![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() |
![]() | |||||||||
| |||||||||
![]() |
|
Un "real" vendaval empapó la fiesta El mal tiempo dificultó la labor de los fotógrafos.
Así, mientras la ceremonia transcurría sin sorpresas en el interior del templo -salvo las pillerías de los más pequeños-, en las afueras la imprevisión de la puesta en escena provocaba situaciones más que curiosas cuando periodistas y camarógrafos intentaban capear el temporal ante la desesperación de los organizadores, que veían cómo la escenografía -milimétricamente preparada- parecía más una piscina que un escenario de gala. Pero, sin duda que las grandes escenas se vivieron cuando llegó la salida de los asistentes de la Catedral y fue imposible que hicieran el recorrido hasta palacio a pie, como estaba previsto. Varios autobuses, dispuestos de emergencia, debieron recorrer varias decenas de veces los 160 metros que separan la Catedral del Palacio Real para que los reyes, reinas, jefes de Estado y de Gobierno y diversas personalidades no se mojaran. Así, la multitud que esperaba aún estoicamente tuvo que conformarse con ver a la realeza a través de empañados vidrios y sombreros. El único que se saltó el procedimiento fue un flemático Carlos de Inglaterra, quien a pesar de las gotas se atrevió a atravesar en solitario el patio -aunque escoltado por un asistente con paraguas- ante los gritos y aplausos del público que celebraba su osadía. Ya cuando los claros en el cielo espantaron el agua, los asistentes que aún hacían cola en el templo -y los novios estaban en su recorrido por Madrid- se aventuraron a cruzar el patio ante el júbilo de los presentes que estaban deseosos de ver caras conocidas. "¡Guapos! ¡Qué disfrutéis la fiesta! ¡Pasadlo bien!", les gritaban a su paso, mientras los fotógrafos lograban por fin hacer su trabajo, aunque como bien decía uno: "Pa' esto, mejor verlo en casa".
|