En nuestro país las armas no inscritas provienen principalmente de tres fuentes: armas hechizas o transformadas, robo y contrabando.

Se estima que en Chile existen al menos 300 mil armas ilegales, la gran mayoría hechizas o trasformadas. El porcentaje más alto de éstas lo concentran las escopetas, ya que su fabricación artesanal no requiere conocimientos tan acabados como para la fabricación de una pistola o un revolver.

La inmensa mayoría circula en manos de delincuentes y narcotraficantes, quienes las ocupan para cometer delitos o simplemente para enfrentarse entre las distintas bandas.

Distinto de lo que podría pensarse, el origen de las armas clandestinas no siempre está relacionado con el mercado negro. Según diversos estudios a nivel mundial, entre un 80 y un 90% de las armas ilegales provienen inicialmente de transacciones aprobadas por los estados.

Y por las palabras del Presidente Lagos estas cifras parecen confirmarse. Según sostuvo el Mandatario, "el grueso de las armas que tienen los delincuentes son robadas de las casas", de dueños que las tenían inscritas. Incluso fue más allá y afirmó que "los delincuentes roban casi 10 armas al día".

Carabineros de Chile estima que el 64% de las armas que usan los delincuentes y narcotraficantes provienen de asaltos realizados a viviendas que tenían armas de fuego debidamente inscritas.

Anualmente la policía decomisa en todo el país cerca de 3.500 armas en manos de delincuentes, de las que la mitad tienen un origen legal, un cuarto de ellas son de fabricación artesanal, una de cada tres es robada y de cada cinco una tiene su número de serie borrado.

Pero también existen otras maneras de obtener armas de manera ilegal. Algunos decomisos realizados durante el 2003 y 2002 demuestran que los narcotraficantes y delincuentes están logrando acceder a armas de alta complejidad, que son imposibles de adquirir en el mercado formal, por lo que no pueden haber sido robadas desde casas.

Rifles francotirador, subametralladoras automáticas, miras láser y silenciadores hablan de una especie de "profesionalización" en la internación ilegal de armas de gran poder destructivo, lo que no ha dejado indiferentes a las autoridades.

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