"¡Volvé a la cárcel!". Con banderas argentinas, carteles y lanzando huevos y piedras, un grupo de vecinos del country
Ayres del Pilar, un acomodado barrio ubicado en las afueras de Buenos Aires, se reunió para impedir la llegada de
Lázaro Báez, empresario ligado estrechamente al kirchnerismo que la noche del lunes dejó la cárcel para continuar bajo arresto domiciliario en su hogar en el citado condominio. Sin embargo, ante el asedio de los protestantes,
tuvo que volver a prisión.
La manifestación no es más que un reflejo de la "grieta", esa enorme polarización de la sociedad trasandina que estuvo un poco controlada en los primeros meses de pandemia, pero que ha vuelto a resaltar últimamente. Y pasa que Báez no es una figura cualquiera. El empresario, que logró amasar una gran fortuna gracias sus negocios, principalmente en el sur de Argentina, se ha convertido en uno de los blancos de la ira de un sector del país vecino, en su rol de imputado por una serie de hechos de corrupción ocurridos durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Detenido desde el 6 de abril de 2016, quien fuera una de las personas más cercanas al matrimonio presidencial logró que la Cámara Federal de Casación Penal permitiera
su arresto domiciliario, desestimando la orden del Tribunal Oral Federal 4, que en julio pasado le había otorgado tal beneficio
previo pago de una fianza de 632 millones de pesos argentinos, unos 8,5 millones de dólares, cifra considerada "exorbitante" por la defensa del otrora hombre de negocios, que ahora podrá salir de la cárcel sin desembolsar tamaña suma.
Báez escribe así un capítulo más de su historia digna de película: de cómo un empleado bancario pasó a convertirse en uno de los hombres más poderosos de Argentina y en pieza clave de la llamada "Ruta del dinero K", que investiga a diversas figuras de los gobiernos kirchneristas, incluida la propia Cristina Fernández, entre otras cosas por los delitos de asociación ilícita y administración fraudulenta.
Su ascenso
La historia de Lázaro Báez está ligada estrechamente a la provincia de Santa Cruz, donde se crió. Ahí conoció en 1990 a su gran amigo Néstor Kirchner, quien en ese entonces se desempeñaba como intendente de Río Gallegos y buscaba llegar a la gobernación regional. Báez, por su parte, era un empleado bancario.
La carrera de ambos fue creciendo prácticamente al mismo tiempo. A finales de 1991, Kirchner se convertía en gobernador, mientras Báez llegaba a la gerencia del Banco de la Provincia de Santa Cruz, institución que intervino y posteriormente privatizó.
Tras dejar la entidad bancaria, el empresario fundó
Austral Construcciones SA, con la cual consolidó su imperio: la compañía se convirtió en
una de las adjudicatarias más grandes de contratos estatales en el país trasandino. Según medios de prensa, durante los 12 años de kirchnerismo obtuvo el 82% de las licitaciones otorgadas por el Gobierno en Santa Cruz, y el 12% de los contratos licitados por el Ministerio de Planificación a nivel nacional.
Según la investigación del juez Julián Ercolini de 2016, los proyectos entregados a las compañías de Báez demostraban "una marcada desigualdad en el plazo de pagos con relación a otras empresas contratistas con esa dirección nacional" y que además, "se habría verificado que los procesos licitatorios en cuestión fueron asignados a las empresas de Báez por sumas mayores en promedio al 15% del presupuesto original".
De acuerdo con la indagatoria, estas maniobras se hicieron con la finalidad de que parte de los dineros entregados para las construcciones fueran desviados a las cuentas de los Kirchner, para después blanquearlos. "La asociación estaba destinada a cometer delitos para apoderarse ilegítimamente y de forma deliberada de los fondos asignados a la obra pública vial, en principio, en la provincia de Santa Cruz", enfatiza.
Con las ganancias, Báez compró campos, estancias y propiedades, según reportaba en la época el diario La Nación. También se construyó una enorme casa en Río Gallegos con un sistema de alta seguridad, vivienda que incluso alguna vez abrió a la prensa ante las denuncias de corrupción en su contra.
Su cercanía con Kirchner era tal que, tras la muerte del ex Mandatario, fue uno de los pocos presentes junto a la familia. También fue él quien construyó el inmenso mausoleo del ex gobernante en Río Gallegos.
Una "encerrona"
Las investigaciones por corrupción han durado muchísimo tiempo. En 2016, Lázaro Báez aseguraba que había un acuerdo tácito para no vincular a Cristina Fernández en el caso. "Me están apretando para que me calle, me están apretando para que no siga hablando", dijo en su momento a Infobae.
Sin embargo, el 20 de noviembre 2019, al comparecer ante la justicia, el empresario cambió sus dichos sobre la actual vicepresidenta argentina y aseguró que le hicieron "una encerrona" para que acusara a la "señora Cristina Kirchner y su gobierno" en un "ataque al modelo de país que imaginó Néstor".
"Nunca fui testaferro de la familia Kirchner. Soy una víctima de la campaña atroz por parte de los poderes reales de nuestro país", remarcó en esa ocasión.
"Destruyeron a mi familia y las actividades de mis empresas, fui acosado por el servicio de inteligencia a la orden del actual Gobierno (de Mauricio Macri), para que involucre al peronismo y a la ex Presidenta", agregó.
Han pasado varios meses de aquella declaración. Ahora, Báez podrá continuar su prisión preventiva en su casa. Si es que sus vecinos se lo permiten.