SANTIAGO.- Hasta antes del megaincendio que arrasó con más 470 mil hectáreas, dejó 11 muertos y redujo a cenizas el poblado de Santa Olga, las voces de los expertos señalaban que los grandes aviones tanqueros no eran funcionales para las características geográficas del país.
El director de la Conaf, Aaron Cavieres, ejemplificó esto el lunes 23 de enero con un dato: el Hércules brasileño que trajo el Gobierno de Piñera para combatir los incendios en 2014 no fue efectivo, aseguró. "Tiró el agua y llegó como una llovizna repartida en cualquier lugar, sin ningún efecto", comentó exactamente.
Pero ante la fuerte presión en redes sociales de la filántropa chilena Lucy Ana Avilés, y el descontrol del siniestro que terminó siendo el segundo más grande en el siglo XXI, obligaron a la autoridad facilitar la operación del avión norteamericano SuperTanker, el cual fue financiado por Avilés a través de su fundación.
Pero no fue él único. Días después el Gobierno anunció que aceptaba el Ilyushin Il-76, avión ruso de similares características que fue ofrecido gratuitamente por Moscú. El canciller Heraldo Muñoz fue personalmente a esperar su arribo, que se concretó la madrugada del 30 de enero.
A casi un mes de este hecho se conoció que el SuperTanker fue ofrecido al Gobierno por un mes a un costo de US$ 10 millones, lo que según el ministro del Interior, Mario Fernández, era "muy caro", pese a que la negociación se mantuvo hasta que Áviles concretó su aporte.
La compleja gestión para hacer posible la llegada del SuperTanker, sumado a la distancia con que el Gobierno se relacionó con su tripulación, llevaron a que Avilés utilizara las redes sociales para criticar constantemente a La Moneda incluso después de que la nave abandonara el país. Mientras, el aporte ruso continúa en Chile y este fin de semana sobrevoló la comuna de Peñalolén para ayudar a controlar un incendio.
