Fathi Bashagha tras su designación por el congreso libio. | ReutersTanto Bashagha como Dbeibah proceden de Misrata, una ciudad al oeste de Libia. Sus fuertes milicias fueron cruciales en la lucha -respaldada por EE.UU.- contra el Estado Islámico en 2016, y más recientemente en 2019 al frenar una ofensiva en la capital Trípoli por parte de fuerzas del este comandadas por Khalifa Hifter.
Bashagha, de 59 años, es un ex piloto de la fuerza aérea y hombre de negocios. Fue ministro del Interior en el gobierno apoyado por la ONU entre 2018 y marzo de 2021, cuando las conversaciones lideradas por la ONU llevaron a la formación de un gobierno de transición.
Se ha posicionado como una de las figuras más poderosas en el oeste de Libia, pese a que ha tenido choques con algunas milicias locales. Ha creado lazos con Turquía, Francia y Estados Unidos, pero también con Egipto y Rusia, que eran nominalmente sus rivales durante la ofensiva en Trípoli.
Bashagha pretendía liderar el gobierno de transición, pero fue derrotado por Dbeibah en un proceso negociado por la ONU y que fue cuestionado con acusaciones de corrupción. También había planeado ser candidato a la presidencia, esperando competir con Hifter, Dbeibah y el hijo de Gadhafi, Seif al-Islam, antes que las elecciones de diciembre fueran canceladas.
Dbeibah, quien tiene un grado universitario en ingeniería obtenido en Canadá, es relativamente un novato político. Se cree que depende de la fortuna de un pariente, Ali Dbeibah, una de las personas más adineradas del país, que fue un político en los tiempos de Gadhafi.
Luego del levantamiento de 2011, la familia Dbeibah se alió con una poderosa milicia conocida como las brigadas Misrata.
Como jefe del gobierno de transición, Dbeibah, de 59 años, se ha hecho de algunos enemigos políticos. Prometió que no correría por la presidencia, pero luego dio pie atrás y anunció su candidatura, alienando a algunos de sus principales partidarios. Dbeibah usualmente ha protagonizado desacuerdos con el líder del congreso, Aguila Saleh, y con Hifter.
Abdul Hamid Dbeibah al presentar su candidatura presidencial en 2021. | AFPHifter fue un oficial militar de alto rango en los tiempos de Gadhafi, pero desertó en la década de 1980 durante la guerra de Libia con Chad. Posteriormente pasó más de dos décadas en Washington, donde se cree que pudo haber trabajado para la CIA.
En 2011 volvió y se unió al levantamiento contra Gadhafi. En 2004, sus Fuerzas Armadas Libias Árabes batallaron contra extremistas y otras facciones rivales en el este y sur del país. Ahora controlan todo el este de Libia y gran parte del sur, incluyendo importantes campos petroleros y terminales.
En abril de 2019, intentó capturar Trípoli. Su campaña militar de 14 meses finalmente falló, pero a través de la ONU se llegó a un cese al fuego y negociaciones políticas, que derivaron en el gobierno interino de Dbeibah.
Hifter, quien es ciudadano estadounidense y libio, tiene el apoyo de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, además de Francia y Rusia. Sus rivales son ayudados principalmente por Turquía y Qatar. Anunció su candidatura a la presidencia, basando su campaña en su habilidad para brindar seguridad y estabilidad en las áreas que actualmente controla. Los críticos de Hifter lo acusan de buscar establecer un régimen autocrático.
Sus fuerzas respaldaron la designación de Bashagha, formando así una alianza contra Dbeibah. Pero esa sociedad podría terminar siendo costosa para el Primer Ministro designado. Según Jalel Harchaoui, un investigador libio, podría complicar sus esfuerzos para reformar el sector de seguridad y orden.
Bashagha también encara otros desafíos, dice Harchaoui. Necesita encontrar una forma de trabajar con Sadiq al-Kabir, quien está a cargo del Banco Central de Libia, y que recientemente anunció pasos para unificar sus ramas del este y oeste del país. El banco es repositorio de miles de millones de dólares que recibe Libia por sus depósitos petroleros, además de reservas extranjeras.
Otra preocupación importante para Bashagha es la profunda desconfianza con Hifter, compartida por muchos en el oeste. "La crisis podría empeorar si esas preguntas no son manejadas con tacto", afirma el analista.
Seif al-Islam Gadhafi en 2007, cuando su padre aún estaba en el poder. | AFPCuando Seif al-Islam Gadhafi emergió en noviembre, después de años de estar escondido, para anunciar su candidatura a la presidencia, se sintieron las repercusiones en toda Libia.
Quien fuese el probable heredero de Gadhafi fue liberado de una prisión controlada por milicias en 2017, pero aún es buscado por la Corte Internacional Criminal bajo cargos de crímenes contra la humanidad durante el levantamiento de 2011. Lentamente ha construido su regreso político, capitalizando la disfunción creada por la guerra. Depende principalmente de los vínculos con distintas tribus a través del país, y se reconcilió con milicias que en algún momento fueron sus peores enemigas. Su candidatura fue lo suficientemente amenazante como para que facciones rivales terminaran uniéndose en su contra.
Harchaoui dice que los últimos acontecimientos han dejado de lado a Seif al-Islam pese a su aparente popularidad, porque no tiene bajo su mando directo suficientes personas armadas. "La opinión de la población en general es ignorada, el proceso electoral está en muy mal estado", estima. "En este tipo de ambiente, Seif es poco relevante", concluye el experto.