Jueves 12 de junio de 2014
Acto inaugural: El recuerdo de Corea-Japón y los dos bandos de la FIFA
Parte la fiesta que todos pacientemente esperamos, desde que hace 4 años Iker Casillas elevó la Copa al cielo. Es el evento más grande del mundo, que administra FIFA pero que le pertenece a todo el planeta fútbol.
Harold Mayne-Nicholls
Ex presidente de la ANFP

Mayne-Nicholls, periodista, trabajó en diversos cargos de la Fifa entre 1994 y 2012, además de haber presidido la Asociación Nacional de Fútbol entre 2007 y 2011.

Amanece en Cuiabá y empiezo a escribir lo que fueron los últimos kilómetros del trayecto hasta la sede donde Chile debuta mañana. Anoche los mosquitos no me dejaron hacerlo.


La ruta desde Bela Vista fue por una carretera asfaltada, sin tropiezos, y con paisajes tropicales. Además, cruzar el río Paraguai y una cadena montañosa hizo más interesante el recorrido. Pasando muchos puestos a la orilla para comer y sin control alguno de la policía llegamos de día a Cuiabá y pudimos buscar con calma un lugar donde alojarnos y tener tiempo para ir al concierto de Los Tres, que la embajada organizó ayer en la Casa de la Cultura de Cuiabá.


No nos costó demasiado encontrar hospedaje. Teníamos un par de datos –conseguidos por internet- que queríamos verificar personalmente, pero en el aeropuerto Eduardo se encontró con un amigo chileno, que le traía dos boletos para el partido frente a Australia (que los mandó Andrés Alvarado; los otros los conseguimos con Liberty Seguros. Gracias a todos los que se preocuparon ante la pérdida de mi mochila)… y apareció otro chileno… cruce de información y ya estamos instalados a unos 3 kms del estadio. Es una casa recién refaccionada –incluso con olor a pintura- que tiene las comodidades que se requieren para una breve estadía.


Me tocó participar en la organización de dos ceremonias inaugurales.

Además cerca del Fan Fest (un lugar público de la FIFA que recibe a miles de fanáticos que acuden a ver los partidos en pantalla gigante) donde, en un par de horas, acudiremos a presenciar la jornada inaugural.


Me tocó participar en la organización de dos ceremonias inaugurales. Más bien diría que administrar los tiempos, el orden y la logística de la misma.


Tengo claros recuerdos de ambas. La primera en Seúl, en el último mundial que se inició en mayo –con jugadores con muy poco descanso tras las temporadas europeas- y que no tuvo al dueño de casa en la apertura (fue Francia, como campeón vigente, y Senegal: 0-1).


Al asignarme esa misión, lo que más me advirtieron es que no podía permitirme exceso en los tiempos. Qué el partido estaba fijado para las 20,30 horas y no debía sufrir retraso alguno.

Todas las mañanas, durante unos 10 días, recibía ese mensaje de varias autoridades de la FIFA. No lo hacían en el resto del día, pues había tal revuelo político en la organización que el tiempo lo invertían en otras cosas.

Por esos días, habían dos bandos en FIFA: el que buscaba la primera reelección de Joseph Blatter; y los que apoyaban al camerunés Issa Hayatou, dirigidos por el secretario general de FIFA, Michel Zen-Rhuffinen.


Yo en el medio. Con alta responsabilidad y viendo como todos trataban de llevar agua a su orilla. Recuerdo que lo más complicado de la inauguración –salvo la permanente llovizna que me hacía temer la caída de uno de los hombres que cargando troncos de unos 20 metros corrían por la cancha a pie pelado- fue establecer los tiempos para los discursos protocolares. Primero debía hablar Blatter; después el presidente de Corea del Sur.


Los primeros borradores de discursos que los asesores de ambos nos mostraron eran tan largos que atrasaban todo. Hubo que empezar a transar, hasta que quedamos en algo así como 2 minutos para cada uno. Lo ensayábamos con cronómetro en mano y cuando se excedían les pedía resumir hasta que llegamos al tiempo establecido.


En la ceremonia, partió Blatter y la rechifla fue de tal magnitud, que al inicio de sus palabras hizo un alto, guardó un largo silencio y le dijo al estadio “Fair Play, please” y volvió a callar antes de continuar.


Además hizo un saludo protocolar a diferentes autoridades que nunca estuvo considerado. Todo eso alargó en casi un minuto sus palabras.


Al rato, el Presidente de Corea del Sur hace su discurso y veo como va alargando el tiempo asignado y finaliza hablando casi 3 minutos. Con la ovación que se lleva, mi cronómetro registra un retraso total de más de 90 segundos.


Terminado todo (el evento en sí se demoró 2 minutos más de lo presupuestado), trato de recuperar tiempo, pero no fue fácil invitar a los jugadores de Senegal a salir del vestuario y esperar formados el ingreso al campo de juego. Era su primer mundial y estaban extremadamente ansiosos y nerviosos. Para más remate, cuando trataba de acelerar los tiempos, el árbitro de Arabia Saudita (Ali Bujsaim) se confundió y se quedó petrificado tras los himnos.


Se le olvidó invitar a los jugadores a darse la mano. A los gritos entendió y después tardó muchísimo (al menos para mí) en el sorteo y la última conversación con sus asistentes, que tras eso partieron a una eterna ceremonia de revisión de las redes.


Al final (recuerdo perfectamente) 2 minutos y 20 segundos de retraso. “no está mal para tú primera inauguración del mundial”, me dijeron al otro día.


La responsabilidad se repitió en Alemania 2006. Nuevamente fui yo el encargado de decirle al árbitro (esta vez el argentino Elizondo) que diera el pitazo inicial de la fiesta.


Pero si cuento anécdotas de aquello, me quedo sin mencionar que hoy mi hijo Alex cumple 21 años. Está en Santiago, terminando sus exámenes en la Universidad y en 5 días llegará por estos lados.


Recuerdo que para ver nacer a Alex viajé especialmente a Santiago desde La Paz, en medio de una gira de la selección chilena, previo a la Copa América de Ecuador (yo era el gerente de selecciones el 93), que me tocó organizar. Partimos perdiendo en Colombia, ganamos después a Ecuador en Quito y finalizábamos en La Paz frente a Bolivia.


Buscábamos aclimatarnos a la altura que encontraríamos en Cuenca, sede de nuestros juegos. Yo llamaba a diario a mi señora para saber cómo estaba, hasta que me dijo que creía que ese fin de semana llegaba Alex.


Dejé un jueves en la noche a la selección instalada en La Paz y volví a Chile. Alex llegó un sábado temprano. Compartí con él y mi mujer ese día y al siguiente regresé a La Paz, donde ganamos al mismo equipo que clasificaría, meses después, a la Copa del Mundo 1994.


Había alegría y optimismo. Dos triunfos en la altura: y ya nos consideraban como uno de los favoritos.


De la Copa América volvimos antes de tiempo. Eliminados en primera fase. Con dolor, aunque para mí estaba el consuelo de poder compartir más tiempo con el segundo de mis hijos.


Pero esas historias, son de otra bitácora. La temperatura empieza a subir en Cuiabá y también a llenarse la piscina de la casa que arrendamos. La hora del debut de Chile está muy cerca…


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MayneNicholls conversa con Los Tres de fútbol y música

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