SANTIAGO.- Asumió el poder con el objetivo de calmar las aguas tras la tormenta provocada por el triunfo del Brexit en el plebiscito. Sin embargo, a un año de aquello, la Primera Ministra del Reino Unido, Theresa May, hoy pisa un terreno quizás aún más inestable.
La líder del Gobierno británico conmemora su primer aniversario en la cabeza del país en medio de un debilitamiento de su imagen, tras el descalabro electoral que sufrió su partido, el Conservador, en las elecciones parlamentaras llevadas a cabo el pasado 8 de junio. Unos comicios que, irónicamente, ella misma convocó con el fin de asegurar el respaldo popular para su gobierno de cara a las negociaciones con la Unión Europea.
Una debacle electoral que hoy ensombrecen su liderazgo con rumores sobre un golpe al interior de su propio conglomerado, el que estaría planeando seriamente quitarle su apoyo y entregárselo a otro.
La "nueva Dama de Hierro" en caída libre
Y es que nada salió como May esperaba. Cuando llegó a la cúspide del Ejecutivo, muchos la denominaban la "nueva Dama de Hierro", en honor la histórica ex Primera Ministra Margaret Thatcher. Su semblante de mujer seria, eficiente y competente demostrado durante su gestión como ministra del Interior, la hacían ver como la mejor candidata para suceder al entonces Premier David Cameron, quien renunció a la residencia de Downing Street 10 tras su fracaso en el referéndum.
May asumió el desafío de liderar las negociaciones del Brexit con gran determinación, a pesar de que se había mostrado a favor de que el Reino Unido permaneciera en la Unión Europea. Ello le valió un alto apoyo ciudadano y, además, el perfilarse como la gran alternativa para unir y sanar las heridas de un Partido Conservador quebrado y dividido por la consulta.
No obstante, todo comenzó a ir mal. Su postura por impulsar lo que se denomina un Brexit "duro" -más radical en el corte de las relaciones con la Unión- dejó a varios descontentos, pues muchos buscan una desconexión más moderada o "blanda" con el bloque. Ello le costó diversas críticas, incluso dentro de su coalición.
Sumado a ello, se vio obligada a dar marcha atrás en sus planes en varias ocasiones, lo que le costó su credibilidad. Sin duda, el más notorio y que más daño le hizo a su figura política fue el de la convocatoria a unas elecciones anticipadas. Si bien en un comienzo aseguró que por ningún motivo adelantaría los comicios legislativos, terminó cediendo ante la insistente solicitud de algunos políticos de su colectivo, que aseguraban que lograrían obtener aún más escaños que los que tenían (ya poseían la mayoría absoluta).
Pero no fue así. El favoritismo con el que contaba May fue sepultado por múltiples críticas en su contra: en un contexto de amenaza terrorista, se le cuestionó que durante su gestión como titular de Interior redujera el contingente policial para poder recortar gastos; su falta de cercanía y reticencia a debatir; y, por sobre todo, la innecesaria realización de elecciones que obligó a los británicos a acudir por tercera vez a las urnas en menos de dos años. El resultado fue una dramática caída del respaldo electoral de los conservadores y la llegada de un nuevo e inestable escenario político para la Primera Ministra.
Una dura batalla
Tras el duro revés en los comicios, otras malas noticias le siguieron. May comenzó a recibir presiones de dirigentes de su partido, que incluso le advirtieron que podría ser llevada a primarias si no realizaba un cambio en su gestión. El ex líder de los 'tories' Grant Shapps, afirmó en entrevista con "The Sun on Sunday", que la Primera Ministra tendrá que dejar su "actitud disfuncional, arrogante y corrosiva", y "cambiar completamente de modelo" si aspira a permanecer en el poder.
Mientras, otros son más drásticos y aseguran que su aspiración y su campaña está muerta y una de las alternativas más mencionadas para obtener el respaldo del partido es la del ministro a cargo de las negociaciones del Brexit, David Davis.
Y es que además, el caos vino de la mano con el fortalecimiento de fuerzas políticas contrarias, principalmente el Partido Laborista. El liderazgo de Jeremy Corbyn sorprendió a todos, incluso a su conglomerado, cuando logró atraer a los electores a su regazo con un gran despliegue de campaña.
Últimamente, las intenciones de la líder británica se han visto opacadas por los cuestionamientos a su acuerdo con el Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte, con el cual consolidó su alianza para alcanzar una mayoría parlamentaria. Pero además, se ha visto obligada a suspender a la diputada conservadora Anne Marie Morris, por emitir comentarios racistas.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, la Premier está decidida a mantener el liderazgo del país y para ello, ha esparcido un agónico llamado a todas las alianzas a participar de la toma de decisiones, para obtener su apoyo. "La realidad que ahora afronto como primera ministra en bastante diferente", admitió este martes su discurso en la sede de la Real Sociedad de las Artes, en conmemoración de su primer año en el poder.
"En este nuevo contexto será incluso más importante defender nuestras políticas y nuestros valores, e intentar ganar la batalla de las ideas tanto en el Parlamento como en el país. Podemos no estar de acuerdo en todo, pero a través del debate podemos clarificar las ideas y encontrar la mejor manera para avanzar", aseveró.