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De entregar escolaridad a formar matronas: Los testimonios de tres profesionales que viajaron a África

Un abogado, una matrona y una trabajadora social renunciaron a sus trabajos y emprendieron un viaje al continente africano. A su regreso, dos de ellos formaron organizaciones en Chile para enviar voluntarios a Kenia y Uganda.

04 de Abril de 2018 | 13:10 | Por Antonia Salas y Diego Almazabar
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Matías Saénz, ex voluntario y fundador de EducAfrica

SANTIAGO.- Tres profesionales chilenos menores de treinta años, una matrona, una trabajadora social y un abogado, decidieron darle un giro a sus vidas y emprender un viaje a África. Sin conocerse, los tres se guiaron por la misma motivación: ser un aporte para un continente que convive diariamente con la pobreza.

Así se enfrentaron a la realidad de Kenia, que ocupa el lugar 163 de un total de 190 países en el Índice de Desarrollo Humano y donde los propias familias intentan, pese a la escasez de recursos, levantar proyectos educativos para sus hijos, y también de Uganda, país donde según cifras del Banco Mundial mueren 38 recién nacidos por cada 1000 nacimientos.

Primero fueron como voluntarios, pero después de un tiempo iniciaron sus propios proyectos, motivados por generar cambios más profundos. Estas son sus historias:

Matronas en Uganda


Rosario Valdés llevaba unos años trabajando como matrona en un hospital público de Santiago. Había salido hace poco de la universidad, hasta que un día, cansada de la rutina, de sentir que no estaba siendo un aporte, se unió a una ONG y viajó a un pequeño pueblo de Uganda llamado Iganga.

Trabajó dos meses en el área de maternidad del Igangas District Hospital, y cuando vio las condiciones en que las mujeres tenían su parto se sorprendió: eran tres pacientes por cama, algunas eran atendidas en el suelo, no habían profesionales capacitados y las bolsas de basura se usaban como sábanas.

"Me pasó una vez que estaba reanimando a un recién nacido y que le cayera una araña en la cara. Habían técnicas incorrectas y se rompían todos los protocolos que se te podrán ocurrir", dice Valdés.

Cuando volvió a Chile, quedó marcada con la experiencia, pero también se decepcionó de esta ONG en particular "por realizar un negocio sucio donde te cobran muy caro para ser voluntario".

Entonces Rosario Valdés, junto a cuatro colegas de la universidad, formó Sindika, un proyecto para fortalecer el trabajo de las matronas en el país africano. Según cifras del Banco Mundial, en Uganda mueren 38 recién nacidos cada mil nacimientos, mientras que en Chile 7.

38 Recién nacidos mueren cada mil nacimientos en Uganda, según el Banco Mundial
Sindika, que significa "puja", ya viajó a Iganga el año pasado, donde abasteció al hospital de equipos médicos y capacitó a los profesionales. La preparación de las matronas incluía, dice Valdés, cosas muy básicas.

"El recién nacido necesita oxígeno y ser alimentado, y como no saben poner sondas por la nariz sino que por la boca, al recién nacido o le colocaban oxígeno o lo alimentan, entonces se morían por una de las dos razones. Pasaba muchas veces que la cultura se interponía: a muchas mamás les traumaba ver sondas en la boca del recién nacido, porque pensaban que lo estaban matando", explica.

Los próximos pasos son viajar nuevamente a Uganda para supervisar este hospital y convertirse en una fundación que envíe siempre voluntarios.

La escolaridad como un sueño


El 2016 Javiera Leiva, trabajadora social, aterrizó en Kampaña, capital de Uganda, "con una mochila y el miedo a lo desconocido", recuerda.

Allí estuvo por cuatro meses para llevar a cabo su profesión en tierra africana. "Comencé a trabajar una vez recibida y fue al poco tiempo cuando sentí el llamado africano. Desde mi adolescencia soñaba con dejar mi huella por ese continente pero nunca pensé que lo lograría", asegura.

Leiva cuenta que su trabajo en la comunidad era estudiar en terreno la comunidad y proponer posibles soluciones para abordar los problemas principales que son las condiciones en las que viven y la falta de escolarización.

$25.000 cuesta la matrícula escolar anual de un niño en Uganda, cuenta Leiva, lo que incluye también uniforme y almuerzo
"Si tú le preguntas a un niño ugandés, ¿cuál es su sueño? Me atrevería a decir que la mayoría te responderá "ir al colegio". Hecho que se considera un privilegio, no sólo para ellos sino además para sus familias", afirma.

A pesar de que el colegio cuesta solo $25.000 al año, incluido el almuerzo y el uniforme, no todos tienen la suerte de asistir, y quienes lo hacen, estudian en su mayoría sin luz ni agua y sin los implementos básicos de una sala de clases como una mesa y una silla.

No obstante, la trabajadora social cuenta que las ganas de aprender se transmiten en el aula. "Lo que más destaca en el aula es la ilusión de aprender y la vibra que se genera en cada espacio. Los ugandeses son muy religiosos por lo que cada día rezan para agradecer la oportunidad de asistir al colegio y que ninguna enfermedad los detenga para ir", dice.

Educando Kenia


Hace seis años atrás, en 2012, el abogado Matías Sáenz renunció a su trabajo como profesor de un colegio y se fue a recorrer África como voluntario.

Allí, después de varios meses en distintos países, llegó a trabajar a una escuela de escasos recursos en la ciudad de Nairobi, Kenia. En ese lugar, les preguntó a los alumnos de un curso de tercero básico qué querían ser cuando grandes. Uno de ellos le respondió: "Yo quiero ser el presidente de Kenia".

Sáenz pensó que el deseo de ese niño sí era posible. "Conocí muchos testimonios de lo que querían los jóvenes, y lo que me dijo el niño me llamó la atención. Porque en el fondo la pregunta es que si él tiene la capacidad, ¿por qué no podría llegar a ser lo que quiere?", explica.

163de un total de 190 países es el lugar que ocupa Kenia en el Índice de Desarrollo Humano
Pero el problema era el contexto vulnerable del país. Sin embargo, Matías Sáenz vio que las familias insistían en poder entregarles educación a sus hijos.

"Aquí los padres y madres se organizaban por el derecho a la educación y no esperan a que el gobierno u otras instituciones fueran a ayudarlos, sino que se organizaban y armaban sus propias escuelitas precarias, porque son familias que viven con uno o dos dólares al día", dice.

Al ver esta realidad, el abogado creó EducAfrica, una iniciativa que busca garantizar el acceso a las escuelas y mejorar la educación de los niños.

En la organización trabajan más de treinta personas y cuentan con tres programas de mejora de infraestructura, asesoría educativa para estas escuelas comunitarias y becas de estudio, que consisten en una donación mensual de $9.000 al mes que cubre el arancel escolar de un niño en África, su uniforme, alimentación y seguro médico de emergencia.
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