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El grito de los estudiantes: La pieza clave de la oposición ciudadana en Quintero y Puchuncaví

Fueron los más afectados por el episodio tóxico y son los que hoy organizan marchas y actividades de protesta. Con un petitorio claro, cientos de alumnos se movilizan para pedir algo que muchos de sus padres todavía no están convencidos de exigir: que las empresas que contaminan cierren.

29 de Agosto de 2018 | 08:00 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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Los estudiantes realizaron una marcha el pasado lunes.

Aton
SANTIAGO.- Muerto. Así recuerda que vio el mar Hugo Poblete, cazador submarino, la última vez que entró a bucear frente a la Puntilla de Sanfuentes, en la comuna de Quintero. No había más peces que algunos pequeños, y sólo vio unos pocos locos. Pero nada más. "El fondo está lleno de basura: plásticos, desechos, neumáticos, carbón", cuenta desde la costa.

Dice que está preocupado por lo que está pasando, luego de que un episodio tóxico afectara a más de 300 personas de las comunas de Quintero y Puchuncaví y dejara tras de sí a la ciudadanía en protesta, pero asegura que no le sorprende. "Entendíamos que iba a pasar esto y ya habíamos advertido que venía. Y pasó", dice Poblete, miembro del sindicato de pescadores con estudios en Biología Marina.

"Cada vez que aquí hay un derrame o un evento, se genera revuelo, pero el problema de la bahía es crónico porque los residuos líquidos industriales (riles) están siendo vertidos constantemente, hay micro derrames de combustible a diario. La bahía está siendo constantemente castigada", añade.

Su opinión, en el litoral, es compartida. "Lo que pasó ahora ha pasado toda la vida y muchas veces ni siquiera nos hemos dado cuenta", dice el presidente del Club de Surf, Daniel Tello. Lleva sus 35 años viviendo en Ritoque, a menos de diez kilómetros de Quintero, y tiene noción de que la llegada de la primera termoeléctrica fue cuando su abuela vivía en Ventanas y su padre todavía era un niño.

"Desde que nací que en Quintero ha habido un tema con las industrias, pero antes no había tanta noción de lo que sucedía en términos técnicos, ni del impacto real sobre la comunidad. Salió a la luz pública hace diez o quince años, y era la gente que trabajaba dentro la que más sufría", cuenta

Y lo que relata después es una conocida historia local —una casi de terror— que todavía se encuentra en la Justicia, sin resolver: la existencia de los "hombres verdes", ex trabajadores de la Empresa Nacional de la Minería (Enami) en Ventanas, hoy Codelco, quienes comenzaron a padecer problemas de salud asociados a la contaminación con metales pesados, después de dejar la fundición.

Algunas de ellas: heridas que se producían en la piel y que se tornaban del color del cobre en proceso se sulfatación: verdes. De las llagas les brotaba líquido del mismo color. Algunas viudas aseguran que las almohadas, al despertar en la mañana, quedaban con una estela esmeralda. Se trató de un drama interno para los trabajadores de la empresa

"Nunca fue un tema comunal", cuenta Tello. "Hasta ahora".

La "fibra base"


En menos de un mes se cumplirán cuatro años del día en que 22 mil litros de petróleo se derramaron en el mar de Quintero. Desde antes del incidente, Christian Toledo, de 29 años, ya estaba preocupado por el avance del parque industrial. Cuando supo la noticia, formó junto a otras personas un movimiento llamado Salvemos Quintero, que en sus palabras "golpeó bien fuerte, pero se fue diluyendo con el tiempo".

"La intoxicación de los alumnos fue como un quiebre, un cambio de switch. Yo noto que ahora la comunidad se está empoderando, porque le tocaron la fibra base, que es la familia. El derrame tuvo un impacto ambiental, pero no fue visible porque el petróleo estaba debajo del mar. Pero ahora les tocaron a sus hijos", dice.

Desde el episodio tóxico ha intentado dar organización a lo que bautiza como un "sentir comunal". Así surgió la Coordinadora Ciudadana Despierta Quintero. A pesar de todo, Toledo se siente optimista. "Este es el momento de la ciudadanía de Quintero y Puchuncaví, de que presione para tener leyes especiales, normas medioambientales más duras y rígidas para las empresas", expone.

"¿Cuál es el aporte que realmente pueden entregar estas empresas, cuando están envenenando a nuestros hijos? ¿Quién me podría decir que eso tiene un precio?"

Daniel Tello
"Y sobre todo las autoridades tienen una posibilidad única de cuadrarse con la ciudadanía, de demostrar que están en la lucha, caminando al lado de nosotros, de poder golpear la mesa y exigir estos cambios", añade.

Toledo es licenciado en Ciencias de la Actividad Física y se ha desempeñado en gestión de eventos culturales y deportivos masivos. Dice que siente amor por la comuna y por eso ha propiciado instancias de congregación en post de esta causa. Se reunió también, hace algunos días, con estudiantes de centros de alumnos.

"Los muchachos se organizaron para mostrar su descontento. En ellos está encendida esa llama para manifestarse. Es un punto de inflexión, se están juntando y tienen sus propias iniciativas", cuenta.

Con él concuerda Tello. "Ellos están liderando esta movilización actualmente y es increíble para nosotros", asegura. "Son los que han crecido en una política de abuso. Quintero históricamente siempre se ha quedado callado, en parte porque muchos adultos trabajan en estas empresas y tienen un compromiso, pero hoy están los niños".

Los beneficios monetarios, comenta, han frenado la oposición total. "Pero eso no se condice con el daño. ¿Cuál es el aporte que realmente pueden entregar estas empresas, cuando están envenenando a nuestros hijos? ¿Quién me podría decir que eso tiene un precio?", dice.

Un "punto de quiebre"


Katta Alonso hoy tiene 65 años y trabaja en temas medioambientales al menos desde hace una década, cuando llegó a instalarse de manera definitiva en Ventanas. Hoy está a la cabeza de Mujeres de Zona de Sacrificio Quintero-Puchuncaví, un movimiento femenino que tiene como fin proteger la salud de la población, especialmente de embarazadas y niños.

Desde siempre su familia veraneó en estas playas, algunos de sus antepasados incluso tenían que esperar a que bajara la marea en Quintero para atravesar hasta el balneario con bueyes. "Era una caleta maravillosa, con dunas blancas, arenas preciosas, altísimas", recuerda de lo que veía en su infancia. "Yo viví el antes y el después", agrega.

Empezó a notar que algo ocurría cuando comenzó a trabajar en colegios, haciendo reforzamiento a niños de primero básico en lenguaje y cálculo mental. "No lograban leer mucho, me di cuenta de que tenían problemas serios. También noté que la escuela especial que tenemos estaba repleta, y con casos muy graves", cuenta.

"Si se muere un niño, aquí va a haber una revuelta en la que yo no quiero estar. Yo voy a ser la primera en salir de aquí, porque la población está enardecida. Están enojados. La gente aquí es muy pacífica, pero este nivel de violencia del Estado con nosotros no puede ser"

Katta Alonso
Se debe, de acuerdo a la información que han recopilado y la asesoría internacional que han solicitados a ONGs como la estadounidense Water Keepers, a los altos niveles de metales presentes en el agua y en la propia playa: arsénico, plomo y aluminio.

"Tomamos nuestras de la arena mojada y encontramos además bario, cobre, cadmio, níquel, manganeso, fierro, zinc, selenio, y otros más. ¿Crees que podemos vivir así? Por eso pedimos es que clausuren inmediatamente la playa de Ventanas, porque no puede pisarla un niño, y menos una mujer embarazada", señala.

El día del episodio tóxico, Katta Alonso dice que estuvo ahí, que fue a ver cómo llegaban los alumnos. "Llegaron mal, con taquicardia, no movían las piernas, con sangre de nariz. Llegaban realmente afectados, fue una situación muy grave, no fueron ‘mareitos’ ni nauseas", asegura.

"Esto tiene que marcar un antes y un después en la ciudadanía, porque son 300 niños que para la próxima se pueden morir, pero espero que también sea un punto de quiebre para el Estado de Chile con respecto a nosotros", comenta.

"Si no toman conciencia ahora, no sé qué va a pasar. Si se muere un niño, aquí va a haber una revuelta en la que yo no quiero estar. Yo voy a ser la primera en salir de aquí, porque la población está enardecida. Están enojados. La gente aquí es muy pacífica, pero este nivel de violencia del Estado con nosotros no puede ser", sentencia.

La voz de la década


"QUINTERNOBYL. Mi educación vale más que tu empresa". Eso decía un lienzo blanco que llevaban diez estudiantes vestidos de negro y ataviados con mascarillas. También se leía: "¿50 años más?". Es sólo uno de los carteles que portaron los estudiantes durante la jornada del lunes, en una masiva marcha convocada por siete colegios de Quintero y Puchuncaví.

"La intoxicación no afectó tan fuertemente a quienes estaban en sus casas como a los que estábamos en los colegios", dice a Emol Moira Gallardo, miembro del Centro de Alumnos del Colegio General Velásquez Bórquez de Puchuncaví. A sus 17 años, Moira cursa III medio.

Su historia con la industrialización de la región se remonta un par de generaciones, cuando el hermano de su abuelo, antiguo trabajador de Enami, falleció. Fue uno de los "hombres verdes". "Es fuerte para la comuna, porque la contaminación no es un tema que ahora nos esté afectando, que esté pasando este año. Pasaba el año pasado, pero pasaba también hace 50 años", dice.

Desde el centro de alumnos, han impulsado iniciativas como programas de reciclaje o de limpieza de calles tres veces por mes. Se trata de un tópico sensible para los estudiantes, que fueron precisamente la población más afectada. Por eso organizaron además una capacitación sobre el efecto de los problemas medioambientales en la salud.

Todas las instituciones en conjunto elaboraron un petitorio que tiene tres requisitos: un mejoramiento a la salud de las comunas, con presencia de especialistas y mejor tecnología; un catastro de las empresas que contaminan y sus sistemas para asegurar normas medioambientales; y que se instaure la ley de polimetales que rige en Arica.

"Una parte de la comuna no quiere el cierre de las empresas, porque son las que alimentan a sus familias. Hoy hay más de diez empresas que contaminan. No porque ahora se equivocó solo una, la vamos a culpar únicamente a ella. ¿En serio quieren que esto siga, con el costo de tener una mala salud que va a durar hasta los 60 años? ", afirma Gallardo.

"Los estudiantes estamos contra eso, no lo vemos así porque nos afecta a nosotros", dice la alumna, firme. "Nosotros estamos apostando por creer en esa posibilidad que quizás haya, aunque sea de un 0,1%, de que las empresas cierren".
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