LA EXPERIENCIA

Fuego eléctrico
Se ha vuelto un lugar común asociar a Jimi Hendrix con la guitarra eléctrica, pero lejos de ser sólo una imagen, el efecto de Hendrix sobre el rock de su tiempo fue concreto y determinante. Nadie estaba tocando la guitarra de ese modo, nadie la había tocado así antes y, con su intenso y breve paso por la historia, el músico estadounidense vino a hacer una revolución en el sonido de ese instrumento y del rock en general.
Cuando Hendrix se instala como solista hacia 1966 viene de haber tocado con músicos de soul o del llamado rhythm and blues, R&B o música afroamericana, como Sam Cooke, Jackie Wilson y los Isley Brothers. Pero su lenguaje propio afloró luego, en paralelo a la formación de su primer y más importante trío, The Jimi Hendrix Experience, junto a los músicos ingleses Noel Redding (bajo) y Mitch Mitchell (batería). Y puso todos sus abundantes recursos al servicio de un sonido nuevo: los estilísticos, con su carácter personal para procesar las raíces del blues, el rock, el funk o el soul; los técnicos, con su aproximación personal y por lo demás zurda a la ejecución de la guitarra; y los tecnológicos, con un empleo de efectos de sonido y amplificación sin precedentes para la época.
El efecto audible de todo esto es simplemente el de una tormenta eléctrica. Ruido eléctrico, distorsión, alto volumen, acoples, pedaleras de efectos como wah wah, feedback o fuzz, todo en perfecta consonancia con la expansión de los sentidos preconizada en la época por la psicodelia. Estos son los ingredientes con que Hendrix fijó un estándar nuevo para el panorama de la guitarra eléctrica de su tiempo, la que hasta entonces había estado en manos de grupos más concentrados en la canción y menos en el sonido, como los Beatles, los Rolling Stones o los Kinks entre los más populares. La batería de recursos guitarrísticos de Hendrix a menudo hace olvidar que él fue también un gran compositor, pero es la guitarra su sello personal e innovador.
Así se advierte desde lo sonoro hasta lo visual, con actuaciones que se transformaron en leyenda como su versión electrocutada del himno nacional estadounidense en el festival de Woodstock en 1969, y sobre todo su asalto escénico en el Monterey International Pop Festival en 1967. Fue la noche en que Hendrix tocó su guitarra Fender Stratocaser en la espalda y con los dientes, en que la hizo chocar contra el pedestal del micrófono y contra los amplificadores, en que terminó azotándola hasta hacerla pedazos contra el escenario y los parlantes: todo lo que después se iba a transformar en un ritual vudú, Hendrix lo hizo entonces como nadie antes lo había hecho. Hizo algo más, desde luego: prendió fuego al instrumento, en el momento máximo de paroxismo. En su caso ésa siempre será la mejor metáfora para describir su manera de tocar. Pero esa noche no fue una metáfora: fue literal.