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Horacio Saavedra: “No soy solamente el Festival de Viña”

Tras dejar la dirección de la orquesta de la Quinta, el músico ha decidido probar suerte como concejal. Con todo, asegura que la música es su vida y que está decidido a no dejar de lado el trabajo que le ha dado mil alegrías y una que otra pena.

15 de Agosto de 2012 | 08:07 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Alex Valdés, El Mercurio.
Se siente con la obligación de escuchar a Justin Bieber y Marron 5. Después de cincuenta años en la música, treinta y ocho de ellos dedicados al Festival de Viña del Mar, y varios más a los programas más históricos de la televisión nacional, Horacio Saavedra se mantiene actualizado con los últimos hits, por más que no sean de su preferencia musical.

Bajito, chancletero -con cinco hijas, cinco nietas y solo dos nietos-, el músico, sin embargo, está en otra etapa de su vida. Desde que el año 2011 dejó de dirigir la orquesta de la Quinta, parece tener más tiempo para su familia y para buscar nuevos rumbos.

Hace unas semanas se supo que es parte del grupo de famosos que irá como concejal por la UDI. En su caso, la comuna donde dará la pelea es Ñuñoa, el sector al que llegó en 1963 desde Pitrufquén, a los 16 años, “huaso, sureño y tímido”, como cuenta.

Allí vivió y estudió su carrera, la que le traería años de cámaras, aplausos, y el trabajar codo a codo con cuanto artista pisaba el escenario de los programas de televisión en los que trabajó -“Dingolondango”, “El festival de la Una”, “Martes 13” y “Viva el lunes”, entre otros-, y que se suman a años y años de músicos desfilando por Viña.

Su salida de la Quinta no fue lo que esperaba. Tras una “campaña de desprestigio” -como lo llamó en su momento-, en la que algunos de los músicos de su orquesta lo acusaron hasta de no saber componer música y no pagar viáticos, fue reemplazado por su ex baterista, al mando de la musicalización del festival.

Fue doloroso para él, pero prefiere sacar el lado positivo de su experiencia ahí: es la persona que más tiempo se mantuvo como rostro habitual de Viña, y la gente le retribuye con cariño eso. “El reconocimiento del público y los artistas es inolvidable”, comenta en la sede del partido que lo apoya en su recién nacida veta política.

-¿Es ésta su jubilación de la música?
“No, lo que pasa es que bajé un poco el ritmo de trabajo, a raíz de mi salida de Viña, que era una cosa predecible. Nadie puede pretender eternizarse en un festival, y yo estuve treinta y ocho años ahí. Nadie ha estado tanto tiempo. Era un cambio lógico, pero de ahí a jubilarme, no pienso. Lo último que hice fue la música para las Olimpiadas en Canal 13. También estuve haciendo las pistas de uno de estos programas de talentos, aunque uno no aparece ni en los créditos. Pero siempre hay cosas para hacer. En este momento estoy trabajando en el Festival Interescolar ‘Afina’, y aunque parezca absurdo, hay mucha gente que contrata la orquesta para el cumpleaños de la mamá o eventos de empresas. Por eso no es que me retire de esto. Mi vida es la música”.

-¿Extraña Viña?
“Sí y no. Yo estaba esperando este cambio. No de la manera que se hizo, pero no podía pretender jubilarme ahí. Es absurdo. Además, en Viña nadie es indispensable”.

-Su salida vino después de varias acusaciones en su contra de algunos de sus ex músicos. ¿En qué va ese asunto?
“Eso no quedó nada. Si analizabas la acusación veías que no tenía ningún asidero. Me acusaban de que no sabía escribir música, que no hacía arreglos, que me los hacían, cuando son cosas que hago desde hace cincuenta años. Lo más lógico era hacer una demanda de todo lo que acusaban, pero no se hizo nada. Igualmente hicieron bastante daño. Lo peor es que era gente que trabajó conmigo, a la que le di trabajo. Por eso siempre digo que este medio es complicado. Lo aprendí cuando Izidor Handler, que fue director de la Sinfónica de Viña del Mar -con el que llegué a trabajar a mi primer Festival- me decía: ‘Chico, detrás de cada atril hay un director frustrado. Ten cuidado’. Tenía razón. No es un gremio fácil”.

-Y sale de un medio difícil para meterse en política...
“(Ríe) Bueno, una de las primeras cosas que te enseñan es que esto es sin llorar. Hay que tener cuero duro, porque te van a atacar por sí o por no.
“Esta es una aventura muy conversada con la familia, pero pensamos que a esta edad está la madurez y la experiencia para hacerlo. Ya no está esa dinámica de trabajo de televisión, donde no se pueden dar disculpas, y no tienes mucho tiempo para dedicarle a la familia u otras cosas. Fueron tantos años así, desde el 71 al 2010”.

-¡Tanto tiempo!
“A una de mis hijas no le gusta que diga estas cosas, pero yo no soy solamente el Festival de Viña. He hecho más de dos mil programas de televisión, en su época de oro y glamour, que no es comparable con lo que es ahora.
“Me ha pasado algo divertido, porque para participar en un Fondart me han pedido currículum y yo nunca había hecho uno. Empecé a hacer memoria y fue un buen ejercicio. Sobre todo recordar todos los artistas conocidos mundialmente con los que tuve la oportunidad de trabajar. Desde Julio Iglesias, ‘el Puma’, Nidia Caro, Emmanuel, Luis Miguel cuando era niñito...”.

-Y cuando era simpático, dicen.
“La culpa no es de él, es de la gente que lo rodea, de los que hacen la tarea sucia, la pesada. Además es un hombre que no tuvo infancia y hay que entenderlo. Fue explotado, maltratado, pero muy querible.
“También trabajé con Plácido Domingo. ¡Cuándo iba a imaginar yo que iba a dirigir a Plácido Domingo! No sé, son cosas inolvidables”.

-¿Alguna anécdota?
“Es que las anécdotas no son tan divertidas como la gente cree. Por ejemplo, me tocó estar en Viña, en el 73, cuando se les ocurrió a los creativos contratar, por un lado, a los Quilapayún y otro día, a los Quincheros. Imagínate cómo fue eso; la Quinta dividida como el país entero, con un odio terrible. Nosotros estábamos en el foso de la orquesta -entre el público y el escenario- y nos llegaba todo tipo de objetos; piedras, monedas, bolsas con excremento, botellas. Tomamos nuestros instrumentos y tuvimos que arrancar. Gonzalo Beltrán, que en esa época dirigía el Festival, desmontó las cámaras e hizo lo mismo”.

-También fue testigo en el Festival de mucha historia oculta. Qué decir en televisión... La verdad de las peleas entre Pilar Cox y Javier Miranda en “Martes 13”, el romance de Cecilia y el Kike en “Viva el lunes”.
“Es verdad que si yo tuviera las ganas, podría escribir muchas cosas simpáticas, pero no es mi personalidad. Yo lo que menos tengo es ser farandulero. Lo que pasó, pasó. Uno mira pero no opina”.

-¿No le dan ganas de escribir su biografía?
“A lo mejor, después que haga una carrera buena como concejal, para dejar algo que le sirva a las personas. Por ahora, lo que más me agradece la gente es haberles alegrado la vida con la música. Pero quisiera dejar algo más concreto”.

-¿Cuál es su vicio privado?
“Yo soy bien fome para mis cosas, pero fome-fome. No fumo, no tomo, no bailo”.

-¿Y cómo se casó?
“Porque mi señora hace todo lo que yo no hago. Ella es muy inteligente, así que me sabe manejar bien. Ya son cuarenta años de matrimonio. No es fácil la convivencia para nadie, pero con los años vas aprendiendo a respetar con las virtudes y defectos.
“En mis tiempos libres me gusta hacer puzzles, sobre todo los de El Mercurio. Creo que es un buen ejercicio. También me gusta escuchar música. Estar al día, saber lo que se está tocando”.

-¿Le gustan artistas actuales?
“No es que me gusten, estoy obligado a escucharlos. Creo que el mérito de mantenerse tantos años en la música es estar actualizado. Eso sí, no soporto el reggaeton; es puro ruido y nada de musicalidad. Pero me encanta Michael Buble, que reemplazó mi adoración por Sinatra. También escucho Rihanna, Maroon 5 y Justin Bieber, que son música para un segmento, pero tienes que conocerla igual”.
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