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No son sustancias
creadas por el hombre, sino viejas enfermedades que ya parecían
superadas, las que aterrorizan a Occidente ante la inminencia de
una nueva guerra mundial.
Viruela:
hace treinta años provocaba 15 millones de muertes anuales.
Su nombre deriva del latín y significa manchado, por las
huellas que deja en la persona infectada. La provoca el virus variola.
Se transmite por contacto directo y prolongado con la persona enferma,
con sus fluidos corporales o con objetos contaminados, como sábanas
o ropa. La incubación dura entre 12 y 14 días. Luego
viene el período febril, de entre dos y cuatro días,
y entonces surgen las pústulas. Pueden pasar tres semanas
hasta que cae la última costra. No hay nada que cure la viruela
una vez contraída. Lo único que se puede intentar
es controlar la fiebre y evitar nuevas infecciones.
Ántrax:
es provocado por una bacteria que ataca al ganado. El contagio a
humanos en forma natural es poco frecuente. Cuando ocurre, se debe
al contacto con animales o productos contaminados, a través
de la piel o al respirar las esporas. En este último caso,
la infección es letal en 9 de cada diez enfermos. La muerte
se produce por hemorragias internas. El ántrax no se contagia
de persona a persona, pero puede sobrevivir décadas inerte
hasta infectar a un ser vivo. Es fácil producirlo a bajo
costo. Cien kilos de esporas liberados sobre una ciudad como Washington
provocarían entre 130 mil y tres millones de muertes. Existe
una vacuna que se aplica en varias dosis y por largo tiempo, por
lo que se recomienda sólo a quienes trabajan con animales.
Fiebres
hemorrágicas virales: son un grupo de enfermedades que
se transmiten a los seres humanos a través de roedores e
insectos. Algunas son leves y otras, muy letales, como el ébola,
detectado por primera vez en 1976 en lo que hoy es la República
Democrática del Congo. También está el hanta,
conocido en el sur de Chile, y el dengue, que se presentó
el año pasado en Isla de Pascua. Provocan fiebre, fatiga,
mareos y dolores musculares. Los más graves causan hemorragias
bajo la piel y en órganos internos, y problemas renales.
No existen vacunas para la mayoría de ellas, excepto la fiebre
amarilla y la fiebre hemorrágica argentina.
Pestes
bubónicas y neumónicas: es causada por la bacteria
Yersinia pestis. En forma natural se contagia de la rata a la pulga
y de ésta al hombre. Se registran entre mil y 3 mil casos
al año. Si se adquiere a través de la piel, la persona
sufre la inflamación y endurecimiento de sus ganglios, que
toman la apariencia de grandes quistes, de ahí el nombre
de peste bubónica. Pero también puede contagiarse
al respirar partículas de la bacteria que son lanzadas por
el enfermo al toser. En este caso, la Yersinia pestis entra directamente
a los pulmones, provocando la variedad neumónica de la enfermedad,
que es la más letal (la bubónica también puede
evolucionar a este estado). En un ataque terrorista, la bacteria
podría ser esparcida con aerosol. No hay vacuna, pero puede
ser tratada con antibióticos.
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