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Las LIE III son también conocidas como “cáncer in situ” y su mayor prevalencia es entre los 35 y 45 años. En este caso, la posibilidad de que la mujer pueda revertirla en forma espontánea es de sólo del 5%.

Según explica el Dr. Marcelo González, las LIE son asintomáticas o sea, no dan síntomas que nos hagan sospechar su presencia. Algunas, pueden presentar como síntoma un goteo de sangre luego de la relación sexual, pero como muchas otras enfermedades ginecológicas dan el mismo síntoma, “es mejor pensar que las LIE no dan síntomas” y de ahí, que sea importante realizar los PAP regularmente.

Tratamientos de una LIE

Hay varios procedimientos terapéuticos para tratar una LIE en cualquiera de sus tres etapas y son efectivos en un alto porcentaje de los casos. En las LIE leves se busca destruir las células alteradas con métodos ablativos conocidos como crioterapia (congelamiento de las células), electrofulguración (se las quema) o uso del láser.

En el caso de las LIE II y III, hay que asegurarse, explica el Dr. Marcelo González, de que se extirpe todo el tejido alterado del cuello, por lo que se prefiere realizar una intervención quirúrgica conocida como conización. Este procedimiento, además permite descartar la presencia de un cáncer invasor inadvertido.

En todo caso estos procedimientos tienen sus complicaciones. Tras una crioterapia se elimina flujo vaginal abundante por espacio de dos semanas y algunas veces se puede infectar. La electrofulguración, en tanto, puede ser dolorosa.

La conización presenta como problemas más frecuentes y riesgosos la hemorragia porque se trata del cuello uterino zona con mucho tejido sanguíneo. Además, puede tener efectos en la fertilidad futura de la mujer ya que el cuello del útero queda más corto, lo que puede dificultar la correcta función de los espermios en su camino a la fecundación.

También la conización puede complicar los embarazos posteriores ya sea por aumentar el riesgo de que se produzca una pérdida, un parto prematuro (por un cuello uterino corto que se dilata fácilmente antes de tiempo) o una cesárea (por un cuello uterino que puede quedar rígido y no dilatarse por la cicatriz del cono).

Un punto importante a tener en cuenta cuando se acude a realizarse el PAP -para evitar que salga alterado falsamente-, es que no se debe hacer en etapa de menstruación, tampoco se deben tener relaciones sexuales en las 48 horas previas a realizárselo y en el mismo período no se deben hacer lavados vaginales ni usar espumas anticonceptivas o cremas.

Mientras antes se descubran las distintas lesiones que pueden afectar el cuello uterino, más sencillo y más efectivo es el tratamiento. Y, más que hacer el diagnóstico de cáncer cérvico uterino, es mejor prevenir la aparición de lesiones mediante una vida saludable, sin el hábito de fumar y detectando precozmente las lesiones precancerosas con la visita al ginecólogo y la realización del PAP.



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