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La ‘mala junta’ para las parejas de sus amigos

12 de Septiembre de 2007 | 10:38 |
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A los 47 años, Lorena Fries, confiesa que en algún momento ella fue la mujer seudo conflictiva dentro del grupo de parejas que frecuentaba debido a sus ideas y defensa ferviente del género.

Abogada de la Universidad de Chile, se especializó en derecho internacional de los derechos humanos y género y en este momento se encuentra terminando su maestría en Oxford, razón por la cual se debe ausentar ocho semanas al año. Para mantenerse en contacto con su familia, aprovecha las ventajas de la tecnología y se cuelga a Skype.

“Soy de maestría tardía; hice lo que hacen muchas mujeres que salen, se ponen a trabajar, se emparejan, tienen hijos y después dicen chita, me hubiera gustado seguir estudiando y eso fue lo que hice”.

-¿Qué te llevó por el camino del género?
“Hay hitos emocionales y otros de conocimiento. Me sorprendía, cuando estudiaba derecho, que la mujer no fuera un sujeto de análisis; en mi época se decía las mujeres le deben obediencia al marido en el matrimonio y todos pasaban de largo como si fuera de lo más normal. Pasaba lo mismo en el ámbito de los dd.hh. donde las mujeres tampoco aparecían y no existía la violencia intrafamiliar.
“En lo emocional me vinculó mi madre, que era muy peleadora, una académica que creía que las mujeres y los hombres tenían los mismos derechos desde siempre. Y también haber escuchado una charla de la totem del feminismo chileno, la Julieta Kirkwood, que me impactó mucho; era sobre el genocidio de las brujas en la Edad Media”.

Su tránsito a Humanas fue paulatino. Al salir de la universidad estuvo un tiempo en la Vicaría Oriente haciendo talleres poblacionales para mujeres y después se fue a trabajar a una ONG llamada “Querkum” y de ahí a “La Morada”. También estuvo un corto tiempo en el Estado, como jefa del departamento de grupos vulnerables en Mideplan con el ministro Luis Maira.

-¿Qué te hizo salir de ahí?
“La burocracia”, sentencia.

-¿Te superó?
“Sí, creo que el Estado tiene la cosa fascinante de que lo que tú haces impacta a millones, pero también tiene una cuestión, que es complicada, que es que es muy lento el proceso de ejecución y de cambio de cultura institucional. O sea, si quieres hacer modernización en el Estado, olvídate. Te dicen, cuando entras, ya se te va a pasar la neura de innovar o no cachai porque erís nueva”.

Durante 5 años vivió en Ecuador, lugar donde conoció a su pareja, chileno por cierto, con quien regresó en 1995. Soltera, pero conviviente hace 14 años, como ella precisa, tiene una hija de 8 años que está en la etapa de “traspasar el Edipo” (se larga a reír).

-¿Fue liberadora esa etapa?
“Sí, además tengo una pareja que entiende mucho y comparte en lo que trabajo por lo que hay, más que en otras parejas, una relación súper igualitaria. Entramos y salimos de lo doméstico con bastante igualdad”.

-O sea, él no representa a los cavernícolas que aún quedan en el país.
“Es más, creo que es resistido por sus pares” (sigue riendo).

-Imposible no preguntarte. ¿Hubo un tiempo en que te miraban como el bicho raro, la feminista?
“Sí, a mis pololos le decían que ojalá yo no me juntara con sus pololas, o sea, yo era una mala influencia, una mala junta, para las compañeras de los amigos de mis pololos. Después pasé a ser un bichito interesante, que no es tonta, pero que se fija en cuestiones tan raras; había una curiosidad que hasta el día de hoy se mantiene”.

-¿Ahora pasas por un mejor momento?
“No, creo que no, pero sí estamos mucho más legitimadas que antes. A mí nunca me dio vergüenza, pero hoy muchas pueden decir que son feministas, porque antes les daba susto ser rechazadas”.

Declara que quiere tener más tiempo para ella y así poder dedicarse a la lectura, empezar un deporte que define “cuico”, el golf, y ver parte del material que comprende su “espectacular” biblioteca cinematográfica.

-¿Tienes cosas conservadoras como mamá?
(Se ríe como pillada en falta) “Que mi niña esté bien vestida, que se vea bonita”.

-Una princesita.
“Sí, pero no de rosado, de cualquier otro color. También tuve que pelear conmigo para dejarla jugar con las barbies; de hecho, una feminista me tuvo que decir déjala que juegue, se le va a pasar y efectivamente se le pasó y ahora es súper feminista de corazón.
“Los ratos más bonitos con mi hija son cuando decimos salgamos y nos vamos a tomar un café y un juguito solas o vamos al cine o hacemos shopping. Conmigo tiene una relación de mina, que me encanta”.

“Sé que no soy la mamá súper típica, pero es la mamá que le tocó no más”, concluye.



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