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Terapeutas usan flores chilenas para sanar la mente y el cuerpo

Azahares de limón de pica y flores de papaya del Altiplano; flor de ulmo y estrellitas rojas de los bosques andinos. Las esencias florales " made in Chile" incluso cruzaron la frontera y están energizando a mexicanos, argentinos, cubanos y españoles.

05 de Agosto de 2009 | 08:47 |
Amanece en Chiloé y Luz Inés Flores se interna en un bosque nativo en busca de flores. Cada día va por una especie distinta. "A veces busco una enredadera o un árbol con muchas flores. Tengo que recolectarlas con rocío y en un lugar tranquilo. Habitualmente no necesito más de siete o 10 florcitas".

Entonces, en el mismo lugar donde las encontró, pone un recipiente de cristal lleno de agua de manantial y las zambulle ahí. "Las dejo por cinco o seis horas, para que les dé el sol. Cuando han soltado toda su energía al agua, me la llevo al laboratorio y la embotello".

Lo mismo que Luz Inés hace en los bosques de Chiloé, Teresita Espinoza, directora de la Escuela de Terapeutas Florales Edward Bach, lo hace recolectando azahares de limón de pica y flores de papaya en el Altiplano, o chilco, flor de ulmo y estrellitas rojas en los bosques andinos. Y cada cuatro o cinco años, cuando el Desierto Florido estalla en Atacama, sus recipientes de agua se llenan con añañucas rojas o naranjas, suspiros del valle o campanitas azules.

Luz Inés y Teresita repiten en Chile el mismo procedimiento que hace 80 años ideó el médico inglés Edward Bach. Ellas son sus seguidoras y, además, creadoras de sistemas de esencias florales hechos en Chile.

Agua y energía

Una mañana de 1930, el doctor Bach caminaba al alba por un campo en Gales, cuando se le ocurrió que cada gota de rocío calentada por el sol adquiría las propiedades curativas de la planta en la que estaba.

Así desarrolló un método para crear remedios naturales empleando agua pura, flores silvestres y la energía del sol.

Embotelladas, sus 38 esencias hoy se conocen como Flores de Bach. Él planteaba que al tomar una gotas de las esencias, la energía que la flor plasmó en el agua alivia desequilibrios emocionales -como miedo, agobio, angustia o estrés- lo que reduce o previene enfermedades.

"Las terapias florales fueron reconocidas en 1976 por la OMS", cuenta Maud Ferrés, terapeuta floral y miembro de la Comisión Reguladora de la Terapia Floral en el Ministerio de Salud (ver recuadro).

Hoy no sólo se emplean las 38 esencias creadas por Bach. "En el mundo entero deben estar usándose esencias de unas cinco mil flores", calcula Teresita. Al teléfono desde Cuernavaca, donde imparte clases a terapeutas, cuenta que en países como México, Ecuador, España, Argentina, Cuba y Japón se están empleando sus esencias chilenas de Desierto Florido, Bosque Profundo o Altiplano y un set que combina estas flores para tratar el déficit atencional.

"Con la esencia de secuoya del sur se trabaja la asertividad; la estrellita roja es para quienes han perdido la alegría de vivir; el pompón rosado cura la ira y el rencor y el jacarandá apacigua la hiperactividad física y mental", enumera.

Luz Inés, en tanto, observa mes a mes en sus pacientes del Centro de Salud Huilliche o del Hospital de Quellón los efectos de su set de 22 flores Rayen Nawen Williche (Flores con Energía Huilliche). Varias de ellas, cuenta, coinciden con las hierbas que emplea la lawentuchefe, que en la cultura huilliche es la sanadora experta en plantas medicinales.

Una de esas es la medallita, que Luz Inés encontró tras un año y medio buscando una flor para tratar problemas uterinos, que son frecuentes en Chiloé. Para tratar el apego excesivo entre madres e hijos usa el cadillo y para el dolor de huesos y la ciática descubrió las bondades de la esencia de nalca. "Es una planta rígida por fuera, pero por dentro es dulce. Ideal para botar la rigidez y desbloquear la columna".
Genio
Edward Bach nació en Inglaterra en 1886. Estudió Medicina en Londres e hizo una destacada carrera como patólogo y bacteriólogo. Su interés por la homeopatía lo llevó a indagar en el poder de las flores, labor a la que se dedicó a tiempo completo desde 1930. Así elaboró las 38 esencias de la terapia que lleva su nombre. Murió en 1936, en Sotwell.

Del mundo

Orquídeas del Machu Picchu, Flores de California, Esencias Chamánicas de México, Flores de Hawai y Orquídeas Europeas son algunos sistemas creados con flores de distintos lugares del mundo.

En Cuba, la doctora Julia Nancy Martínez, experta en medicina familiar, creó un sistema llamado Arcoiris, que integra esencias de 30 flores que crecen en la isla, como las de maní, mango y guayaba.

El sistema integra música, colores y meditación, y se desarrolla en siete pasos. "Cada uno tiene flores determinadas que corresponden a un color y a un avance de la persona".

"Si una persona llega con una neumonía, debo tratarla con antibióticos. Pero después puedo comenzar a ver qué le pasa, qué necesita, y con esta terapia integral, ayudarla a evitar que vuelva a enfermar y a necesitar antibióticos".

Energía estampada en telas y tazones

En camisas de dormir de satín, poleras, fundas de almohada, tazones o autoadhesivos, la terapeuta Maud Ferrés imprime la energía de las flores de Bach. "Si duermes con la camisa o apoyas la cabeza en la almohada, te impregnas de la energía de la flor ¡como si estuvieras dentro del frasco de esencia!", asegura. Maud prepara esencias en gotas para sus pacientes, pero complementa la terapia con estos artículos, que tienen estampada una fotografía Kirlian de alguna de las ocho esencias más usadas. Con estas fotos, la alemana Mechthild Scheffer demostró que cada flor tiene una energía distinta.

Las esencias florales, dice la terapeuta, actúan por longitud de onda. "La imagen impregna la energía de la flor tal como si la bebieras".

Maud propuso al Metro de Santiago pegar en los vagones estas fotos, para traspasar a sus pasajeros la energía de flores con las que se tratan la agresividad, desconfianza, ira y violencia. Está a la espera de saber si aprueban su idea. Si un día ve un círculo con un halo violeta y rosáceo pegado en un vagón, trate de ponerse cerca. Uno nunca sabe...
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