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“Pirincho” Cárcamo y su alma de rockero: "Quiero quebrar el sistema"

Desde los 60, este locutor no solo arrastra décadas de vida ligada a la música, sino que todo un pensamiento de paz, amor y guitarras que le hace sentir hasta hoy con la misma esencia de antaño. “Es como un motor, la fuerza para seguir la pelea. Eso es ser rockero, más que la polera negra”, explica.

05 de Marzo de 2014 | 08:33 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Gabriela Salinas, El Mercurio.
Una “leyenda viviente de la radio chilena”, así se suele describir a Sergio “Pirincho” Cárcamo (@PirinchoCarcamo), como una manera de resumir las décadas que lleva en el dial y toda una influencia que ha tenido desde su micrófono, tanto en la música chilena como sus oyentes.

No solo se le atribuye haber sido el primero en programar radialmente a Los Jaivas y a Los Prisioneros, sino que educó en música anglo –entiéndase grandes como Led Zeppelin, Deep Purple, entre otros-, a toda una generación que esperaba frente a la pantalla su clásico programa de televisión “Midnight Special”.

Aún hoy suena la canción de los Creedence, del mismo nombre, que servía como música de presentación su espacio, cuando hace una que otra aparición, un poco a regañadientes, en la tele. Lo suyo es la radio, medio al que le ha dedicado más de 40 años, y desde el que se mantiene actualmente con su programa en Radio Futuro, “Con la ayuda de mis amigos” –recordando el éxito de The Beatles, “With a little help from my friends”-.

“Ese nombre lo escogimos en honor al ‘correo de los amigos’, como llamábamos en los 60 a contrabandistas, marinos y todo aquel que trajera cintas y vinilos con música nueva, así funcionábamos. Y bueno, ahora más que nunca, lo que hago se lo debo a la ayuda de mis amigos”, dice frente a su micrófono y a una pauta de canciones y datos que debe dar en su espacio radial, con las letras exageradamente grandes.

Se operó de cataratas hace 7 meses, pero la recuperación ha sido muy larga, explica. “Al principio no veía nada. Pero quise volver a trabajar a la primera semana de la operación, porque soy porfiado. Aquí me dejaron, pero con la condición de que me iban a buscar y me iban a dejar. Al final, me aprendí el camino de memoria y calculé que alcanzo a fumarme un pucho completo desde mi departamento hasta acá. Porque si no me fumo mi pucho, no trabajo”, dice medio en broma el agradecido locutor.

Entre canción y canción, Pirincho nos dio esta entrevista llena de recuerdos de los 60 y 70 en Chile, en años en que si ponía a Quilapayún en el dial, lo acusaban de comunista y si ponía a Jimi Hendrix, de apoyar el imperialismo. No eran años fáciles.

“Chile era un país muy polarizado, o eras de izquierda o de derecha, revolucionario o conservador. Era una época de hippies también, de gente que hizo una revolución sin precedentes; de las flores, de la paz, de dejar de funcionar a través del dinero, diciendo hagamos el amor y no refiriéndose solo al sexo, sino de compartir la tierra, el planeta”.

-Y tú, ¿eras hippie o no?
“Mis compañeros me decían que no era hippie, porque trabajaba, o sea, era un burgués, y porque me cargaba la marihuana, su olor. Era el mismo que había en el campo, cuando queman bosta para espantar a los mosquitos”.

-¿Rockero, entonces?
“Sí. Yo nací en la época de la música tropical y romántica en español, además de las rancheras. Obviamente, me pateaban. La música clásica se escuchaba todo el día en mi casa de Santiago, también, porque mi tía y mi mamá fueron bailarinas. Pero cuando nos trasladamos a Valparaíso, de golpe y porrazo, me encontré como en otro país, donde sonaba Bill Haley, Elvis Presley, Buddy Holly… De ahí me gustó el rock and roll y sus variantes musicales”.

-¿Qué significa para ti ser rockero?
“Es un símbolo de rebeldía. A mí me gustan todas las cosas imposibles. Lo que me dicen que es no existe o no se puede, me encanta. Hay personas que crecieron con el rock, desde el principio, y que hoy tienen 60 años o más, pero muchas veces se tienen que esconder por el sistema en el que vivimos, detrás de una corbata y un terno. De ellos, hay muchos rockeros de corazón, porque es la música que los identifica, y aún se sienten vivos, con la misma esencia del primer día que escucharon los clásicos, y con la misma energía por luchar por tus principios y valores. Es como un motor, la fuerza para seguir la pelea. Eso es ser rockero, más que la polera negra”.

-¿Y cuáles son los principios y valores por los que luchas?
“¡Uf! Mandar a la mierda a la sociedad de consumo. Tengo tres hijos y debo asumir la culpa de que no he querido quitarles todas las herramientas del sistema en el que estamos viviendo: el celular, internet y esas cosas. Son parte de las reglas del juego, pero el juego no me gusta. Depender de una cosa material, soñar con poseer objetos, una casa, un auto, que después te hacen vivir aterrado pensando que te los pueden robar.
“Mis valores y principios son que quiero quebrar el sistema. Ojalá que volvamos al principio, a autoabastecernos y esperar cosas más permanentes: el cariño, la amistad… Eso no se puede comprar ni vender. Claro, en eso me podrían decir que soy un hippie, un soñador y antisistema”.

-Tienes también fama de ermitaño.
“Sí, y con el tiempo me he puesto más así. Es que son muchos de mis grandes amigos los que ya no están, y no me gusta ir a eventos sociales ni comer afuera. Eso me costó mi segundo matrimonio (ríe). Me entretengo mucho conmigo mismo, por eso no necesito marihuana, porque me pego mis voladas solo”.

-¿Y qué haces solo?
“Pensar, jugar con mi memoria, sobre todo ahora que estoy medio ciego. Lamento no poder leer todo lo que quisiera ahora. Porque me gusta mucho la arqueología, parasicología y ciertos fenómenos naturales y no naturales. Así trato de olvidar que mis amigos ya no están. Prefiero pensar que ya nos vamos a encontrar; no me gusta decir que se murieron. De hecho, ni siquiera fui a sus funerales. Hacer amigos a esta edad es difícil, porque es algo que se cultiva con el tiempo. A mis amigos más cercanos de hoy en día, los veo diariamente en la radio. Hay muy buena vibra aquí".

-Hace unos años te quejabas con rabia de no ser abuelo aún. ¿Lo eres ya?
“Sí, pero no de mis hijos directos. Son de mi segunda señora, de su primer matrimonio. Pero son como mis hijos realmente, porque vivimos todos juntos un buen tiempo. Todos mis hijos son músicos, así que no sé quién me va a mantener (ríe). Ellos me dicen ‘Pirinshit’, porque parece que yo era muy exigente”.

-¿Qué te gustaría traspasarle a tus nietos, eventualmente?
“Todas mis deudas (ríe). No, nada; sería un karma para ellos hacer algo porque el abuelo quiso. Además, me carga ser ejemplo, porque nunca lo fui. Lo único que les pediría es que fueran honestos con ellos mismos, no importa lo que les digan. Que traten de ser buenas personas, que luchen por sus cosas sin molestar a nadie, y ojalá que nos les falte salud dinero y amor”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo un vicio que es terrible, el cigarro. Nunca me he enfermado por fumar, pero contamino todo a mi  alrededor. Si alcanzo, fumo una cajetilla diaria, y lo hago desde los 14 años. O sea, llevo unos 50 o más fumando”.

-¿Nunca trataste de dejarlo?
“No. El único período que no he fumado fue cuando me operaron el páncreas. Como fumo tanto, me vigilan mucho, y me obligan a hacerme cada cierto tiempo un chequeo, pero nunca han pillado nada por el cigarro. Y de casualidad, descubrieron que tenía un tumor en el páncreas. Por eso dejé todo listo y pagado en el cementerio: el terreno, la tumba, todo. No quiero se una carga. Pero al final no me morí (ríe). Antes de ingresar a la clínica le pedí al director que me diera una habitación exclusiva, con una tele grande y terraza, para poder fumar. Y después de muchas discusiones, me la dieron. Lo malo es que cuando me estaban operando, y estaba anestesiado, mis hijos me escondieron todos mis cigarros. A los 15 días me cabrié y me fui a mi casa”.
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