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Facilite el camino a una terapia con ayuda de un animal

21 de Marzo de 2011 | 09:10 | Por Jane E. Brody, The New York Times News Service
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El Mercurio

Todos hemos visto a perros lazarillos que pueden dirigir a personas ciegas para que eviten obstáculos y les indiquen si es seguro cruzar una calle. Quizá usted también haya oído hablar de los perros lazarillo para los sordos, que pueden alertar a la gente de un teléfono sonando, un timbre a la puerta o una alarma de humo, o incluso perros que pueden advertirles a las personas epilépticas de un incipiente ataque, dándoles tiempo de llegar a un lugar seguro antes de que pierdan la conciencia.


El Dr. Marty Becker, veterinario y autor (con Danelle Morton) de “El poder curativo de las mascotas” (editorial Hyperion, 2002), habla de un golden retriever de nombre Dakota, que fue capaz de advertirle a su amo, Mike Lingenfelter, de la inminencia de un paro cardiaco y le indicó a Lingenfelter sobre la necesidad de salir de una situación de tensión y que tomara medicina preventiva.


 “Este perro me está conduciendo por la vida”, le dijo Lingenfelter a Becker. “Todo lo que hago es seguir al perro”.


 En décadas recientes, se han dado incontables historias de animales que ayudan a mejorar e incluso conservar las vidas de niños y adultos con todo tipo de enfermedades y discapacidades. Perros entrenados se están empleando para mantener seguros a niños autistas y para romper el “congelamiento” que puede afligir a personas con el mal de Parkinson cuando intentan caminar. Además perros, gatos, conejitos y aves a menudo son llevados a escuelas e instituciones, así como a hospitales y casas de reposo, donde contribuyen a relajar e inspirar a los residentes y distraer a los pacientes de sus problemas de salud.


Sin embargo, el uso de animales para mejorar la salud puede ir mucho más allá de casos individuales y ambientes grupales. Hay cada vez más psicoterapeutas usando animales para terapia con el propósito de facilitar el tratamiento, particularmente tratamiento para niños con problemas emocionales, sociales e incluso físicos.


 Entre los pioneros está Aubrey H. Fine, psicoterapeuta y catedrático en la Universidad Politécnica del Estado de California, en Pomona, cuyo amplio y exitoso uso de animales con fines terapéuticos para tratar a niños está documentado en “El manual de terapia asistida por animales” (de la editorial Elsevier/Academic Press, 2010).


Como describe Fine en uno de sus primeros y más inspiradores casos, Diane, de 5 años de edad, fue llevada a él porque saltaba de terror ante desconocidos, y si bien hablaba en casa, se negaba a hablar con cualquier otra persona, incluida su maestra del jardín de niños.


 Un perro entrenado para terapia, de nombre Puppy, con el tiempo logró romper su mutismo selectivo. Diane estaba acariciando a Puppy, sonriendo y contenta, cuando Fine le dio una señal al perro para que se alejara. Diane se sintió descorazonada, y ante el dolor de la niña, Fine le dijo que todo lo que debía hacer para que el perro volviera era decirle, “Puppy, ven”. Muy quedo, la niña dijo, “Puppy, ven, por favor ven, Puppy”. Ese incidente se convirtió en el puente que Fine necesitaba para ayudarle a la menor a que superara su problema, que era un impedimento social.


El habla de otro niño con problemas que finalmente empezó a hablar de que habían abusado de él físicamente cuando Fine le dijo que el maltrecho animal de terapia con el que estaba jugando había sido rescatado de una casa en la sufrió trato abusivo y había resultado seriamente herido. En otro caso en el cual le dijeron al menor dónde podía tocar y dónde no al animal de terapia, el niño terminó abriéndose con respecto a contactos inapropiados, de abuso sexual, por parte de un familiar.


“Es más probable que los menores revelen pensamientos internos al terapeuta porque el animal está justo a su lado, ayudándoles a expresarse”, dijo Fine en una entrevista.


En sus primeros trabajos en un programa de habilidades sociales para niños hiperactivos, Fine encontró que se les podía enseñar con mayor facilidad a comportarse tranquilamente, si le permitían cargar a su mascota, un jerbo.


“Me di cuenta de que este enfoque puede tener un impacto tremendo en la enseñanza, pues contribuye a modificar la forma en que nos relacionamos con otros seres”, dijo.


 Si bien el campo de la terapia con ayuda de animales ha crecido mucho en las últimas cuatro décadas, los expertos reconocen de inmediato que padece de investigaciones bien diseñadas que puedan establecer las normas de seguridad y efectividad en diversas situaciones. Por ejemplo, aunque el uso de delfines para tratar a niños con autismo ha recibido considerable atención, al menos dos no encontraron pruebas de beneficios y sí considerable riesgo de daño a los animales y a los niños, destacó James A. Griffin del Instituto de Salud Infantil y Desarrollo Humano.


La Asociación Internacional de Organizaciones Internacionales de Interacción Humana-Animal insiste que sus integrantes limiten los animales de servicio y terapia a especies domésticas entrenadas para el trabajo. Además la Sociedad Delta, que suministra programas de entrenamiento para los animales, no certificará animales silvestres o exóticos como víboras, hurones, lagartijas e híbridos de lobo. Sin embargo, la Sociedad Delta dice que “constantemente está expandiendo el rango de especies incluidas en el programa Socios de las Mascotas” cuando existe investigación suficiente para documentar la seguridad de su uso.


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