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Los mil adultos del Sename: Casi 15% de quienes viven en residencias tienen más de 18 años

Son, en su mayoría, personas con discapacidad intelectual que entraron al sistema cuando niños. Sin una alternativa para vivir por sí solos, muchos de ellos mueren en los hogares después de décadas. Se trata de un tema que las autoridades empiezan a abordar.

22 de Mayo de 2018 | 08:12 | Por Consuelo Ferrer, Emol
SANTIAGO.- No son niños, pero podrían serlo. El diagnóstico para los 134 que viven aquí, en el Hogar San Ricardo de Batuco, en Lampa, tenía que ser el de discapacidad intelectual severa o profunda. Generalmente, equivale a la edad mental de un niño de tres años. Pero aunque viven en un hogar que recibe subvención y es colaborador del Servicio Nacional de Menores (Sename), sólo 29 de ellos tiene menos de 18 años. El 80% restante está aquí porque no tiene dónde estar afuera.

"Una vez que el chico entró en la institución, suele permanecer por el resto de sus días", dice el sacerdote Jorge Poblete, director del hogar, sentado en una de sus salas. Se trata de un fenómeno que es algo así como una anomalía del sistema, que se repite a nivel nacional y en el que las autoridades hoy empiezan a enfocar la mirada.

871 Mayores de edad con discapacidad viven en el Sename
"Hay alrededor de mil personas que son adultos en los centros del Sename, en su mayoría con discapacidad intelectual, que entraron hace muchísimos años a esos centros y han quedado ahí", explica el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, a Emol.

Son cifras con las que se encontró en el transcurso de la mesa de trabajo por la infancia y se trata, dice, de temas "a los que tenemos que buscarle una solución". "Ellos son considerados, en materia de la subvención, como si fueran partícipes del Sename, cuando en realidad requieren de una atención distinta", señala.

Al 31 de diciembre de 2017, el Sename contabilizaba a 871 personas mayores de edad y con algún grado de discapacidad viviendo en su red de residencias. En el Hogar San Ricardo, el mayor de todos tiene 64 años.

Ser adulto en un hogar de niños


Desde que se formalizara el convenio con el Sename en 2015, al Hogar San Ricardo entran sólo niños de sexo masculino que vengan con una medida de protección desde tribunales, con el diagnóstico requerido y que tengan entre 5 años y medio y 12.

La residencia se divide en casas, organizadas en cuatro sectores dependiendo de la necesidad de los niños. Así les dice el personal del hogar: niños. En el sector "Sagrado Corazón", la edad fluctúa entre los 40 y los 45 años.

"Ellos son considerados, en materia de la subvención, como si fueran partícipes del Sename, cuando en realidad requieren de una atención distinta"

Alfredo Moreno
En el lugar trabajan 133 funcionarios, apenas uno menos que la cantidad de residentes. El equipo se compone de "tías" —dueñas de casa que cuidan a un máximo de seis niños y realizan todas las labores de cuidado—, enfermeras, kinesiólogos, nutricionistas.

En "Sagrado Corazón" existe una sala común, donde ahora hay una decena de chicos en silla de ruedas. Uno de ellos murmura algo y señala su pie. "Zapato", dice, apuntando a la zapatilla que ahora está en el suelo.

Los que tienen menos de 27 años asisten a la Escuela Especial Padre Luis Guanella, que se encuentra al lado del hogar, donde realizan actividades para mantener su desarrollo congnitivo. Pero a menudo los mayores se levantan y quedan "desocupados".

En el patio, ahora, está Nino, en otra silla de ruedas y mirando hacia el camino a la luz del sol, con tres cuadernos en los que dibuja. Nino tiene menos de 30 años, pero aunque se ve mayor, parece un niño. Ahora muestra un dibujo de flores, pequeños pájaros y un sol. Está pintado con lápices de palo.

Las "condiciones para cuidarlos"


Como el Hogar San Ricardo, existen otras instituciones que trabajan con el Sename y que se dedican a atender a niños en situación de discapacidad. Entre ellas está Coanil o la Fundación Pequeño Cottolengo.

"Ahí tienen los especialistas necesarios para ellos, pero si un niño de esas características llega al Sename, que a veces nos pasa, es complicado para nosotros. No somos hospitales, no tenemos cómo atenderlos", cuenta Alicia del Basto, presidenta de la Asociación de Funcionarios del Sename.

En mayo de 2017, el Sename confirmó el cierre de la residencia "Alihuén", ligada a Coanil, por denuncias de maltrato y torturas a sus residentes. "Hay tres o cuatro niños que fueron a dar a un centro nuestro del Sename y estamos haciendo las gestiones para reubicarlos", cuenta del Basto.

"Nuestras educadoras no tienen las condiciones para cuidarlos, tampoco tenemos una enfermería adecuada", explica. Y es que los requerimientos de una persona con necesidades especiales suelen ser costosos y altamente específicos.

En el Hogar San Ricardo, lo explican así: "No pueden ir a cualquier lugar, porque necesitan atención de salud específica, monitoreada y asistida las 24 horas del día". Dicen, además, que cada tipo de necesidad debe ser tratada de manera diferenciada.

"El sistema los mete a todos en el mismo saco, y es injusto"

Javiera Vergara
A ellos también les ha correspondido acoger momentáneamente a jóvenes, ante la necesidad del Sename. Ahora reside, por ejemplo, un chico que tiene discapacidad intelectual moderada, y que venía de un contexto anterior complejo. Al llegar, el niño discutía con el personal y con sus compañeros.

"En un principio fue un problema que significó la renuncia de una funcionaria, porque se sintió incompatible con la situación. Ahora está adaptándose y no genera problemas, pero sí está en desmedro, porque no tiene pares. No puede estar aquí porque necesita más de lo que le podemos brindar", explica el director.

"El sistema los mete a todos en el mismo saco, y es injusto", complementa Javiera Vergara, la asistente social del hogar.

Las primeras iniciativas


"Se trabaja para encontrar la mejor manera para que los adultos —la gran mayoría con algún grado de discapacidad— que aún están en el Sename puedan recibir una atención digna y eficaz en la Red Senadis, que es lo que verdaderamente corresponde".

Las palabras fueron emitidas por la ex Presidenta, Michelle Bachelet, en octubre de 2016, cuando presentaba el Plan de Acción para la Protección de la Infancia Vulnerada.

$335 millones entregó Senadis en 2017
Por ese mandato presidencial, en 2017 Senadis puso en plan un programa para adultos con discapacidad en residencias, que atiende a personas entre 18 y 59 años que además tienen dependencia, no cuentan con una red socio familiar efectiva y que residen en instituciones de la red de colaboradores del Sename.

El programa se implementa a través de financiamiento para servicios residenciales, de apoyo de cuidado y/o asistencia, apoyo psicosocial, adaptaciones del entorno y talleres de formación para el personal de la institución en materias de derecho.

Durante su primer año se ejecutaron más de $335 millones para la adjudicación de cuatro proyectos en residencias, que beneficiaron a 54 personas. Uno de ellos, con 46 plazas, correspondió al Hogar San Ricardo. La subvención de Senadis es cerca de un 40% superior a la que reciben desde el Sename.

Este año, las plazas del hogar aumentaron a 73. En el centro esperan que sigan aumentando, hasta que abarquen a todos los adultos. Con esa subvención se realizaron mejoras a la infraestructura y se contrató a un equipo especializado para realizar talleres con ellos. Pero los profesionales están contratados a plazo fijo.

"Es un proyecto que tiene un inicio y un final, porque no es un convenio permanente. Nosotros tenemos firmados tres años", cuenta la asistente social. "Hace un mes recibimos la visita del director del Senadis y nos dijo que el proyecto vino para quedarse, pero a veces uno dice 'ver para creer'", relata.

En el Balance de Gestión Integral del Senadis de 2017 se detecta la misma anomalía. Dentro de las "dificultades" del programa, señala: "No se consigue avanzar en la relación administrativa entre Sename y Senadis, a pesar de que ambos servicios esperaban aumentar el número de plazas traspasadas para el 2018 (...), además de optimizar administrativamente la relación".

"Esto es una necesidad, nosotros sólo pedimos estabilidad y saber con cuánto vamos a contar en el futuro. Es importante dejarlo más definido porque sus necesidades no van a cambiar: Van a querer comer y van a necesitar rehabilitación todos los días del año", dice.

Morir en un hogar


Javiera Vergara ahora entrega una cifra triste: Al año, suelen tener tres o cuatro muertes de sus residentes. "La mayoría de los chiquillos no egresa porque se vaya para la casa, sino porque se muere", relata.

Entre quienes viven allí, es común la insuficiencia respiratoria, entre otras patologías que a veces se asocian entre sí. "Hay chicos que han estado nueve o diez veces al año hospitalizados, a veces dos al mes", explica.

"¿Cómo yo, desde acá, puedo egresarlo, si a mí me interesa que tenga las condiciones que se merece? Sería antiprofesional que yo lo egresara, cuando lo más probable es que termine en la calle o recibiendo maltratos"

Javiera Vergara
Lo cuenta porque, desde que ocurriera la muerte de Lissette Villa en el Cread Galvarino, la PDI investiga todas las muertes que ocurren en centros dependientes o colaboradores del Sename. Y es que en los últimos diez años, han ocurrido más de 1.300. Los que mueren en San Ricardo, a veces, tienen más de 60 años.

Esa es, en general, la despedida que tienen con esos "niños", quienes raramente salen del hogar para volver con sus familias. "Una de las prioridades del sistema ha sido que egresemos a los niños", cuenta Vergara, y adelanta que se trata de un escenario difícil, porque en general son familias disfuncionales, que no cuentan con una red adecuada de apoyo que les permita hacerse cargo de una persona con esas necesidades.

"¿Cómo yo, desde acá, puedo egresarlo, si a mí me interesa que tenga las condiciones que se merece? Sería antiprofesional que yo lo egresara, cuando lo más probable es que termine en la calle o recibiendo maltratos", añade.

"La sociedad los ha marginado, pero ellos están exentos de eso, son niños puros, y están acá porque acá se les da un techo, se les da dignidad, y dependen absolutamente de nosotros", dice, al tiempo que explica que cuidarlos es un trabajo de tiempo completo, que a menudo requiere que un integrante de la familia abandone un trabajo remunerado.

"Egresarlo...", reflexiona la asistente social. "¿Egresarlo a qué? ¿A dónde?".
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