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Carolina Correa: “Comer sano no debe ser una imposición, debe ser un hábito y un placer”

Esta conocida chef cree que la cocina está retomando lo simple porque ya todo se ha inventado. Asegura que comer sano no es más caro y tampoco fome.

30 de Octubre de 2013 | 17:27 | Por María José Errázuriz L.
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Se llama Carolina pero responde ya sea a Carola o Caro y no se complica. “Es mi nombre artístico”, dice entre carcajadas.

Su vida ha girado desde joven en torno a la cocina, pese a que estudió algunos años paisajismo. La impronta de su padre marcó en parte su destino; oriunda de Puerto Varas, estaba estudiando en Santiago paisajismo, cuando éste la llamó y le pidió que regresara para hacerse cargo del restorán Ibis.

Y así, de la noche a la mañana, Carolina Correa asumió la administración y manejo del famoso restorán, que luego trajo a la familia a la capital y hoy los tiene a todos instalados en el local “Raúl Correa y familia” de Las Condes.

Se define como aventurera y eso permite explicar por qué ha incursionado en el mundo de las comunicaciones ya sea como comentarista en radio, conductora de programas en televisión y cabeza de una revista con su nombre donde enseña recetas y estilo de vida sana.

“Me encanta jugar con la vida, en buena, con ciertos marcos. Cuando uno se toma la vida muy en serio te empieza a ir mal en todo”, dice cuando se le pregunta si es autodidacta.

Continúa: “Cuando una se la toma en forma más liviana, puede navegar, tomar desafíos. La vida es simple”.

-¿Pero te cuesta concentrarte en un proyecto?
“No, yo soy de las personas que asume un desafío y la saca adelante, no soy de las que parte y abandona. Muchos me creen muy loca, más mis amigos, porque soy una convencida que las cosas muy pensadas no salen”.

Carolina es reconocida por su participación por muchos años en un matinal de la tevé; pero hoy está a punto de reestrenarse en el cable con un programa de cocina y distribuye su escaso tiempo –casada, con cuatro hijos, vive en Olmué- con la representación como rostro de diferentes productos.

Cree que buena parte del camino que ha recorrido con éxito se explica en que no es muy amiga del rango y del poder de otros, es más, señala que su plus está en que todas son iguales y la forma como se conecta es en la naturalidad misma.

Se define como empresaria más que cocinera y por eso, está concentrada a full en la concesión que acaba de tomar del club del estadio Manquehue y con los cursos de coaching que realiza para empresas donde su discurso sobre vida sana gana terreno con fuerza.

Siendo una mujer trabajadora –“algo que me encanta”- es también pro familia y por eso, también la opción de salir de Santiago y buscar un espacio donde poder estar más conectados, tal como lo experimentó cuando chica en el sur. “Quiero hijos con seguridad, con los pies bien plantados y creo que en Santiago eso era difícil; todo parte de la contención que se recibe hasta los 10 años”.

-¿Cómo ha sido trabajar con tu padre?
“Era mi pasión, cuando me pidió hacerme cargo del Ibis fue como jugar a ser empresaria, pero con todo el estrés que implicaba. Mi padre me enseñó todo en un día y me traspasó el poder. Él creía que había que trabajar y no estudiar”.

-¿Por qué no estudiaste cocina?
“Porque no tengo paciencia para estar cuatro años y me enseñen a picar un perejil, que de verdad, sin ofender, ya sé. Tampoco para que me enseñen a hacer una torta de mil hojas, porque de verdad las masas de hojaldre jamás en mi vida las voy a hacer, las voy a comprar o mandar a hacer.
“Me defino como una cocinera comercial -no sé si es el nombre correcto- pero lo soy en el sentido que soy práctica porque tengo cuatro niños y no tengo tiempo para hacer las masas de hojaldre. Creo en ser cocinera 2.0 y hago las cosas con amor”.

-¿Qué tan determinante fue tu padre en tu vocación?
“Bueno, siempre fui una vieja chica. Yo tenía 12 años y me quedaba a cargo de mis hermanos y cocinaba porque era muy responsable. Yo lo admiraba y la verdad es que para mí los restoranes son lo máximo. Siempre me metía en la cocina con uniforme y mi papá me tenía que echar porque decía que la gente iba a pensar que me hacía trabajar”.

-¿Ser partner de tu padre en el restorán ha significado tener otro tipo de relación?
“Es una relación demasiado potente, somos súper amigos y él conoce todos mis secretos, y si bien yo he tenido vuelo propio, compartimos todos, nos damos y pedimos una opinión. Nos peleamos pero nos ponemos en buena… hay una confianza plena y él es tan aventurero como yo.
“Mi mamá me dice que no puede entender que yo vaya a la televisión a enseñar algo que no he experimentado antes y mi papá, en cambio, me dice ‘dale’”.

Carolina, pese al placer que le significa estar involucrada en el restorán reconoce que esta pega es agotadora y de mucho estrés porque hay muchas cuentas por pagar –proveedores y trabajadores-, pero también que nadie se puede intoxicar y hay que darle el gusto a todo el mundo. “Esto hay que hacerlo no con la cabeza, sino que con el corazón y la guata”.

-¿Crees que la cocina en Chile se ha convertido en algo snob? Se habla mucho de las cosas gourmet.
“Es verdad que en los últimos 10 años se ha aprendido a valorar lo que estamos comiendo; hoy la gente sabe más, ya no les puedes dar pescado congelado sin que se dé cuenta o pasa lo mismo con el vino”.

-Pero, ¿eso significa tener una cocina sofisticada?
“Creo que hay público para todos, hay cocineros y chefs para todos; de hecho los más jóvenes están reversionando la cocina chilena y la verdad es que la gran masa busca una comida sabrosa y que no le cueste un ojo de la cara. Para mí la cocina sofisticada está bien para un libro, un programa de televisión o para extranjeros.
“Hay empresarios y profesionales que comen cosas ricas todos los días y cuando van al restorán me preguntan cuál es el almuerzo del personal del día y se comen un plato de porotos con rienda felices.
“La cocina sofisticada es un arte, pero no es mi estilo”.


-¿Con tantos años de experiencias abandonaste algunos dogmas de la cocina? ¿Alguna vez seguiste alguno?
“Nunca seguí ni uno. Partí como cocinera en el matinal y ahí estuve haciendo cocina barata y casera por 10 años. Estuve en la escuela del Tata Díaz que me exigía comida de bajo costo, porque es muy fácil obtener un plato increíble con una langosta o un filete, pero hay que ingeniárselas para que quede rico un guachalomo.
“Estuve 10 años todos los días pensando un plato, eso te obliga a ser innovadora y al puré terminé poniéndole zanahoria”.

-¿Hay cosas básicas que sí se deben hacer?
“Básico es saber usar los aliños; si le pones mucho comino o romero la comida puede morir. Si no tienes un buen sartén, todo te quedará negro; un mal cuchillo te destruye el pescado.
“Ahora que todo es comida saludable, se debe cocinar con poca grasa, poco aceite, leche, mantequilla. Con crema queda todo rico, pero quién se aventura con la salsa blanca”.

-¿La comida saludable implica encarecer lo que se come?
“No, es un error que la gente tiene asimilado. Partí con este tema cuando no era moda, y la verdad es que la comida saludable no es ni fome ni cara. Ahora, yo ya estoy en el paso de comer orgánico. Se debe volver a los guisos, las legumbres, los pejerreyes en vez de la corvina y se deja el queso, el jamón.
“Comer sano no debe ser una imposición, debe ser un hábito y un placer”.
-¿La cocina simple se está imponiendo?
“Creo que se ha buscado tanto y ya se ha hecho todo, que no queda más que volver al libro de recetas “La buena mano”. Ya se hizo la molecular, pero ahora todos quieren la comida de la abuela”.

En la lista de consejos de Carolina hoy está comprar huevos de campo, ir a la feria en vez del supermercado, hacer la granola en vez de comprar el cereal, no tomar bebidas y en cambio tener un jarro de agua en el refigerador con jengibre y limón; dedicarse a los aliños, y hacer pan integral y recurrir lo menos posible al caldo concentrado. “Puede ocupar un poco más de tiempo, pero se valora a la larga; ahora yo no hago nada por imposición y la gente debe hacer lo mismo”, dice.

-¿La gente le tiene miedo a la cocina?
“Creo que sí, aunque de verdad en mis coaching los hombres son los más entusiastas. Ahora, mi sorpresa ha sido que muchas de las mujeres que van a estos cursos no tienen ni un aproximación con la cocina, le tienen miedo y se han acostumbrado a comprar todo hecho porque a veces la excusa es que tenemos poco tiempo”.
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