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  Beatita Benavides

María del Carmen Benavides y Mujica nació en Quillota en 1777. Sus padres -Francisco Benavides y Javiera Mujica- constituían una reconocida y conservadora familia. El matrimonio tuvo diez hijos de los cuales dos fueron sacerdotes y otros dos pelearon en la guerra de la Independencia.

La Beatita, como la llamaron desde pequeña, dedicó toda su vida al cuidado de enfermos y necesitados. Ella misma los curaba, les daba los remedios y lavaba sus llagas.


Camino a los altares

A principios de los '90 fue declarada venerable.

En 1999 se enviaron los antecedentes a la Congregación de la Causa de Todos los Santos, en Roma, tras el término de la investigación a nivel local. Desde entonces el proceso de postulación ha avanzado muy lentamente.

En marzo de 2002 la entidad verificó la autenticidad del juramento de los testigos.

Testimonios que forman parte de la causa: Arrobamientos, éxtasis, premoniciones y otras manifestaciones místicas como la levitación al recibir la Eucaristía.
Caso para ser beata: sanación de Salomé Castro Contreras, quien padecía de un cáncer hepático avanzado. Luego de haberle extirpado un tumor de 2 kilos, los médicos no le dieron muchas esperanzas de vida. Una amiga le habló de la Beatita y decidió viajar a Quillota luego de experimentar un sueño "revelador y en plena conciencia". Diariamente repetía la oración ante una estampita. Unos meses después, su médico le confirmó que, milagrosamente, ya no quedaban restos de tumor en su cuerpo. El cáncer reapareció años después y fue nuevamente sanado del todo y sin explicación científica.
Actualmente es: sierva de Dios
En Internet: beatitabenavides.tripod.com

A temprana edad quiso ingresar en el convento de las Monjas Rosas -dominicas de claustro de Santiago-, pero su confesor la convenció de que llevara una vida cristiana secular. Sin embargo, optó por seguir usando su hábito de monja dominica, como su modelo Santa Rosa de Lima.

Nunca se casó, pese a que su madre era partidaria de su matrimonio con un rico hacendado, para solucionar los muchos gastos en que incurría su hija con sus obras de caridad.

A los 18 años formalizó la decisión de consagrar su vida a Dios e ingresó al grupo de laicos de la Orden Tercera de Santo Domingo, en el templo de esa congregación en Quillota.

Cinco sobrinas y una ahijada la ayudaron en sus recorridos por poblaciones en los que iba recogiendo a la gente más necesitada para llevarla a su casa que se convirtió en un asilo y que hoy se reconoce como el Hospital San Martín de Quillota.

Cinco días antes de morir fue al templo de Santo Domingo y pidió al sacerdote superior que le administrara la Comunión que, según ella, sería la última. Después dijo: "Señor, ya no vendré más a verte en tu casa". Murió el 1 de junio de 1849 a los 72 años.

Se decía que de su sepulcro en el cementerio municipal salía "perfume de santidad", por lo que las autoridades trasladaron su cuerpo al templo de Santo Domingo en Quillota.

 
 
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