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Rihanna sólo se necesitó a sí misma para conquistar a 50 mil personas en su debut en Chile

Con una sencilla escenografía de fondo y en un concierto de apenas 80 minutos de duración, la barbadense demostró que es una estrella en apogeo, y que tiene armas de sobra para seguir ascendiendo en el escalafón del pop mundial.

30 de Septiembre de 2015 | 00:08 | Por Sebastián Cerda, Emol
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Rihanna en su debut en Chile.

Cristián Carvallo, El Mercurio
SANTIAGO.- Son pasadas las 21:00 horas dentro del Estadio Nacional y el rapero Big Sean ya cumple con su rol de calentar el ambiente de cara al show estelar, comandado por Rihanna. Tras él, un DJ en penumbras y un escenario completamente cubierto por un telón blanco, algo arrugado incluso, y con varias costuras a la vista.

Seguro cualquiera piensa que se trata de un cobertor, una gran cortina que oculta la sorpresa mayor, la imponente escenografía que trae la barbadense, como buena estrella mundial en pleno apogeo que es. Pero no, a las 22:40, cuando la artista aparece sobre la tarima con 20 minutos de retraso, queda claro que ésa "es" la escenografía. Y no hay más.

Puede parecer en extremo corriente, de una sencillez que no refleja el tamaño actual de la protagonista, pero será la propia Rihanna quien se encargará de dejar en claro que no necesita de mucho más para montar un espectáculo en un gran estadio como éste, ante cerca de 50 mil personas.

Haciendo gala de una estatura escénica que marca diferencias con sus rivales en este juego mediático-industrial de la monarquía pop, la cantante se bastó a sí misma para echarse a la multitud —predispuesta por fanatismo, claro está— al bolsillo, sin que se extrañara del todo un entorno más espectacular.

Porque la barbadense sabe lo que pesa y lo que provoca, es consciente de su sensualidad galopante y de lo bien que sus exóticos rasgos lucen en pantalla gigante, así como de lo que puede dar cada músculo de su cuerpo y lo que puede lograr con cada nervio de su cara.

De ese modo permite que pasen a segundo plano hasta algunos ripios vocales, que de todos modos no tienen que ver con su registro, sino con su técnica: En su despliegue y en su poco calculada distribución energética, por momentos se queda sin aire, como ocurrió en la popular "Umbrella" (uno de sus primeros éxitos, de su disco de 2004 Good Girl Gone Bad), que a ratos fue cubierta por unas coristas de colorido vocal estrechamente similar al de ella.

Pero ése termina siendo otro detalle en un show que se afirma en distintos ejes. Uno, por cierto, el encuentro, el de esos fans que la aguardaron incluso por cinco días afuera del estadio, hoy reforzados por otros miles que chillaron ante cada estímulo despachado por la intérprete (que de provocación sí que sabe).

Otro, un repertorio cargado de éxitos de la más diversa especie, y que permite al espectáculo atravesar por distintos momentos. Como el arranque en los bordes más agresivos de "Rockstar 101", para luego virar de inmediato a la zona más discotequera que ofrecen las difundidas "Only Girl (In the World)" y "S&M" (que muchos identifican como cortina del programa "Primer Plano").

"¿Les gusta el reggae? Ustedes saben que a mí me encanta el reggae, ¿verdad?", pregunta en medio de "Man down", adscrita precisamente en ese género, y antesala de un pasaje más íntimo, al alero de temas como "Love the Way You Lie" y "Take a Bow".

"We Found Love" en versión eléctrica y "FourFiveSeconds", el single de adelanto de su próximo disco, donde comparte roles con Kanye West y Paul McCartney, fueron otras de las canciones que sonaron en el tramo final, que coronó con "Bitch Better Have My Money".

Luego, un breve show de fuegos artificiales animó la despedida, y coronó un paso que, en forma posterior, puede calificarse como suficiente, pese incluso a los 80 minutos de duración. Sin embargo, estos fans seguro que están esperando desde ya un regreso en el marco de una gira, que muestre todo el esplendor de esta estrella en su mejor momento.
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