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España vibra con el surrealismo nupcial La
monarquía tiene un papel escaso en la Constitución, pero
un rol de primera en el imaginario colectivo popular. La liturgia de la ceremonia de la boda ha quedado marcada por los símbolos que obsesionan a la opinión política de una España en la que acaba de producirse un inesperado cambio de orientación política -gobierno socialista tras la mayoría absoluta del partido conservador presidido por José María Aznar, luego de la tragedia de 11 de marzo, con el atentado terrorista en el corazón de Madrid-. A los críticos por el costo elevadísimo de todo lo relacionado con la boda, incluso el nuevo gobierno responde con el argumento de que Madrid, capital de España, necesitaba un evento así para lavar su imagen y recuperar la alegría colectiva perdida. La ciudad, sí, pero también el resto de España, se han paralizado para asistir, algunos en directo y la mayoría frente al televisor, a las bodas que fueron famosas entre el vástago de la dinastía borbónica y la brillante joven asturiana, casada con un novelista oscuro -e ingenuo- del que se había separado. El detalle no es menor: los comentarios, chascarrillos, dimes y diretes relacionados con la boda aluden al itinerario sentimental de doña Letizia, sí, como también a la larga espera para que al fin se casara un príncipe del que se habían filtrado lances amorosos que nunca llegaron a cuajar. La simbología de la boda, diseñada con lujo asiático por los modistos más conspicuos, como Manuel Pertegaz, presentaba al sucesor de la corona vestido con atuendo militar y en una de las catedrales más nuevas (y más feas) del mundo entero: la de la Almudena. El mensaje era y es nítido: Monarquía, Ejército, Iglesia Católica y Madrid resumen el mensaje de una España una-grande-y-libre frente a los intentos de cuestionar, desde discursos políticos periféricos, especialmente vascos y catalanes, la actual unidad de España, a favor de otros modelos federalizantes. No deja de ser curioso que la monarquía, instaurada tras la República, que fue el argumento para justificar una guerra civil (1936-1939) encabezada por el generalísimo Francisco Franco, tenga un papel escaso en la Constitución Española de 1978 pero un rol de primera en el imaginario colectivo popular, que aclama y quiere a sus monarcas y a sus sucesores (príncipe e infantas). Por su parte, la Iglesia Católica, situada en un plano menor en la ley de leyes, que es la Constitución (y que define a España como Estado laico), ha querido, con esta boda, recuperar su centralidad en la vida social española. Así como Madrid, que aspira además a ser organizadora de los Juegos Olímpicos de 2012 y que invierte sumas fabulosas en un aeropuerto, Barajas, que se autodefine como la puerta de Europa para quienes la visitan desde América Latina. La boda más costosa de la historia acabará siendo una inversión de primera, a pesar de las críticas de colectivos minoritarios que no han -hemos- conseguido, en esta ocasión, que se escuchara la voz de los antiboda real. No sé si Letizia Ortiz recordará la frase del best seller de los humoristas españoles del tardofranquismo: "Sólo hay una cosa peor que el divorcio: el matrimonio". En su momento, la frase fue censurada y prohibida. Hoy, la imagen decadente de las monarquías europeas, destinadas a un hipotético Museo de Cera de las causas caducas, necesita rostros de bellas anoréxicas para recuperar un prestigio y un estatus social perdido. Las calles mojadas de la capital española -la lluvia, en el día de ayer ha sido republicana-, ornamentadas con miles de flores que hacían juego con el sonido de las gaitas asturianas, certifican que España, por unas horas, es uno de los reductos de la fe monárquica. ¡Que Dios nos coja confesados! Y que: ¡Vivan los novios! Ignasi Riera es
escritor, periodista y ex diputado. Su carrera en el mundo de las letras
ha aborado áreas tan diversas como la ficción, el humor,
la poesía y el ensayo. Desde hace algunos años es uno
de los columnistas españoles más reconocidos, labor en
la que hace gala de un humor satírico y corrosivo. Entre sus
obras se encuentran : "Los catalanes de Franco", "Jordi
Pujol, luces y sombras" y "Un catalán en Madrid".
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