El realizador portugués se encuentra rodando ''Singularidades de uma rapariga loura'', el día en que celebra 100 años.
AFP
LISBOA.- "No tengo ningún secreto, son caprichos de la naturaleza", responde Manoel de Oliveira cuando se le pregunta por su edad. "Ella nos da a algunos lo que le quita a otros", añade el longevo cineasta portugués. Y mientras eso sea así, el director más veterano del mundo aprovecha cada minuto para dedicarse a su gran pasión.
Y así, está hoy detrás de la cámara también el día de su 100 cumpleaños, ya que actualmente rueda en Lisboa su nueva película, "Singularidades de uma rapariga loura" (Excentricidades de una chica rubia).
Oliveira es una auténtica leyenda viva, y pese a llevar ya casi ocho décadas en la profesión, sigue haciendo películas con un poder creativo que para algunos resulta incluso desconcertante. Si se le pregunta cuál es su motivación, el decano del cine mundial no vacila un segundo en responder: "Mi juventud, que me hace decirme constantemente: 'Tienes poco tiempo. Camina, camina'".
Su energía, añade, se la debe al trabajo. "Lo que realmente me agota es estar parado", dice este cineasta, convencido de que "la muerte mata a la eternidad, pero también la concibe". Por ello, reconoce que "si dejara de rodar, dejaría de vivir". "Me gustaría morir rodando", confesó hace ya algunos años.
Las primeras películas de Oliveira datan de los tiempos del cine mudo, pero pese a que la crítica coincide en elogiar la brillantez de su obra, colocándole a la altura de insignes directores como Jean-Luc Godard, Luis Buñuel o Federico Fellini, para el gran público el realizador luso es casi un desconocido.
Al patriarca del cine europeo eso no le preocupa. "Simplemente intento fijarme en la complejidad de las cosas, aún cuando ello no me reporte beneficios", señala, para subrayar que el éxito y la celebridad no le interesan. Como tampoco le interesa el cine comercial. "Yo hago cine de resistencia", afirma.
Considerado un "poeta visual", Oliveira demuestra su carácter incombustible rodando un film por año. El más reciente, un cortometraje titulado "Do visível ao invisível" (De lo visible a lo invisible) lo presentó en el pasado Festival de Venecia. Cuatro meses antes, en Cannes, recibía una Palma de Oro en honor a su larga trayectoria.
Entre los filmes más conocidos de su producción reciente figura "Viaje al comienzo del mundo", galardonado en 1997 con el Premio Fipresci de la crítica. Es la última película que Marcello Mastroianni llegó a protagonizar antes de su muerte y en ella encarna a un envejecido cineasta: el "alter ego" de Oliveira.
"Yo coincido con Marcello en que hay que trabajar para olvidar que la muerte acecha", dijo el director luso durante el rodaje, sin imaginar el significado que sus palabras adquirirían una vez finalizada la cinta. Oliveira, quien aparece en algunas de sus películas en pequeños papeles, también ha trabajado con estrellas como Catherine Deneuve, John Malkovich, Michel Piccoli o Irene Papas.
Nacido el 11 de diciembre de 1908 en Oporto en el seno de una familia de la burguesía industrial, Oliveira es completamente autodidacta. Porque cuando en los años 20 comenzó a interesarse por el séptimo arte, en su ciudad no había más que un estudio de cine mudo ya abandonado.
En 1931 rodó su ópera prima, "Duero, faena fluvial", el primero de toda una serie de documentales, y en 1942 llegaba a los cines su primer largometraje, "Aniki-Bobo". Este melodrama, una historia de amor ambientada en el mundo de los niños, causó gran revuelo en Portugal, ya que en sectores conservadores fue considerado amoral.
La falta de medios y la represión de la dictadura de Salazar obligaron a Oliveira a dejar la cámara durante muchos años, en los que, entre otras cosas, se dedicó a las carreras de automóviles y a gestionar la empresa familiar.
Su carrera cinematográfica en sí no comenzó hasta 1963, cuando llevó a la pantalla grande "O acto da primavera", una película sobre el calvario de Cristo rodada enteramente con los habitantes de un pequeño pueblo. En opinión de muchos críticos, Oliveira fue con sus filmes de los años treinta y cuarenta del siglo pasado el precursor del neorrealismo, algo que el director luso rechaza tajantemente.
Por el contrario, afirma: "Yo perseguía la realidad como si se tratara de un fantasma que aparece de repente para enseguida desaparecer". Si el amor no correspondido, la tentación carnal, la ambición por el poder y el reto a la muerte son los temas principales de sus películas, su estilo se caracteriza por la fina ironía, un humor a veces negro y el sentido por lo trágico.
Pero Oliveira tampoco ha tenido pelos en la lengua a la hora de criticar el mundo actual. Así, "Non ou a va gloria de mandar" (No a la vana gloria de mandar/1990) es una condena de la guerra y la violencia, mientras que en "Vale Abraao" (El Valle de Abraham/1993) describe la realidad social de su país. Además, recientemente denunció la falta de medios públicos para el cine en Portugal.