EMOLTV

“Soy un loco -no un loquito- actor, director… pero más que nada soy creador”

11 de Marzo de 2008 | 09:08 |
imagen
Sebastián Layseca se convirtió en actor casi por descarte, de una manera más que curiosa. “En el momento de decidir qué estudiar respondí un test que salía en una revista, con preguntas como qué hacía mejor y en qué lo pasaba mejor y por eso me metí a estudiar teatro (en la Universidad de Chile)”, cuenta entre risas.

- ¡¿O sea, eres actor gracias a una revista?!
“Sí, así es la huevá’ no más. A esa edad uno está perdido en la vida. Yo era un vago que me echaron del colegio (Liceo Lastarria) y que sólo fumaba pito. Viví intensamente mi adolescencia y juventud. Ahora, a los 33 años no me asusta contar cómo fue. No voy a inventar que me impresionó una obra y por eso me decidí, aunque igual me gustaron algunas, como las del teatro ‘La memoria’, pero sería todo”.

Desde entonces y con la ayuda de sus ‘maestros’ Fernando González, Alfredo Castro, Rodrigo Pérez y Ramón Griffero, ha hecho un poco de todo. Aunque su fuerte ha sido el teatro, en obras como “Los jerarcas” (2001); “La tempestad” (2002); “Tus deseos en fragmentos”, del mismo Griffero, entre otras varias.

En cine protagonizó “El Nominado”, en la que interpretó a un sicótico asesino participante de los entonces tan de moda reality show. Además, ha participado en películas tan diversas como “Sábado”, de Matías Bize, en la premiada “Mala leche”, de León Errazuriz y hasta en “Che copete”.
También suma experiencia televisiva: “Bienvenida realidad” de TVN, “Hippie” de Canal 13 y algunas producciones de Mega, como “Escool”.
En 2005 se lanzó a la dirección teatral con “Heridas” (que trata de crímenes pasionales) y el año pasado con “Yeguas” (sobre transformistas). “Las inquietudes como director siguen pero quiero darme un espacio para ser un artista más camaleónico dentro de mi proyecto de vida, no andar sólo con la camiseta de director de aquí en adelante. Cuando me presento no digo hola, soy Sebastián, director de teatro”.

-¿Y cómo te presentarías a ti mismo, entonces?
“Soy un loco -no un loquito- actor, director, dramaturgo, de teatro, de cine… más que nada soy creador”.

-Además, tu carrera se ha movido dentro de un espectro bastante amplio: desde actuar para Griffero hasta en “Che copete”.
“(Lanza una carcajada) “¡Para que veas! Era un proyecto interesante, trabajar con mi amigo León Errazuriz dirigiendo y al señor Ernesto Belloni (Che copete) le tengo todo el respeto del mundo. Me pareció que le podíamos dar un potencial bastante fuerte y dio los resultados que tenían que dar a nivel de público, aunque las críticas nos hicieron ‘mierrrrrda’ (como diría Che copete). Pero qué más da, esta carrera está hecha de eso y me gusta atreverme, aunque sea con proyectos que se contrapongan a nivel intelectual”.

-¿O sea, no te cierras a ningún proyecto, sea como sea?
“No, soy un convencido que uno tiene que conocer el mundo, las ideas, ponerlas en práctica, hacer un ejemplo en vida de lo que es la tolerancia y el cosmopolitismo como ideario. Nunca me voy a casar con la idea de ser un actor sólo de tele o teatro. Para mí es aburrido marcar el paso y hacer lo mismo siempre”.

-Distinto ha sido tu paso como director.
“Sí y ahora estoy escribiendo unas obras más locas que la chucha. Me gusta apelar en el teatro al mundo onírico y al imaginario que hemos dejado como nación. Tengo una obra que se llama “Los patriotas” que está basada en tres personajes que tienen su alter ego sexual, hombre y mujer, y quiero hacer un cruce entre personajes que existieron pero que me quede bien, por eso me he tomado harto tiempo en hacerlo”.

-¿Ahora piensas abordar temas más políticos?
“Sí, no me gusta esquivar temas, tampoco me voy por las ramas pero no voy a casarme con algo o mostrar algún tipo de sistema político que sirve, porque ya nos hemos dado muchas vueltas ¡y ninguno de los sistema político sirve!”

-Además, has resaltado bastante un lado oscuro, muy relacionado a la muerte.
“Sí, hay tópicos oscuros en mi obra, es un paradigma. Yo postulo que en la muerte y los sueños está la verdadera visión de la vida. Si uno en vida puede asumir lo que viene en la muerte, es un ser iluminado. Entonces, por el contacto tan cercano que he tenido con la muerte (ha tenido experiencias cercanas con sus abuelos, un primo y su papá tiene una funeraria), creo que he buscado la naturalidad de eso y he tratado de indagar en el tema. Asocio la muerte con lo que es el mundo onírico, nuestro doble, nuestras sombras, nuestros pensamientos, lo que tenemos oculto que es lo que me interesa mostrar en teatro, la magia”.

-También has hecho de profe.
“Hice clases de esas que ofrecen hacer en los colegios y todo bien con eso, lo pasé bien, formé cabros que ahora están haciendo cosas pensantes y que les da la libertad y oportunidad de trabajar sobre mi teoría del caos”.

-¿Y cuál sería tu teoría del caos?
“Es que me gusta trabajar sobre la explosión de las ideas. Por ejemplo, con los pendejos, con la irreverencia que pueden tener, manejar esa insolencia y traspasarla a ideas teatrales. Ahí puede salir algo interesante, mejor que andar paqueándolos o tratar de imponerles algo, porque eso se transforma en basura o en fenómenos patéticos de museo, como esos que dicen ser folclóricos y no son nada”.

-¿Esa es la formación que recibiste?
“Sí, bastante academicista y rígida, pero maravillosa y que todos deberíamos tener. Partí con Fernando González y las cubanas. Después pasé por los matices de Alfredo Castro, Rodrigo Pérez y Ramón Griffero, que parte de sus manifiestos es que no deberíamos tener nada que ver con los viejos antiguos, que queremos nuestras propias cosas. Es negar un poco el pasado para después crear y volver a las raíces, que es lo que me interesa”.