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Paul Landon: su lucha contra la caricaturización del huaso

Hace más de dos décadas, el eterno conductor de “Tierra Adentro” (Mega), se aterró al ver cómo los citadinos miraban en menos a todo aquel que no perteneciera a la ciudad. Hoy, con horas de material grabado de todo ese universo rechazado, continúa con su lucha de devolverle a lo no urbano el sitial que se merece.

05 de Noviembre de 2013 | 16:32 | Por Ángela Tapia. F., Emol
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María José Vásquez, El Mercurio.
“Siempre falta un lugarcito más por conocer”, asegura Paul Landon. El mismo hombre que lleva 22 años -contra viento y marea, según dice-, mostrando, literalmente, los rincones más recónditos de Chile, tiene a su haber 3 millones de kilómetros recorridos en el país y no tiene intenciones de parar.

Nos recibió en la oficina de su productora, con olor a palo santo, tomando mate y vestido como si estuviera listo para arrancar a un nuevo viaje. Sabe que en medio de una televisión amiga de los realities y la farándula, “Tierra adentro” (@tierra_adentro, Mega), ha pasado a convertirse en una isla en medio de las imágenes de escándalos y consumo. Pero su sueño por devolverle dignidad al mundo no rural (mar, campo, montaña, etc. y su gente), lo mantiene al pie del cañón.

Como buen hijo de agrónomo, de chico se acostumbró a la frescura que ofrece cualquier paisaje libre de autos y pavimento. Y con un gusto adquirido gracias a su familia a los campings y otros paseos, a los 17 años, Paul ya conocía buena parte del país, viajando a dedo.

“Me acuerdo que de lo que más me llamó la atención fue las salitreras. En ese tiempo, aún se podían encontrar algunas sin haber sido saqueadas. Y las vi así, detenidas en el tiempo, mostrando toda la riqueza que alguna vez existió ahí y que de pronto, ¡pum!, desapareció”, explica, aclarando que, en realidad, entre todas sus travesías, fue la gente la que lo marcó.

“En el campo de un amigo conocí a Reinaldo, un gran tipo que me enseñó mucho. Me llevaba a conocer el rastro de los pájaros, de los conejos, los bosques… Sabía mucho, pese a ser analfabeta. Lamentablemente, tenía el grave problema que mucha gente tiene en el campo, que es el de caer en un grado de alcoholismo espantoso cuando se caen al corcho. Él murió en unos 25 cm de agua; cayó de bruces, borracho, y se ahogó. Desde entonces, siempre sentí que debía hacer algo para que este tipo de cosas pasen cada vez menos”, relató, junto a historias de varios otros campesinos que eran capaces de construir casas o arreglar motores sin ningún tipo de estudio de por medio.

“Y si hubieran tenido oportunidad, habrían sido los mejores ingenieros de la Santa María. Esos conceptos siempre estuvieron en mi cabeza y me motivaron a querer devolver la mano a esta gente. Tengo el rostro de Reinaldo siempre aquí”.

Así, Paul ha logrado reunir horas y horas de material audiovisual, que bien se han transformado en patrimonio nacional, mostrando incluso lugares del país que ya no existen, como zonas del centro costero que desaparecieron con el último terremoto. Y por eso, además de seguir entregado a su programa-proyecto de vida, tiene como objetivo subir todo el registro posible a su página de internet, con la esperanza de que todo lo que su cámara ha captado, pueda ser visto por quienes quieran, todas las veces que deseen.

“Nos hemos mantenido por tanto tiempo gracias a nuestro público; cabros de treinta y tantos que dicen ser de ‘la generación ‘Tierra Adentro’, gente que ve las cosas de otra forma; que decidió dejar sus trabajos y todo en la ciudad, para comenzar un proyecto propio afuera, tratando de potenciar esos lugares”.

-Y a ti, ¿no te dan ganas de irte?
“No, tengo mi lugar propio y me voy de retiro al monte cada cierto tiempo para que se me pase toda la locura. Ceo que aquí estoy cumpliendo un rol de nexo como puente entre este mundo y el otro. Tenemos que aceptar lo que somos, y a partir de ahí hacer los cambios. Trato de vivir en equilibrio entre lo urbano y no urbano, y así soy feliz”.

-¿Cumpliendo tu sueño?
“Sí, haciendo este dialogo justo entre el mundo urbano y no urbano. Antes de partir en esto, ya había trabajado en desarrollar proyectos que mejoraran la vida de los campesinos, y así me di cuenta que uno de los puntos más graves es la barrera entre los dos mundos, cómo se miraba en menos a la gente que no era de la ciudad. En los medios se mostraban como personajes anecdóticos; el más huevón de todos era el huaso. Y por eso mucha gente negaba su condición de indígena o de campo, porque simplemente les jugaba en contra. A mí eso me daba espanto que pasara”.

-Después de dos décadas, ¿las cosas han cambiado?
“Sí, pero hoy la capital sigue siendo Chile. En pleno siglo XXI somos testigos de la venta de pomada de la conexión, y no hay que viajar más de 200 km fuera de Santiago para darte cuenta que no hay internet, que las escuelitas no tienen más que una profesora, y que si se quiere acceder a un buen sistema de salud, la gente tiene que viajar una hora. Tenemos el caso de la Isla Mocha, que está solo a 32 km del continente: no tiene  barcazas, hay un avión subvencionado que va cuando se acuerdan, y la electricidad  que tienen les sirve para dos horas diarias. Pero claro, son pocos votos para los políticos; a lo más 500.
“La gente transmite de la boca para afuera lo que es desigualdad. Los invito que vayan a ver las escuelitas de allá”.

Poco francos, pero solidarios

Intentando explicar qué entiende por identidad nacional, Paul aprovecha de reírse un poco de los clásicos disfraces infantiles que llenan los colegios para las celebraciones de Fiestas Patrias, y que no varían más allá del huaso, la china, un look multicolor nortino, y en excepciones osadas, un pascuense.

“En nuestro afán de uniformar todo, creamos figuras que distinguieran al país y decretamos que quien se aleje de esas figuras no tiene identidad chilena, lo cual es una estupidez del porte de una catedral. Imagínate que a los patagones se les prohibió vestirse como lo hacen porque se veían muy argentinos, cuando es un alambre de púas lo que los separa de Argentina. Es evidente que su vestimenta sería la que se usa en la Patagonia y al vestirse así, lo hacen como patagones y punto”, dice, agregando a su concepto de identidad las diversas colonias de extranjeros que se han establecido a lo largo de los siglos en el país.

-¿Qué nos hace iguales?
“Obviamente el idioma, y está también ese concepto territorial de nuestro mar, de nuestro cielo, que nos hace ser isla, una sociedad hermética. En nuestra sociedad tenemos todo un mundo que llamo ‘de beatismo provinciano’, con toda una reminiscencia de cosas supuestamente malas, con los temas sexuales medios escondidos, y que transformamos en tabú. La gente es tímida, no se atreve a hablar de todos los temas a poto pelado, a ser franca, si no que hay que esperar a ver si el otro piensa igual que uno. Le tememos mucho miedo al rechazo, y tratamos de ser conciliadores. Por eso pasa eso de que todos piden cultura, pero a la hora en que pueden apoyarla o tener una actitud real frente a ella, no pasa nada”.

-El ya típico doble estándar…
“Absolutamente. Y cuando lo dices de frente se arma escándalo. Pero a mí a estas alturas, la verdad, ya no me importa”.

-Bueno, algo bonito tiene que haber…
“¡Sí, un montón de cosas! Cuando recorres lugares te encuentras con el alma de la gente de este país, y es una que aún confía en la palabra del otro, que se entrega con solidaridad. Ves cómo una comunidad entera ayuda a un vecino, aunque eso se ha estado perdiendo con el paso de los años, como la minga en Chiloé. Esa solidaridad está en los chilenos –ya lo ves en la Teletón o en las catástrofes-, solo que a veces hay que mover un poco las cosas para que salga, en medio de todo ese individualismo y competencia con el resto que se les enseña a los niños en los colegios”.

-Imposible no preguntarte, ¿qué lugar recomiendas para visitar el país?
“Es difícil viajar en el país porque es caro, y a veces sale más barato irse a Brasil. Por eso, cuando me preguntan qué lugar del sur tiene todos esos componentes que lo hacen vibrar, digo Aysén. Es una región que tiene bosque, Patagonia, hielo, ríos. Claramente, ha sido más visitada por gringos que por nosotros. Y en el norte, la Pampa del Tamarugal; todo ese sector de Pica tiene tanta historia… Es mágico, aunque hoy esté a mal traer. Entre los más impactantes al norte, está el Valle de Camarones, desde el mar al altiplano. Allí aparecieron las primeras momias Chinchorro. Es un camino que hay que hacer con mucho cuidado, pero es impresionable”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Con mi señora tenemos un proyecto personal; ejercemos la agricultura, pero no la de producción común y corriente. Cultivamos algodón latinoamericano en la 4° Región, donde tenemos nuestro campo. Allá está nuestro mundo; estamos acá de paso. El algodón lo usamos para producir papel, uno sin ningún componente químico y entrelazado igual como se hacía en la antigüedad. Ahí mi señora es la profesional. Pero como hobbie, me entretengo haciendo las pastas y haciendo pruebas con la imprenta. Nos gusta el papel porque es un soporte mágico. De lo vegetal sale un soporte natural”.
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