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Entre el aislamiento político y la apertura comercial: El escenario que enfrentó el régimen militar chileno

La integración económica hacia Occidente se contrapuso a las condenas por casos de violaciones a los derechos humanos. Una difícil relación con EE.UU. y la visita del Papa marcaron este período.

05 de Junio de 2023 | 12:09 | Por Cristóbal Valenzuela, Chile 1973-2023
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La Segunda
El advenimiento de un gobierno militar en Chile impactó a la comunidad internacional. Y una de las consecuencias del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, y el consiguiente establecimiento de un régimen autoritario de largo aliento, liderado por Augusto Pinochet Ugarte, fue que el país comenzó a vivir un aislamiento político.

Esto no significó la inexistencia de vínculos diplomáticos, sino más bien la pérdida en espacios estratégicos.

En los primeros años del régimen, en el contexto de la Guerra Fría y tras la derrota del proyecto marxista de la Unidad Popular, los líderes del gobierno militar impulsaron un estilo de diplomacia que se caracterizó por un fuerte sello anticomunista, que dejaba poco margen para negociaciones y compromisos con países de esa esfera.

Igualmente, el gobierno no rompió las relaciones con todos los Estados marxistas. Si bien la Unión Soviética y Cuba mantuvieron siempre el interés por aislar y sancionar al régimen chileno, otros países, como Rumania y China, mantuvieron relaciones diplomáticas y comerciales con Chile.

Más allá del estilo adoptado por las autoridades de la época y la búsqueda de legitimidad internacional, el régimen fue juzgado de acuerdo a un patrón de democracia, tanto por el quiebre institucional que dio su origen como por las medidas represivas.

Chile fue condenado en foros internacionales y recibió resoluciones condenatorias que dictaron la Comisión de Derechos Humanos y la Asamblea General de las Naciones Unidas, que en total sumaron 16, una cada año después de 1973.

En 1978 el régimen permitió que un grupo de trabajo ad hoc de Naciones Unidas investigara las condiciones de derechos humanos. Posteriormente, entregaría información a un relator especial que visitó Chile varias veces.

Otros regímenes no recibieron igual atención. A juicio de algunos historiadores, el caso de Chile evidencia el doble estándar de ciertas democracias occidentales; prueba de ello fueron las repetidas denuncias y peticiones de condena al gobierno chileno copatrocinadas por la dictadura castrista en la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra.

El aislamiento diplomático implicó episodios de vulnerabilidad. El apoyo soviético al régimen peruano de Juan Velasco Alvarado entre 1974 y 1975 mantuvo tensas las relaciones de Chile con el país vecino.
Y en 1978, Argentina desconoció el laudo arbitral del Canal Beagle y amenazó con una guerra, aunque con la colaboración de Vaticano se llegó a un acuerdo.

Desarrollo comercial


La cara opuesta al aislamiento político fue la apertura económica que se desarrolló a medida que sectores tecnocráticos impulsaron la modernización del país. Fomentado por grupos económicos, la política exterior avanzó hacia la construcción de relaciones comerciales. El gobierno militar habría visto en esta materia una forma de superar el aislamiento e instalarse en el mundo.

Una serie de políticas internas sostenían esta nueva relación internacional: la intención de integrarse a los flujos económicos mundiales, el servicio de la deuda con los bancos extranjeros, la diversificación de las exportaciones, la superación de la monodependencia de una materia prima y el sostenido crecimiento económico, no sin dificultades entre las que se incluyen dos graves depresiones: en 1975 y 1982.

Muchos países que habían sido críticos del régimen militar en el aspecto político fortalecieron, sin embargo, sus lazos comerciales. Las exportaciones a la República Federal Alemana, por ejemplo, pasaron de 239,1 millones de dólares en 1975 a 364,8 millones de dólares en 1984; o los bienes exportados a Francia en 1975, por unos 70,3 millones de dólares, aumentaron a 163,4 millones de dólares en 1984.

El gigante del norte


Con Estados Unidos las relaciones se mantuvieron cordiales los primeros años del régimen de Augusto Pinochet. Pero la opinión pública, las investigaciones del Senado, la prensa, las reacciones ante el escándalo Watergate y el fin de la Guerra de Vietnam propiciaron un enfriamiento paulatino de las relaciones entre ambos países, que tuvo como punto de inflexión el atentado a Orlando Letelier.

El 21 de septiembre de 1976, el auto en que viajaba el exministro de Salvador Allende estalló en pleno centro de Washington D.C. Murió instantáneamente junto a Ronni Moffitt, su asistente. Luego de intensas investigaciones, Estados Unidos responsabilizó a la policía secreta chilena y solicitó la entrega inmediata del agente Michael Townley (ciudadano estadounidense), que había recibido la orden de asesinar a Letelier. Con este atentado, las relaciones bilaterales habían quedado resentidas (ver nota en página 12).

Ese mismo año, el Senado de Estados Unidos impuso sanciones al régimen chileno. En 1977 asumió la presidencia Jimmy Carter. Por entonces, el gobierno norteamericano no podía ignorar el caso Letelier, las causas de derechos humanos y la lenta transición a la democracia, lo que determinó un alejamiento político cada vez mayor.

Con todo, Estados Unidos observó con buenos ojos la transformación económica del país y, desde un inicio, valoró la liberalización y permitió apoyos financieros a Chile.

Diplomacia


En el transcurso de los 17 años del régimen militar, se desarrollaron cambios en varios países de Occidente que modificaron las relaciones con Chile. Para algunos investigadores, hay cambios que fueron funcionales al régimen y otros, disfuncionales.

Entre los primeros, se menciona la elección de Margaret Thatcher como primera ministra de Reino Unido (1979), noticia que fue bien recibida por el gobierno militar. En efecto, una de las primeras medidas del nuevo gobierno británico fue restablecer las relaciones diplomáticas a nivel de embajadores.

De la misma manera, la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca (1981) significó para el régimen un cambio positivo. En atención a su pensamiento conservador, sectores oficialistas del país tenían confianza en que la nueva administración mejoraría las deterioradas relaciones bilaterales.

Por el contrario, las noticias de otros cambios no fueron bien recibidas por el gobierno militar. En Francia asumió François Mitterrand (1981), político cercano a sectores socialistas chilenos, quien había visitado el país durante el gobierno de la Unidad Popular y abierto opositor al régimen de Pinochet.

Poco antes, cuando en 1979 el canciller Hernán Cubillos visitó París, Mitterrand había manifestado su repudio al contacto público con Chile y se unió a las manifestaciones callejeras.

En 1982 asumió el gobierno español el político socialista Felipe González, quien ya había expresado, tanto como presidente del PSOE como miembro del Parlamento, una preocupación por el deterioro de los derechos humanos en Chile.

Visita de Juan Pablo II marca un precedente


El régimen militar estuvo marcado por escasas visitas oficiales de autoridades extranjeras. Esto fue interrumpido por la visita a Chile, en abril de 1987, del Papa Juan Pablo II, como parte de una gira por Latinoamérica que incluyó a Uruguay y Argentina.

El Papa había señalado en una carta a la nación chilena, en 1982, que guardaba un profundo anhelo por visitar el país luego de que los gobiernos de Chile y Argentina le solicitaran ayuda como mediador en el diferendo de la zona austral.

El viaje estuvo precedido por un cierto temor entre algunos obispos chilenos de que la situación se entendiera como que la Iglesia Católica estaba dando su aprobación al régimen de Pinochet. El cardenal Juan Francisco Fresno logró apagar esos temores y la visita del Papa se desarrolló con relativo orden.

El saludo del Pontífice desde un balcón del Palacio de La Moneda acompañado por el general Augusto Pinochet fue un gesto interpretado por algunos sectores como un apoyo al régimen y le costó duras críticas al Papa y a la Iglesia Católica. Sin embargo, su enérgica actividad pastoral lo llevó a visitar innumerables países y gobiernos de distintos colores políticos; sin ir más lejos, dos meses después, en junio de 1987, visitó Polonia, su tierra natal, que se encontraba bajo el régimen comunista del general Jaruzelski.

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