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Bárbara Thayer: “El turismo masivo, de resort, está en extinción”

Patiperra del Oriente, después de pasar varios años fuera resolvió crear una agencia de turismo donde las ofertas apuntan a aventuras y exploraciones. Al frente de Mandala, esta periodista asegura que para conocer un lugar hay que hacer turismo no masivo.

30 de Junio de 2011 | 08:44 | Por María José Errázuriz L.
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Carla Danneman

Tenía 26 años y llevaba unos cuantos reporteando para medios nacionales cuando resolvió que su vida no se estancaría detrás de un computador. Periodista de profesión, empacó algunas cosas y se fue a ver unos amigos en México. Ese viaje fue el inicio de todo aunque no una buena experiencia, porque después de un violento asalto, estuvo a punto de abandonar.


Bárbara Thayer siguió camino, visitó Costa Rica y otros lugares de Centroamérica y después de un breve paso por Chile, aterrizó en el Asia Pacífico. Vivió dos años en Nepal, incluso aprendió el idioma, y después se dedicó a recorrer Tailandia, India y Vietnam, sin destino definido ni fecha de regreso.


Se fue en 1999 y regresó el 2002, convencida de que ya quería echar raíces, pero también segura de que su vida seguiría por el camino de recorrer lugares lejanos. Es así como empezó a colaborar con distintos medios en temas de turismo y estando en eso, la reclutó Ricardo Astorga para hacer “La ruta de Oriente” en TVN.


Hoy está al frente de Mandala Viajes, una agencia de viajes distinta que ofrece otra experiencia basada en la aventura y el conocimiento profundo de los lugares que se visitan. Por eso, en sus paquetes, si es que los tienen, hay excursiones, safaris, visitas a lugares de meditación, alojamiento en carpas y otros.

-¿Cuál fue el impulso de partir y viajar sin destino?
“Pensé que a los 26 años estaba todo estructurado. No tenía hijos ni pololo, y consideré que tenía que quebrar el esquema. Lo único que se me ocurrió fue hacer un viaje y al principio fue partir con la idea de ir a estudiar. Llegué a México, donde no estudié mucho porque la universidad estuvo siempre en paro y después de un asalto que fue violento me di cuenta que en ese lugar no quería vivir”.

-Ahí fue cuando elegiste partir a Asia. ¿Por qué?
“Bueno, recorrí Centroamérica, regresé y trabajé un poco y entonces me fui a Asia. Yo creo que decidí eso porque era un sueño, mi espíritu me llamaba, la mamá de una amiga viajaba mucho para allá y me lo había transmitido y además, ya tenía un pololo que trabajaba en esa zona y viajar sería una forma de poder vernos”.


De esta forma fue como aprendió a hacer turismo de otra manera, llegaba a un lugar y lo recorría a pie todo lo que se podía. En Nepal trabajó en un lodge en medio de la selva, pero simultáneamente, para hacer más plata, se puso a comercializar textiles que mandaba a Chile y colaboraba con algunas revistas de turismo.

-¿Qué experiencias sacaste de este periplo que hoy traspasas a otros?
“Diría que lo principal es decir que hay que atreverse a ver otras cosas en el mundo. Puede sonar cliché, pero en Occidente, en general, si te mueves por él estás como protegida por una misma cultura, por la misma forma de ver el mundo. En cambio, en otras partes sufres lo que realmente se llama ‘cultural shock’, donde tienes una perspectiva distinta de las cosas. En una cultura distinta hay otra noción de todo y eso es súper enriquecedor.
“También trato de transmitir que es necesario permanecer un poco; que cuando se llega a un lugar puede ser que quieras volver inmediatamente, pero si lo superas, puedes aprender muchas cosas. Hay momentos en que es difícil estar en otro país, se pasan sustos como tener que ir al dentista o si te quiebras una pata y siempre llegan miedos, pero si te sobrepones, aprendes”.

-¿Esto explica los motivos por los cuales algunas personas optan por viajes que no son a Cancún ni Miami?
“Uno elige el tipo de experiencia que quieres. Si eliges un resort en el Caribe estás buscando estar protegida y aunque es válido, no tendrás una experiencia más profunda. Lo que nosotros ofrecemos es un acercamiento al lugar donde vas que tiene otro tipo de contenidos y eso tiene que ver con el tipo de hoteles que eliges, el tipo de operadores, en toda la red de gente que te hará la ruta. Nosotros postulamos el contacto con las personas del lugar, que tu visita tenga el mínimo impacto, que haya una experiencia íntima.
“Esto también lo buscamos con los viajes más de aventura donde queremos que la gente se exponga al lugar, que se exponga al temor de dormir en una carpa en medio de la selva. Nuestros destinos son más remotos por eso”.


Bárbara no se explica mucho cómo llegó a estar al frente de Mandala junto a un grupo de socios. Sabe que la última vez que regreso no se vio en un diario y resultó natural derivar a esto porque colaborar en revistas especializada no le iban a permitir solventar sus viajes futuros. De hecho, para poder volver a esos lugares que conoció instaló una tienda donde vendía artículos traídos del Oriente, pero esa iniciativa no prosperó cuando salieron muchos otros al camino.

“Me cansé de nunca llegar, de nunca plantar un árbol y verlo crecer. Eso me colapsó, la desestructura, al revés de antes, me terminó angustiando y por eso quise volver, pero mantener un contacto con esos lugares”, cuenta. Y agrega que ahora está casada y tiene 3 hijos que aún siendo pequeños ya viajan con ella.

-¿Tiene que tener alguna personalidad especial el turista que quiere vivir este tipo de experiencia?
“Tenemos varios grupos; uno son jóvenes, universitarios, salidos de cuarto medio, que lo único que quieren es viajar. Armamos grupos de 12 personas de todas partes del mundo y con guías occidentales que han vivido en los lugares que van a visitar. También tenemos los novios que arman lunas de miel diferentes como un safari por África con sólo dos días en un all inclusive; es como su primera aventura para verse en un mundo distinto.
“En los adultos, de 50 para arriba, hay parejas que ya tienen los hijos más grandes, que ya se fueron a Cancún y ahora buscan otro tipo de experiencia incluso con los hijos y éstos parten dos semanas a hacer un safari a Tanzania”.

-Este turismo es más caro, ¿encuentran nicho?
“Es verdad, pero hay viajes baratos, como hacer un recorrido en camiones, durmiendo en carpa, viajando por tierra por algún lugar de África. Tienes que pensar además, que nosotros estamos en un lugar súper alejado, en Europa hay aviones todos los días a las islas Mauricio y nosotros tenemos que usar casi tres días en llegar.
“Nicho hay, está creciendo y cada vez hay más empresas como éstas, porque en definitiva la gente los está demandando y al final no son más caros que otros, porque nosotros damos muchos más servicios. El turismo masivo, de resort, está en extinción. Ya ni siquiera es para la familia; hoy las guías están mostrando viajes especiales con niños que no son turismo masivo.
“Esto va creciendo, con crisis o sin crisis, la gente está viajando así”.

-Ustedes dejan el 1% de sus ventas a una fundación, África Dream, ¿de qué se trata?
“Hay una psicóloga, Janet Spröhnle, que armó esta fundación hace un tiempo y que consiste en enviar voluntarios a distintos lugares de África a generar proyectos de desarrollo. Hoy están presentes en Sudáfrica, al norte, en un lugar llamado Malamulele, donde hay una monja chilena; también en Zambia y Kenia. Nosotros quisimos aportar el 1% y es como lo mínimo; cuando tú vas a un lugar es de buen karma entregar algo de vuelta y eso estamos tratando de hacer. Es dar algo de todo lo que recibiste y por eso, le ofrecemos a nuestros viajeros si quieren aportan también de su parte”.


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