El miércoles, el Presidente de Brasil,
Jair Bolsonaro, fue recibido en Moscú por su par ruso,
Vladimir Putin, dejando una imagen que llamó la atención. Ambos posaron ante las cámaras uno al lado del otro,
dándose la mano y sin mascarillas, y la reunión entre ambos fue sin mesas de por medio. Como si no hubiera pandemia.
La imagen dista mucho de lo que se vio el martes, cuando el Presidente ruso recibió en el Kremlin al canciller alemán, Olaf Scholz, en una reunión con cada mandatario sentado a un extremo de una larga mesa, dando una imagen de frialdad y claro distanciamiento entre ambos. Lo mismo ocurrió la semana pasada con el jefe de Estado francés, Emmanuel Macron.
En un momento estos episodios fueron interpretados como una clara señal de la tensión que hay principalmente en Europa por la crisis de Ucrania, que tiene a Rusia enfrentada con Occidente, pero deja dudas si se considera que en enero tanto el Primer Ministro de Hungría,
Viktor Orban, como el Presidente de Irán,
Ibrahim Raisí -ambos países cercanos al Kremlin- tampoco estuvieron cerca de Putin.
La historia detrás de estos episodios tiene que ver más con un líder temeroso de la pandemia, un protocolo más que exigente y sospechas propias del escenario actual de tensión política, en un mundo donde, ciertamente, una imagen vale más que mil palabras.
Los cinco tests de Bolsonaro
Jair Bolsonaro viajó a Rusia con la clara misión de estrechar los lazos con un país muy importante en sus relaciones comerciales, principalmente en lo que respecta a la importación de fertilizantes agrícolas. Para el Mandatario brasileño, que este año postula a la reelección en su país, una imagen de cercanía con uno de los líderes mundiales era vital.
Bolsonaro y Putin en reunión junto a sus intérpretes (Foto: EFE).
Para eso el líder latinoamericano, un reconocido negacionista de la pandemia que ha rehusado vacunarse contra el covid-19 y que incluso se ha trenzado en peleas con autoridades por el tema, debió seguir las normas sanitarias impuestas por el Kremlin y someterse a cinco pruebas de PCR para demostrar que no estaba contagiado.
El último test, de acuerdo con la minuta enviada por el Gobierno ruso a Brasilia y que fue revelada por la BBC, debía realizarse entre tres y cuatro horas antes del encuentro.
El hecho sorprendió a los incrédulos analistas brasileños: "Bolsonaro, a diferencia de lo que suele hacer en Brasil, está siguiendo todos los protocolos para enfrentar la pandemia de coronavirus determinados por el Gobierno ruso. Además de someterse a las pruebas de covid, llegó al aeropuerto de Moscú con mascarilla, cosa que no hace en su país", destacó el portal G1.
Finalmente, el líder brasileño logró su objetivo: posar al lado de Putin, lo que también generó una serie de comentarios y las inevitables comparaciones con los otros encuentros sostenidos por el líder ruso.
En todo caso, Bolsonaro no ha sido el único que ha conseguido estar cerca del Mandatario ruso. Hicieron lo mismo los presidentes Alberto Fernández (Argentina), Recep Tayip Erdogan (Turquía) y Alexandr Lukashenko (Bielorrusia).
Las razones de Scholz y Macron
Un día antes que Bolsonaro, el canciller alemán Olaf Scholz estuvo en el mismo edificio que el brasileño, pero con la salvedad de que siempre fue a unos seis metros de distancia del anfitrión Vladimir Putin ¿Por qué ocurrió esto, inusual en este tipo de encuentros de alto nivel? Básicamente porque el líder socialdemócrata no quiso someterse a las exigencias del Kremlin.
Según informaron medios alemanes, Scholz rechazó someterse a un test de PCR manipulado por personal ruso y decidió hacerse la prueba necesaria en la embajada de su país en Moscú, supervisada por una médica alemana.
Los materiales necesarios para el examen fueron transportados desde Alemania y las autoridades sanitarias rusas fueron invitadas a estar presentes durante la prueba.
Esto llevó a que el Kremlin implementara un "protocolo de medidas adicionales" para proteger la salud de Vladimir Putin y de sus invitados, lo que implica una distancia sanitaria más grande de lo habitual.
El episodio, de todos modos, fue desdramatizado por el Gobierno ruso. "Todas las partes tienen sus protocolos, sus preferencias, y nosotros tratamos con absoluto respeto y comprensión esos protocolos que tienen nuestros socios de Alemania", sostuvo el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov.
Esta postura del Ejecutivo ruso es la misma que mostró la semana pasada cuando se supo que Emmanuel Macron no quiso someterse a un test de PCR manipulado por personal ruso previo a su reunión con Vladimir Putin.
Putin, Scholz y la larga mesa que los separó (Foto: AP).
Desde el Gobierno francés indicaron que "las condiciones protocolarias que hubieran permitido una reunión con los dos jefes de Estado con una distancia menor (...) no eran ni aceptables ni compatibles con los problemas de agenda".
Algunos medios hablan de razones más profundas. Según reportó la agencia Reuters, desde el Ejecutivo explicaron que "sabíamos muy bien que eso significaba no dar un apretón de manos y estar en esa mesa larga. Pero no podíamos aceptar que tuvieran en sus manos el ADN del Presidente".
Un líder en su burbuja
Pero estas extremas medidas impuestas por Putin también han afectado a personeros del Gobierno ruso. El lunes, el Mandatario impuso esta distancia social a su canciller, Serguei Lavrov, y al ministro de Defensa, Serguei Choigou, uno de sus amigos con el que solía pasar vacaciones, quienes se vieron obligados a sentarse a varios metros del gobernante.
Interrogado al respecto, Dmitri Peskov dijo el martes que estas medidas eran "provisionales" y relacionadas con el "peak de la ola" de la variante Ómicron, muy contagiosa y a menudo asintomática.
"No hay nada terrible o extraordinario. En estos tiempos es necesario tomar medidas un poco especiales" relativizó.
De hecho, Putin está inmerso desde hace meses en un burbuja sanitaria, que parece más hermética que las que protegen a otros dirigentes del mundo.
Y todo ello ocurre cuando en Rusia no se ha impuesto ningún confinamiento desde el de la primavera boreal de 2020, todo ello para preservar la economía y pese a que el balance de la epidemia se acerca a los 700.000 muertos en el país, según la agencia de estadísticas Rosstat.
En cambio, las delegaciones extranjeras o los periodistas que quieren acudir al Kremlin deben someterse a tres exámenes PCR en los cuatro días precedentes, y los líderes tienen que ser testeados por un funcionario ruso.
Mientras, Putin y su gobierno mantienen la consigna de la diplomacia y las conversaciones para lograr una solución a la tensión en la zona. Aunque sea a varios metros de distancia.