La libre manifestación de la soberanía popular (que es la voluntad colectiva de un 'pueblo', no de una 'nación') ha constituido la esencia de la llamada "tradición republicana", tanto en su versión mediterránea clásica (que se enfrentó con éxito a las satrapías asiáticas), como en su versión moderna europea e hispanoamericana (que enfrentó al absolutismo del Ancien Régime). Todos los estudiosos coinciden en que, en esa tradición, la soberanía popular fue (es) un derecho humano 'de los pueblos', inalienable, indelegable e intransferible. Como tal, fue insistentemente respetado y defendido por ellos, como valor supremo de su ética social y política; para sí mismos, y ante el concierto de las 'naciones' en general.
En Chile, donde esa tradición ("comunera") revivió en la soberanía colonial de los "cabildos", entró en acción después de 1810, para independizarse del Antiguo Régimen (absolutista) y construir un Estado 'republicano' (democrático)…
Sin embargo, la leyenda histórica construida en Chile resalta, primero, con
gran parafernalia patriótica, la ruptura militar con España (no la independencia política del absolutismo); segundo, con tergiversaciones notorias, la llamada anarquía (1822-1830) y, finalmente, con hinchados ribetes hagiográficos, la imposición ‘militar’ de la versión 'santiaguina' del Ancien Régime: la república absolutista del período 1833-1925.
Lo que interesa destacar aquí es que los 'pueblos' chilenos (menos el de Santiago), y algunos líderes populares, han luchado a lo largo de toda la historia independiente para construir soberanamente un Estado republicano-democrático. Empezaron derribando la dictadura de O’Higgins, porque este se burló de la soberanía de 'los pueblos'; le aplicaron el "juicio de residencia" y lo expulsaron del país. Convocaron luego a una Asamblea Constituyente (1823), ante la cual, por respeto a la soberanía que ella irrogaba, abdicó el Director Supremo, general Ramón Freire… La aristocracia de la capital obstruyó el proceso constituyente, hasta hacerlo fracasar. Ante eso, el "populacho" (Barros Arana) provocó un ‘estallido social’ para convocar a una nueva Asamblea y re-elegir al general Freire como Director Supremo… Pero la capital continuó su política obstruccionista aun después de aprobada la Constitución ‘comunera’ de 1828, y pasó de la obstrucción política al complot militar abierto…
El Presidente Francisco Antonio Pinto, ante la imposibilidad de proteger la soberanía, abdicó de su cargo. El ejército mercenario levantado por Santiago pudo vencer en la batalla de Lircay… Los "pueblos" de Chile (menos Santiago) se rebelaron 17 veces entre 1830 y 1882 contra el régimen de "tiranía". Fueron derrotados otras tantas veces por el ejército “pretoriano” que organizó Diego Portales… En 1891, tras convocar a una Asamblea Constituyente y ante la derrota del ejército constitucional en Placilla y Concón, se suicidó el Presidente José Manuel Balmaceda… En 1925, cuando los militares dieron un golpe de Estado para que el pueblo ejercitara de por sí su poder constituyente, el Presidente Arturo Alessandri se autoexilió en Italia… Y en 1973, cuando ya no hubo posibilidad alguna de llevar a cabo la "
revolución popular", se suicidó el Presidente Salvador Allende…
La soberanía popular, usurpada, ametrallada e ignorada, ha sido, pues, en Chile, de un modo u otro, reconocida, defendida y respetada.
En decisiones colectivas o en gestos heroicos personales. La ética superior de los pueblos, por tanto, no ha muerto… Por eso reapareció, llena de memoria, el 18 de octubre de 2019… Su eclipse, de mediados del siglo XIX hasta comienzos del XXI, se debió a que el Ancien Régime se autotransformó en un sistema de estados nacionales liberales a través de la célebre revolución democrático-burguesa. La que impuso por doquier la supremacía de la 'nación', la democracia 'individualista', el voto 'secreto', la hegemonía del 'mercado mundial' y la globalización del capital financiero… Jineteada siempre por la "clase política"… Que ha encarnado, en sí y para sí, esa dudosa 'ética' que reduce todo valor humano a ganancia o pérdida. Donde 'lo supremo' es la mercancía…
En Chile hoy prima, pues, en los políticos profesionales, el no-reconocimiento de la soberanía popular.
Ni en su irrupción callejera ("vándalos") ni en su Convención Constitucional ("extremistas"). Ni como valor supremo de la ética republicana ni como autonomía procedimental (que establece el tiempo de trabajo de su deliberación)… Ni aun como poder constituyente, que está por encima de todo poder representativo o legislativo… Así, la clase política, inspirada en una ética mercachifle, cree a pie juntillas que sus 'cargos estatales' son a perpetuidad, reinando por encima de la soberanía popular, incluso cuando esta protagoniza de hecho su propia historia…