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Bolivia: A Mesa le hacen la "guerra"

Tras 90 días de gobierno, el presidente de Bolivia enfrenta un duro camino ante los líderes de los sectores populares, que ya piensan en bajarlo, tal como hicieron en octubre con Gonzalo Sánchez de Lozada.

18 de Enero de 2004 | 13:35 | DPA
LA PAZ.- "¡Guerra!", es la palabra que retumba en los oídos de Carlos Mesa, al comenzar hoy su cuarto mes como presidente de Bolivia. Y la palabra no tiene nada que ver con Chile, pues, a pesar de las tensiones, jamás ha sido usada como un escenario hipotético para resolver la discrepancia marítima.

Quienes lanzaron el grito de "¡guerra!" al unísono fueron los líderes de sectores populares bolivianos que consideran que nada ha cambiado durante los noventa días de gestión de Mesa y, por tanto, hay que preparar las acciones para sacarlo de Palacio, como hicieron en octubre pasado con su antecesor, Gonzalo Sánchez de Lozada.

"Hay que tumbar a ese pendejo (tonto) porque hasta ahora no ha hecho nada. Nosotros le hemos dado un plazo y ya han pasado noventa días, pero hasta ahora no ha respondido. Las cosas siguen iguales y por eso el pueblo tiene que levantarse", ha dicho Felipe Quispe, uno de los principales dirigentes de los sectores radicalizados del país.

"Huelgas, bloqueos y otro tipo de medidas que paralicen el aparato productivo del país, para pelear contra un gobierno que sólo acata las recetas económicas de Estados Unidos", es lo que ha anunciado Jaime Solares, secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), la organización matriz de los trabajadores del país altiplánico.

La "guerra" también ha sido anunciada por Roberto de la Cruz, el emergente líder capaz de movilizar a la explosiva ciudad de El Alto, que bordea a La Paz. "Hacen falta cambios estructurales y esos sólo se darán con el levantamiento", sentenció.

Pasaron ya noventa días desde que Sánchez de Lozada se marchó a Estados Unidos en medio del acoso de turbas que exigían su salida. Lo reemplazó Mesa, el vicepresidente que había tomado distancia por no compartir el camino de represión adoptado para someter a los rebeldes.

Pero Mesa se encontró con un déficit fiscal de casi 690 millones de dólares, una economía desvertebrada y un Estado precario que le han impedido acometer acciones para superar, aunque sea levemente, el malestar reinante por décadas de exclusión social, desigualdad y agobiante pobreza absoluta.

Para el conspicuo analista Alvaro García Licera, el gran problema para el mandatario fue que apostó por convertirse en el "restaurador liberal", con lo que dio la espalda a las organizaciones sindicales, gremiales y vecinales a las que debe su mandato.

Mesa no ha dado señales de querer cambiar radicalmente el modelo económico contra el que se dirigieron los petardos en la revuelta de octubre. "El sólo escucha a la embajada de Estados Unidos y a las transnacionales", critica Quispe.

Por eso, los llamados "radicales" anuncian que esta vez será distinto. "Vamos a ser nosotros, el pueblo, los que tomemos el poder", sentencia Quispe. "El levantamiento que se producirá ahora será más fuerte. Esta vez, trabajadores y campesinos al poder", agrega el dirigente magisterial René Pardo, mientras De la Cruz se anticipa a anunciar un modelo económico "mixto, comunitario y socialista".

El mandatario, que les ha aclarado a los "radicales" que no va a aceptar plazos ni amenazas, considera que esos líderes no representan necesariamente las aspiraciones populares. Mesa conserva hoy una importante franja de respaldo, pero aún así no le será conveniente ir a una medición de fuerzas.

Sin organizaciones sólidas que lo respalden, salvo el no muy acogedor y además tibio apoyo de partidos de derechas desgatados y desprestigiados, Mesa, miembro insigne de las élites ilustradas del país, tendrá que tratar de sintonizar con los anhelos populares y las reivindicaciones indígenas.

¿El dilema?, cómo hacerlo sin dinero. La promocionada reunión del Grupo de Apoyo convocado por Estados Unidos y México terminó con palmaditas en la espalda y ningún desembolso para un gobierno que quería recibir unos 105 millones de dólares. Los delegados bolivianos destacan que se logró dibujar ante el Grupo de Apoyo un panorama para mediano y largo plazo, pero en las actuales circunstancias muchos se preguntan si habrá mediano y largo plazo para el gobierno.

Como en las teleseries de suspenso, el futuro del gobierno de Mesa sólo depara interrogantes: ¿Logrará finalmente asentarse en el poder? ¿Podrá sintonizar con los anhelos populares? ¿Será Bolivia un país con un gobierno indígena y obrero? ¿Qué otros países podrían tratar de imitar un ejemplo así? ¿Cómo reaccionaría Estados Unidos ante un gobierno adverso en pleno corazón de Sudamérica?
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