SANTIAGO.- Peinado hacia atrás, con trajes ajustados y camisas de cuello abierto, Sebastian Kurz ha logrado seducir a los austriacos. Tanto así que a sus 31 años se encamina a convertirse en el próximo jefe de Gobierno de Austria y en el Mandatario más joven de Europa, luego de que su colectividad, el Partido Popular (ÖVP), se adjudicara la mayoría en las elecciones legislativas de este domingo.
Según las cifras manejadas hasta ahora, que incluyen el escrutinio del 97,7% de las papeletas depositadas en las urnas y una estimación del voto por correo, el ÖVP se quedó con el 31,6% del apoyo electoral, seguido por su socio mayoritario en la actual coalición de Gobierno, el Partido Socialdemócrata (SPÖ) (26,9%) y por el ultranacionalista Partido Liberal (FPÖ) (26%).
A pesar de que los resultados finales no se conocerán sino hasta el jueves, cuando logren contabilizarse todos los votos por correo, el presidente austriaco, Alexander Van der Bellen, ya anunció que le encargará la misión de formar gobierno a Kurz, quien a pesar de su juventud, consta de una carrera política de nueve años.
El "niño prodigio"
Nació en Viena en 1986, en una familia convencional: su madre era maestra y su padre un técnico. Su incursión en la política comenzó cuando tenía 16 años. Según relató él mismo durante la campaña electoral, en ese entonces llamó a la oficina local del ÖVP para ofrecer su ayuda al partido. Sin embargo, quien respondió al teléfono lo rechazó, afirmando que no estaban interesados.
No se daría por vencido y un año más tarde se unió como miembro de la colectividad. Desde entonces, su carrera despegó de tal forma, que congeló sus estudios de derecho por enfocarse en la política. A los 23 años se convirtió en el director de las juventudes del OVP y ocupó un lugar en la Legislatura de la ciudad de Viena en 2010. Sólo un año después fue nombrado secretario de Estado de Integración del Ministerio del Interior.
Aún así, su consolidación como uno de los políticos conservadores más relevantes vino cuando con solo 27 años fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores en 2013, impulso que le valió ser nombrado presidente del Partido Popular en julio de este año. Así, este meteórico ascenso hizo que se ganara el apodo de "Wunderwuzzi" o "niño prodigio".
Un nuevo movimiento
Kurz ganó el liderazgo de su colectividad tras imponer un cambio de estatutos que le dio plenos poderes para decidir cargos, candidaturas y estrategias. Con ello, buscó crear un partido más joven y dinámico que se pareciera más a un movimiento popular que al partido tradicional que solía ser. Siguió de esta forma el ejemplo de la exitosa campaña de Emmanuel Macron, quien con su movimiento y posterior partido, "En Marcha!", logró quedarse con la presidencia de Francia a comienzos de este año.
Pero su modificación fue en grande: el joven político sustituyó el color negro, tradicional del ÖVP y con el que se identifica al partido desde que se fundó en 1945, por el turquesa, e incluso se presentó a las elecciones con la candidatura "Lista por Sebastian Kurz", dejando fuera de casi toda la propaganda electoral el nombre del partido y su logo. De esta manera,
él y su equipo modernizaron uno de los partidos más conservadores de Europa.
Un vuelco a las ideas antimigratorias
Además del cambio de imagen de la colectividad, la candidatura y el discurso electoral de Kurz estuvo centrado en el tema del control de la inmigración y la reducción de las prestaciones sociales a los extranjeros. Pero a pesar de ser conocido por impulsar duras políticas antiinmigrantes, Kurz no siempre fue partidario de rechazar a los extranjeros que buscaban radicarse en el país.
Cuando se unió al Gabinete en 2011parecía un paso natural que lo hiciera como secretario de Estado de Integración, teniendo en cuenta su crianza. Junto a sus padres, alojaba en su casa durante un tiempo a refugiados de la guerra de Bosnia. Desde niño asistió a la escuela con muchos migrantes y emprendió proyectos escolares para fomentar el desarrollo e inclusión de estudiantes extranjeros.
No obstante, ya como ministro de Relaciones Exteriores, su percepción comenzó a dar un vuelco. En 2015 debió enfrentarse a la crisis migratoria que golpeó las fronteras austriacas, siendo uno de los primeros países del continente en recibir a quienes escapaban de la guerra en Siria a través de la ruta de los Balcanes. Ese mismo año se registraron 90 mil solicitudes de asilo.
La crisis dio paso al reclamo de muchos ciudadanos que se volvieron adversos a la llegada de extranjeros, por lo que como ministro, Kurz impulsó duras restricciones para la inmigración y la política de asilo. De hecho, trabajó con países vecinos para cerrar la ruta de los Balcanes e impedir el paso de refugiados.
Durante su campaña este año, su postura se volvió aún más radical. Criticó duramente las políticas llevadas a cabo por el gobierno del que era parte y también las aplicadas por la Unión Europea, llegando a plantear que el organismo comunitario debería seguir la estrategia de Australia, de internar directamente en islas a los refugiados interceptados tratando de llegar a sus costas. Siempre recuerda con especial orgullo que fue él uno de los primeros en oponerse a la política de puertas abiertas de la Canciller alemana, Angela Merkel.
Analistas aseguran que este tipo de iniciativas hicieron que Kurz fuera arrebatando la bandera de lucha a los ultranacionalistas del FPÖ, lo que le habría permitido al ÖVP convocar a miles de votantes extra. Por ello, no sería de extrañar que el joven político optara por formar gobierno con los ultranacionalistas.