Nunca antes en medio siglo había ocurrido lo que pasó en la tarde del 30 de agosto de 2007. El o los ladrones, cuya identidad la investigación posterior no logró determinar, entraron disimulando sus intenciones por una puerta lateral de la Casa Rosada, tomaron lo que habían ido a buscar y se retiraron sin ser detectados por la seguridad del museo de la sede de Gobierno de Argentina, a metros del despacho del entonces Presidente de ese país, Néstor Kirchner.
Un empleado del lugar notó el hurto. Mientras hacía la última visita guiada del día se sorprendió con la ausencia de un reloj que había pertenecido al ex Presidente argentino Nicolás Avellaneda. Estaba expuesto en una vitrina y protegido por una cúpula de acrílico, pero los ladrones habían tenido tiempo suficiente para extraer los tornillos, agarrar el aparato y huir sin que nadie los viera.
Antes o después - otra precisión que la investigación no develó -, habían tomado otros dos utensilios de ex mandatarios trasandinos.
Aunque el robo de objetos históricos al Estado no era una novedad, los ladrones parecían haber probado algo: era posible quitarle algo a un jefe de Estado en su lugar de trabajo. El museo, en ese momento mucho más pequeño que el actual, estaba en el subsuelo de la Casa de Gobierno. El despacho de Kirchner, en el primer piso.
Objetos históricos
Según los reportes a los que tuvo acceso el diario La Nación, el reloj de Avellaneda (1837-1885) era un Robert Roskell de Liverpool de bolsillo, con cadena de oro, chalequero y relicario. Una parte era de oro y tenía cuatro brillantes en cruz. Además tenía el retrato de su padre, Marco Avellaneda, quien había sido gobernador de Tucumán y cuya cabeza fue expuesta por los federales en la plaza pública de una localidad de Salta, en 1841.
Tras notar el acontecimiento, las autoridades del museo iniciaron una revisión por las
15 vitrinas, según figura en un sumario. Casi de inmediato se corroboraron las peores sospechas: se habían llevado también el
reloj que había pertenecido al general Agustín Pedro Justo, jefe de Gobierno entre 1932 y 1938, en la denominada década infame. Era de oro con rubíes y pesaba 196 gramos. También faltó la
lapicera que había pertenecido a su sucesor, el Mandatario
Roberto Ortiz (1938 - 1942).
El robo les había reportado a los ladrones objetos de incalculable valor histórico y altísimo precio comercial. Una unidad similar a la de Justo, por ejemplo, puede costar hasta 252.000 pesos argentinos (poco más de 4 millones de pesos chilenos) en el comercio online. A esa cifra hay que sumarle el hecho de que la pieza perteneció a un ex Presidente.
La seguridad de Casa de Gobierno es responsabilidad de la Casa Militar, pero en el museo trabajaba una compañía privada. Tras el hurto, se hizo la denuncia ante la Policía Federal y la Secretaría General de la Presidencia abrió, en paralelo, un sumario.
La jueza a cargo de la causa citó a varios testigos, pero cuatro meses más tarde, el Ministerio Público y la Fiscalía Nacional recibieron una nota que consignaba que se había archivado el caso debido al "agotamiento de todas las vías de investigación". Si bien se habían relevado huellas digitales, "no pudo determinarse correspondencia", y pese a las medidas de seguridad del Museo, no se logró detectar posible autor o autores.
Ese año fue trágico para el patrimonio histórico trasandino. En julio se habían robado del Museo Histórico Nacional un reloj del independentista Manuel Belgrano. Tras lo ocurrido en la Casa Rosada, se sospechó que podría tratarse de un grupo profesional y se emitió una alerta entre museos.
El episodio de 2007, no obstante, no fue el último. En 2008 se informó que no aparecían el
bastón y la banda presidencial de Arturo Frondizi, Presidente entre 1958 y 1962. La versión policial indicaba que la sustracción se había concretado entre el 13 de enero y el 3 de abril. El lapso era amplio porque el Museo estaba cerrado. Se abrió un caso en la Justicia y también un sumario, pero nunca se recuperaron las pertenencias. Hasta hoy, nadie se atreve a aclarar si fue un hurto o un extravío.
Los robos de objetos históricos suelen recorrer un sendero furtivo en el mercado negro. Un ejemplo es lo que ocurrió con una carta de 1835 enviada por José de San Martín a Bernardo O'Higgins, que fue encontrada en la residencia de la ex Presidenta Cristina Fernández, en El Calafate. Según explicó la ex Mandataria, había sido un obsequio del Mandatario ruso, Vladimir Putin, quien a su vez dijo haberla comprado en Nueva York. La carta había sido robada junto con otro archivo histórico en Chile, en 1981.
Otros robos y "extravíos"
El Museo de la Casa Rosada se creó en 1957. Hasta 2011 funcionó en el subsuelo del edificio. Desde ese año, tras una obra que hizo el kirchnerismo, se trasladó a un predio ubicado a un costado de la sede gubernamental. Desde 2008 no volvió a faltar nada.
"Por suerte no nos pasó nada en nuestra gestión. También tenemos mucha gente custodiando. Además de quienes están dedicados específicamente a eso, nuestro propio personal atiende al público y (...) hacen que a nadie se le ocurra sacar algo", cuenta Luciano De Privitellio, director del museo.
Sin embargo, desde 2003 hasta 2016 se abrieron 24 sumarios administrativos en el entorno de la Casa de Gobierno, según consignó la Secretaría Legal y Técnica. Los casos de los objetos históricos están entre ellos, pero la mayor parte tiene que ver con cuestiones menos glamorosas: se "extraviaron" dos vehículos, se robaron una impresora, tres notebooks, una agenda electrónica y nueve archivadores.
También se investigó la pérdida de una maleta con elementos de comunicación y seguridad; el robo de celulares en la vía pública, y el faltante de una historia clínica en la Dirección de Salud. Más allá de que se haya encontrado o no a los responsables, en casi todos los casos los sumarios fueron dados por concluidos.