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Vengo a decir
adiós a la imaginación, a la inteligencia, a la gracia
y la libertad que pusiste tanto en tu vida como en tu obra, dejándonos
un legado tan rico y diverso que nunca podremos hacer caber en un
solo catálogo.
Vengo a decir
adiós a un artista que miró al paisaje, sino al hombre
o cuyo único paisaje fue el misterio del ser humano sobre
la tierra.
Vengo a decir
adiós a nuestro Premio Nacional de Arte, que cuando recibió
de mis manos esa distinción, preguntó, entre distraído
y jocoso, que era eso que le dábamos y para que servía.
Vengo a despedirme
de ti, Roberto Matta, porque nos enseñaste que el amor es
como un ojo con el que vemos al otro, que se fija en el otro, un
reflector que dejamos caer sobre los demás para descubrir
que están allí y que nos necesitan.
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