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El lado oscuro de Santiago Tupper, el malo del momento

El actor que personifica al despiadado Hans Troncoso -principal sospechoso de asesinar a Ignacio Goycolea en “Vuelve temprano”-, quiso buscar la maldad propia para preparar al personaje. ¿Qué tan malo podría ser este hombre con cara de niño bueno y un pasado de profunda timidez? ¿Qué o quién hace aflorar sus peores instintos?

04 de Febrero de 2014 | 16:02 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Albertina Martínez, El Mercurio.
“¡Asesino!’”, le grita entre risas un acomodador de autos en Providencia a Santiago Tupper (@SantiagoTJ, 29 años). El actor le sonríe y lo saluda. “¡Usted lo mató! ¡Yo lo sé!”, lo encara el hombre, convencido de que Hans Troncoso, el personaje que Tupper interpreta “Vuelve temprano”, es el culpable de la muerte de Ignacio Goycolea en la teleserie nocturna de TVN.

Tiene cara de niño bueno, lo que ha hecho que en general sus papeles en ficción fueran “ñoños, buena onda”, como dice. Así que cuando le propusieron en rol del despiadado Troncoso, dueño de la discoteque “La negra” -en la que se vio con vida por última vez a Goycolea-, y un tipo ruin que no parece tener mayor problema con maltratar a su polola y moverse en ambientes turbios, saltaba de felicidad.

El actor y director de una productora que da capacitaciones a empresas, Planes de Vuelo, se concentró junto a maquilladores y peluqueros, en sacarse el look de bueno, y ayudado con falsos tatuajes, aros, barba, y el pelo rapado, logró personificar al principal sospechoso del asesinato de Ignacio.

“Hans se ha construido también con el apoyo de Víctor (Huerta, director de la novela). Lo que más me recalcó él fue: ‘no trates de hacerlo malo. Simplemente, a este tipo le importa todo una raja’. Además, yo busqué un poco en mí a Hans Troncoso, mi maldad”.

-¿Cómo es tu Hans Troncoso, tu lado oscuro?
“No sabría dar una definición… Existe en una intimidad súper oculta de uno, cuando estás solo, que da hasta vergüenza un poco mostrarla. Creo que no se la contaría a nadie, tal vez, los más amigos solo la conocen. Son sentimientos, impulsos, pensamientos… Pero tengo cara de bueno, y coincide con que la gente tiene esa percepción de mí. Siempre me dicen que no me imaginan enojado y eso que tengo muy mal genio”.

-Pero si te ves tan tímido, tan quitadito de bulla…
“No me considero un santo, pero soy un buen tipo. Me importa mucho el respeto a la gente, que cada uno viva como quiera y sin pasar a llevar a nadie. Lo de tímido, lo fui mucho en mi niñez y adolescencia, pero se me ha ido pasando un montón. Me he hecho terapia y todo. En mi caso, mi timidez tenía que ver con una cosa egocéntrica, de pensar que la gente me estaba siempre juzgando. Así que, al final, no hacía nada y me quedaba callado. Me dediqué mucho más a mirar que a opinar, y eso, por lo menos, me sirvió para ser actor.
“Pero sigo siendo tímido… Hoy, lo peor que me puede pasar es cuando invitan a los actores a promocionar las teleseries a los programas del canal. Ahí hay que ir a hablar de uno y la gente te mira en directo. Me acuerdo de un director que una vez, me decía por el sonopronter: “ya Santiago, ahora actitud de actor cool, di algo entretenido’. Pero yo me quería morir, y jamás logré ser el actor cool que quería él. Fue un fracaso”.

-En definitiva, eres más bueno que el pan.
“Es que no sé si alguna vez he hecho algo malo. De verdad tengo mucho sentido de lo correcto, aunque qué es bueno y qué no ha  ido variando a medida que he ido creciendo. Antes yo pensaba que era malo preocuparme más de mí o hacer algo para mí, antes que para otra persona. Creía que ponerme yo en segundo lugar era lo correcto, que había que poner siempre la otra mejilla. Pero hoy no me importa tanto el resto de la gente. Sí me importa tratarla bien, ser buena onda y ayudar a alguien que me lo pide, pero hoy no estoy tan preocupado. No sé si es maldad, pero hoy me considero cada vez, más individualista.
“Antes vivía postergado, haciendo lo que quería el resto. Tenía un pensamiento muy católico, que hoy ya no me hace mucho sentido. Hoy no sigo religiones, sigo la mía; me guío por mi instinto. No me considero alguien malo por eso, para nada. Uno elige de qué lado quiere estar y la vida que quiere tener”.

-¿Tienes villanos favoritos?
“El último que me maravilló fue Walter White de ‘Breaking bad’, Al Pacino en ‘Scarface’ como Tony Montana y en ‘El padrino’, como Michael Corleone. Me encanta toda la onda de la mafia italiana. Bueno, y el Guasón de (Heath) Ledger, que  es increíble, un zafado. Él tiene ese concepto de ser malo, no porque es malo en sí, sino porque no le importa nada. Simple”.

-¿Qué cosas malas has hecho tú?
“He mentido un montón de veces… y por ahí, en mi primer pololeo, puse el gorro. También me lo pusieron y después de eso decidí que no era el camino a seguir. Pero esas cosas no me caben en la categoría de lo malo, son chiquilladas. No es pegarle a tu mina o matar a alguien. Yo creo en el karma, y que lo que uno hace se devuelve de distintas maneras. No es que robas y te van a robar. Uno va acumulando ese tipo de cosas, si es que tienes conciencia de que lo que hiciste estuvo mal. Si no, no creo que tengas un castigo”.

-Dicen que el talón de Aquiles de tu personaje es su polola, la misma a la que maltrata. ¿Dónde o en quién está el tuyo?
“En las relaciones también. Han sido un tema en mi vida el estar o no en una relación. Es algo que me convoca mucho, y una de las cosas a la que más le doy energía en mis pensamientos. En esos temas no tengo las cosas claras; no sé si quiero casarme, pero sí sé que quiero ser papá algún día. Me gusta eso de que un ser humano venga de uno, pese a que no soy muy simpatizante de los niños cuando ya cumplen 7 años y corren y gritan y lloran”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo una manía, que soy súper mañoso con los ruidos para dormir. En parte por eso me fui de Providencia a vivir camino a Farellones, tratando de buscar el silencio máximo. Pero ahora hay un perro que ladra en la noche y me tienen enfermo”.

-¿Hace aflorar a Hans Troncoso?
“Sí, me gustan los perros, pero cuando lo escucho ladrar y ladrar, me baja un delirio; me da rabia el perro y que nadie se haga cargo, sus dueños. Pienso, ¡cómo a nadie más le molesta! Yo estoy al otro lado del río y ni siquiera puedo ver al perro, pero su ladrido ya me lo sé de memoria. A veces me he puesto a gritar como desaforado en mi casa: ‘¡Aahh, perro #$%&!’. Me da rabia no poder controlar eso, porque me doy cuenta de que es una estupidez, un problema mío; que debiera olvidarme del perro y dormir. Pero no poder hacerlo, me aumenta la rabia mucho más, así que hoy tomo flores de Bach (ríe)”.
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