SANTIAGO.- En 2006, el cineasta nacional Sebastián Moreno se adentró en la historia de la dictadura de Augusto Pinochet a través de un foco particular: la fotografía. Así fue como estrenó la película "La ciudad de los fotógrafos", que seguía a un grupo de profesionales que con sus instantáneas permitieron retratar el régimen iniciado en 1973 y, por otro lado, ayudaron a familias a iniciar procesos judiciales.
De esta manera, su camino por este episodio histórico de Chile, el director junto a Claudia Barril, contó la historia de la Vicaría de la Solidaridad en "Habeas Corpus" (2015). Sin ir más lejos, dos años después, la trilogía se cierra con un nuevo documental.
"Son temas que me interesaron porque pude conocerlos de cerca y me di cuenta que estas historias no se habían contado"
Sebastián Moreno
"Son temas que me interesaron porque pude conocerlos de cerca y me di cuenta que estas historias no se habían contado, no estaban en ninguna parte", contó a
Emol Moreno, quien estrena hoy el filme
"Guerrero: Una vida, muchas batallas", su nueva producción que retrata la historia del hijo de Manuel Guerrero —del mismo nombre—, una de las víctimas del conocido caso Degollados.
La película sigue a Guerrero, quien relata en primera persona, por los lugares en los que vivió exiliado junto a su familia, enfrentándose a los recuerdos de su vida lejos de Chile y del regreso a la dictadura que fue responsable de la muerte de su padre.
¿Por qué surge el interés de retratar particularmente la historia de Manuel Guerrero?
- La principal motivación fue que soy amigo de Manuel y en algún momento Manuel me contó la historia de su padre y de porqué lo mataron y de cómo esta historia comenzó antes del año 85. Era una historia previa, de exilio, de idas y venidas, en donde Manuel creció, finalmente. Me pareció tan alucinante y sorprendente, y nuevo, porque yo no había escuchado el relato de un exilio que tuviera tanta conexión con lo que pasaba en Chile años más tarde. Al papá de Manuel lo detienen el año 76, desaparece, luego aparece y luego salen al exilio y terminan viviendo en Hungría, hasta que regresan a Chile. Esa historia que estaba llena de matices íntimos, familiares, me pareció que era una historia que tenía que ser contada. Le propuse a Manuel (hacer el documental) y aceptó, nos embarcamos, a ciegas, pero confiando mucho uno en el otro.
¿En qué sentido se "embarcaron a ciegas"?
- En el sentido en que había una idea, pero cuando tú te embarcas en un proyecto documental, como trabajas con historias reales, que están vivas, era una historia del pasado y presente y se hizo cargo del relato en primera persona. Tratas de controlar todas las variables, pero finalmente puede haber cosas insospechadas. Se transformó en un acto de sanación, en un acto simbólico para ir cerrando ciertos capítulos. Siempre un documental, por muy claro que tengas el tema, es un viaje un poco a ciegas, en el sentido en que nunca tienes el 100% de la certeza de llegar a puerto.
¿En qué crees que aporta a tu pieza audiovisual el utilizar la narración en primera persona?
- Es narrada en distintos tiempos. Narra en primera persona en el presente y desde el pasado, cuando era un adolescente. Siempre es un relato íntimo, y eso yo creo que tiene un valor enorme. Asistimos al viaje de una persona contada por él mismo. De alguna manera, es acceder a una intimidad que no siempre se puede, de este niño que creció enfrentado a las circunstancias de la Guerra Fría.
¿Cuál crees que es la importancia de seguir contando estas historias a través del cine?
- Nadie nos enseña qué es lo que sucedió durante la dictadura, en el colegio no se enseña. Entonces, yo sentí la obligación de centrarme en estas historias, que también le interesan a otros. Si bien creemos que se ha revisado la historia recién, se ha hecho muy superficial, y creo que va a seguir sucediendo, a medida que las generaciones jóvenes quieran saber lo que pasó, estas películas van a seguir ocurriendo.
"Guerrero: Un vida, muchas batallas" se estrena hoy en Chile en todas las salas Miradoc del país.
