"Desde la óptica japonesa, la 2° Guerra Mundial se ve con una perspectiva más amplia. Se acopla a lo que era la guerra contra China que parte en 1937 y la Guerra Mundial era la unión de varios conflictos que ocurrían de forma simultánea. Uno de esos era con Estados Unidos, parte de lo que llaman la Guerra del Gran Pacífico que inicia en diciembre de 1941 cuando Japón ataca la flota norteamericana en Pearl Harbor", introduce el académico Pedro Iacobelli de la UC. Experto en historia transpacífica.
Como contrarrespuesta, Tokio y otras fueron bombardeadas desde 1942 hasta su rendición en agosto de 1945. Una práctica que para el historiador UC, "era aborrecida moralmente, porque en el fondo era atacar a gente inocente. Sin embargo, esta percepción cambió rápidamente desde 1937, donde la idea no sólo era atacar enclaves militares, sino también generar temor en la población y tratar de desestabilizar los gobiernos".
Las principales cifras del ataque en Pearl Harbor fueron: 
A las 22:00 horas del viernes 9 de marzo, Estados Unidos tomó la ofensiva y comenzó a bombardear a Tokio desde el cielo. En detalle, 334 aviones Boeing-29 despegaron hacia la urbe donde se encuentra —por lo demás— la casa del Emperador, el gabinete y las principales oficinas del gobierno. Las toneladas de bombas no sólo afectaron las estructuras al interior de la ciudad, sino que desconectaron la ciudad destruyendo los puentes y rutas que llegaban hacia ella.
"En ese entonces, la estructura de Tokio se beneficiaba mucho de los bosques que quedaban cerca de la ciudad. Por tanto, las casas y edificios eran construidos de madera, lo que significaba que eran particularmente sensibles al bombardeo incendiario", comenta Iacobelli. Pero agrega: "El tema es el desastre humanitario que causa y la devastación de la ciudad. Tokio quedó en cenizas y no es una metáfora".

Según cuenta el historiador UC, la nube de aviones B-29 generó un recuerdo muy fuerte en el imaginario japonés. A ello se agrega que a las víctimas y destrozos se sumó el desplazamiento de los sobrevivientes, dejando a la capital como un núcleo de cuarteles militares que verían en el futuro —desde la década de los 60 en adelante— su reconstrucción. Cambio que levantaría a una ciudad más funcional, con arquitectura más alta y caótica, donde cambió la materialidad de las construcciones.
"Cuando hablamos de Tokio hay que precisar la época en la que estamos hablando, porque uno podría decir que sobre el lugar donde se emplaza la ciudad han existido varias ciudades. Nació de una caleta de pescadores llamada Edo que se transformó en la capital de la nación, la cual también se fue transformando en el siglo XIX en la medida que crecía económicamente. Luego se quema por un incendio producto de un terremoto en la década del s.XX y después por este bombardeo", relata Iacobelli.
Y añade: "La destrucción de la ciudad es algo que se recuerda en Japón de la misma manera en que se recuerdan los bombardeos en otras partes, con la salvedad de lo que pasó en Hiroshima y Nagasaki. Se recuerda en el colegio, los niños van al museo Edo-Tokyo a conocer la historia de su ciudad, y es algo que está constantemente en la retina de los japoneses pero no en clave antagónica. Es decir, no es una fecha en que ellos recuerdan cómo los enemigos destruyeron la ciudad, sino como parte de un contexto en donde un grupo de japoneses —militares y nacionalistas— llevaron al país a una situación en la cual se inicia la guerra con EE.UU. y que tiene como consecuencia los ataques sobre la población".