En tiempos de postulantes que llegan como camión a pelear el cetro de reina, Madonna busca revalidar su eterna corona con un disco anclado en lo baile. La apuesta es irregular, pero cumple con el objetivo: En esta guerra, quizás con más urgencia que publicar un buen álbum, había que marcar presencia. Objetivo logrado, por cierto.

Aunque apuntado como un movimiento casi indecoroso de Madonna —en su eterno afán de subirse al carro de lo que "se lleva en estos días"—, lo cierto es que el disco comandado por Timbaland entrega también sabrosas piezas de baile con perfil urbano. Y aunque haya sido con el vuelo de su primera visita, no olvidemos que de la mano de este disco la cantante llenó dos veces nuestro Estadio Nacional.

Un álbum que no marcó hito en la carrera de la cantante, pero que el tiempo ha hecho lucir mejor. Doce temas facturados en dupla con Stuart Price se entrelazan como en un caleidoscopio 100% discotequero, plaza en la que la "reina del pop" se mueve simplemente como pez en el agua.

Madonna vuelve a facturar un disco pop de buen gusto, bailable y con buenas melodías. La continuidad es tal que una canción como "Nobody knows me" parece la continuación de "Music", pero con más actitud. El disco también está cruzado por versos como los de "American life", "I'm so stupid" o "Hollywood", sobre materialismo y decadencia del imperio americano.