactos por los que llevaron a cabo los atentados; no obstante, la fiscalía considera que lo hicieron para desencadenar el caos en Tokio, cumpliendo así las profecías apocalípticas de Asahara, quien anulaba la voluntad de sus seguidores con drogas.

La sombra de Aum, todavía hoy activa en las dos formaciones Aleph e Hikari no wa (Círculo de luz), pesa con fuerza en Japón, donde los familiares de las víctimas que siguen clamando su completa disolución 23 años después, vivieron con alivio la ejecución de su polémico líder.
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