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Regiones son el nuevo escenario de asesinatos juveniles

A juicio de la experta en criminología de la Universidad de Chile, Doris Cooper la "tolerancia cero" está empujando la droga y la delincuencia fuera de la capital, lo que trae consigo un mayor número de homicidios en manos de jóvenes provincianos.

06 de Febrero de 2004 | 10:00 | Bernardita Ochagavía y Matías Bakit, El Mercurio en Internet
ASESINATOS EMBLEMÁTICOS
  • Caso Matute Johns: El 20 de noviembre de 1999, el joven universitario Jorge Matute Johns fue visto por última vez con vida en la discoteca La Cucaracha de Concepción.
    Han habido detenciones y procesamientos, pese a los cual la justicia aún no ha podido establecer con exactitud las circunstancias en que habría ocurrido su desaparición.
    Asimismo, su cuerpo tampoco ha sido hallado y, hasta que eso no ocurra, el caso no puede ser caratulado como homicidio.
  • Caso Alto Hospicio: A 20 kilómetros de Iquique, en un pique minero, fueron descubiertos el 9 de octubre de 2001 seis cadáveres de las liceanas desaparecidas desde 1999 en el sector de Alto Hospicio.
    Julio Pérez Silva, de 38 años, fue detenido luego que una menor lo reconociera como el culpable de su violación e intento de homicidio. Éste enterró tres cuerpos en una mina abandonada y cuatro en el sector denominado La Pampa, cerca de Alto Hospicio.
    Las muchachas -todas entre 15 y 17 años- comenzaron a desaparecer en noviembre del año 99. Todas ellas estudiaban en el Liceo Eleuterio Ramírez de Alto Hospicio, donde vivía la mayoría de las víctimas, y su rastro se perdió cuando se dirigían a sus clases.
    A las estudiantes desaparecidas, que son seis, se agregaron tres mujeres adultas.
  • Caso Aisén: Entre 1997 y 2001 desaparecieron y luego fueron encontrados muertos 12 jóvenes de Puerto Aisén, XI Región. Los decesos ocurrieron en extrañas circunstancias, la mayoría de ellos por inmersión en el río.
    El 18 de enero de 2003 la ministra en visita Alicia Araneda sometió a proceso a Jorge Corona Zúñiga, el llamado "testigo clave" en el caso, por el delito de falso testimonio. El 3 de febrero recién pasado la ministra lo condenó a 15 años y un día.
    Actualmente la mayoría de las causas se encuentran cerradas luego de demostrarse que en las muertes no hubo participación de terceros.
  • Caso Cynthia Cortés: El viernes 31 de octubre de 2003 la estudiante de Arquitectura de la Universidad Austral de Valdivia, Cynthia Johana Cortés Pérez, de 26 años, fue vista por última vez durante una fiesta de Halloween, en el casino de la casa de estudios, en el Campus Isla Teja.
    El 7 de noviembre el cadáver de la joven fue hallado en la ribera del río Calle Calle. A fines de enero el universitario Luis Carlos Alberto Núñez Alvear, de 22 años, compañero de Cynthia, confesó haber participado en el asesinato de la estudiante. Núñez bailó con la víctima esa noche del crimen y aseguró que la última vez que la vio fue cuando la acompañó de madrugada al baño.
    El 26 de enero pasado el juez Samuel Muñoz sometió a proceso a Núñez Alvear, como presunto autor del homicidio de la joven. Falta por esclarecer si Núñez actuó sólo o con compañía, además de saber qué pasó con la joven universitaria entre la noche de Halloween y el día 7 de noviembre.
  • SANTIAGO.- La noche del 20 de noviembre de 1999, el joven universitario Jorge Matute Johns era visto por última vez con vida en la discoteca La Cucaracha de Concepción. Sólo tres días después, la menor Carmen Sánchez Jabré, de 14 años, desaparecía camino al liceo en Alto Hospicio.

    Fueron sólo tres días y miles de kilómetros los que separaron la historia de estas dos familias que hasta hoy sufren la pérdida de sus seres queridos, aunque comparten la muerte de un hijo en manos de un desconocido.

    Un fenómeno que impactó en su momento a la sociedad chilena, como fue la desaparición de Matute Johns o el reciente asesinato de la joven valdiviana Cynthia Cortés, ha pasado a la preocupación. Y es que cada día nos extraña menos encontrar en la prensa un nuevo caso de asesinato donde tanto las víctimas como los asesinos sean jóvenes de provincia.

    Este "explosivo aumento de homicidios" en manos de jóvenes de región, como lo califica la socióloga y experta en criminología de la Universidad de Chile Doris Cooper, es una tendencia que va en aumento y que llevará a que Chile cada día se asemeje más a realidades como Estado Unidos y Alemania, donde la violencia juvenil excesiva se encuentra fácilmente en la propia escuela.

    "Chile está en pañales en el tema de los homicidios, (...) pero "va en esa línea". Sólo un cambio drástico en la conciencia social podría revertir una espiral de violencia que parece no tener retorno.

    A juicio de la experta el fenómeno "se está dando más por el tema de la droga y el consumo de alcohol, que se han convertido en parte de la sub cultura juvenil, que se acentúa con el desempleo de los jóvenes", afirma.

    Cooper explica que este excesivo consumo gatilla psicopatías ocultas, acentuando "la emergencia de todas las variables genéticas con psicosis, lo que genera una sociedad más violenta y abierta al aumento de hechos como los homicidios".

    Según cifras del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) en el año 2001, 476 mil personas consumieron alguna droga, al igual que el 23,8% de los escolares. En tanto, en el 2002 hubo 6.401 procedimientos de tráfico por drogas, que corresponden a un aumento de 9,6% con respecto al 2001.

    La profesional admite que en la búsqueda de una solución al problema "no basta sólo con la represión o con la tolerancia cero", puesto que ese sistema "sólo te oculta el hecho y genera desplazamiento del fenómeno" a otras regiones más vulnerables del país.

    "El tráfico (de drogas) y el mundo de la delincuencia se va desplazando a regiones y eso genera más crímenes", lo que de alguna manera -advierte- explica por qué estamos en presencia de una tendencia creciente en regiones.

    A juicio de la experta, las razones de este traslado del mayor tráfico y consumo de drogas y de la delincuencia desde la capital hacia provincia son "porque es un mercado nuevo donde hay menos control policial, lo que se suma a la búsqueda de nuevos pasos fronterizos para internar la droga".

    Detrás de todo asesinato juvenil hay factores comunes que son posibles de definir con claridad. En ese sentido -explica Cooper- a nivel de clase baja, la mayor parte de los asesinatos de jóvenes, de sexo masculino tienen que ver con las siguientes variables:

  • "La implicancia creciente en el trafico de drogas de los menores.
  • El gigantesco consumo de drogas y de alcohol, fundamentalmente en forma más grave en las poblaciones marginales, donde los llamados "choros de esquina" se revientan consumiendo, lo que generan riñas".

    Respecto a los "feminicidios" (muerte de mujeres), "éstos se asocian al tema del machismo", donde estamos en presencia de la mujer golpeada a nivel intrafamiliar o a nivel de pareja, y también "producto de sicópatas sexuales extremos con instintos asesinos, que buscan violarla y matarla".

    A lo anterior se agrega que "las grandes urbes generan más crímenes", donde el consumismo y la competencia lleva a un individualismo exacerbado que convierte a las personas en seres más violentos.

    Una sociedad erotizada

    El sociólogo de la Universidad Católica del Norte, Javier Lorca, en tanto, afirma que los crímenes se pueden explicar porque "vivimos en una sociedad exaltada y altamente sexualizada y erotizada. Basta con notar cómo, hasta para desempeñarse de vendedor, tiene que haber un componente sexual".

    El sociólogo no cree que exista una razón especial para que crímenes como los de Valdivia y Alto Hospicio se hayan llevado a cabo en regiones.

    "Esto no es un fenómeno aislado. De hecho se trata de la composición de nuevas escalas de desarrollo. No son singularidades ni tampoco se trata de un escape delictual a alguna situación especial", expresó.

    Para Lorca, lo que provoca este aumento en los crímenes, es directamente proporcional al número de personas que viven en la ciudad, por lo tanto, las regiones, al seguir los pasos de Santiago, están pareciéndose a éste, tanto en sus virtudes como en sus vicios.

    La solución, generar conciencia social

    "Mientras el Ministerio de Educación no implemente cursos de desviación y de delincuencia juvenil", el aumento de casos como los de Alto Hospicio o Valdivia se seguirá repitiendo con cada vez mayor frecuencia, aseguró la especialista en criminología Doris Cooper.

    "El Estado tiene la obligación ética de mostrarles a estos jóvenes las causas de estos mundos, de manera que ellos se puedan prevenir. Es decir, generar conciencia social, pero además prevenir a través de cursos que traten el conflicto intrafamiliar", advierte.

    La experta también hace hincapié en el rol que el Ministerio de Economía debe tener al respecto, al "preocuparse de buscar trabajo para estos jóvenes, porque la desesperanza y la frustración, acarrean delincuencia y consumo de drogas".
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