La filósofa Diana Aurenque ha mantenido una relación cercana con la Convención Constitucional. No solo porque le interesa mantenerse informada del desarrollo del proceso, del cual destaca, sobre todo, su legitimidad, sino también porque fue miembro suplente del Comité de Ética del órgano redactor.
La también directora del Departamento de Filosofía de la U. de Santiago tiene su voto definido y así lo ha dejado ver en sus distintas columnas y publicaciones en redes sociales, algunas de las cuales han despertado polémica.
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Usted se ha definido por el Apruebo, ¿por qué?
—A mi juicio, aprobar significa dar una respuesta clara y una salida a lo que inició todo el proceso que era que Chile decide hacer una nueva Constitución que no sea la que nos trajo hasta acá. Hasta ahora teníamos una Constitución que sabemos que fue de Pinochet y después reformada por Lagos y un montón de gente, que nos llevó con una concepción de Estado donde los derechos sociales no estaban resguardados. A mí me parece que esta Constitución (de la Convención), que podrá ser imperfecta porque no hay una Constitución perfecta, lo que busca es un Estado que no sea subsidiario, que pueda garantizar derechos sociales y además que reconozca ciertos valores y ciertos derechos que permitan que las personas podamos desarrollarnos de forma plena y autónoma a la luz de los tiempos (...). Rechazar significa, para mí, que nos quedamos tal como partimos, sin ninguna esperanza razonable de que esto cambie a mediano plazo.
—¿No le cree al "Rechazo para reformar"?
—Hasta hace poco no había ningún tipo de propuesta de cómo es la Constitución que propondría esta facción del Rechazo. Pero creo que hay una cuestión importante, que no se trata solamente de que una nueva Constitución tenga que tener ideas que nos parezcan a todos maravillosas. El tema también es la legitimidad. Supongamos que se rechaza. Hay acuerdo que la Constitución del 80 está obsoleta en el discurso, pero seguiría operando hasta que se iniciara un nuevo proceso o que se mandatara al Congreso. Y volvemos al mismo punto de origen, que se supone era la falta de legitimidad de esta Carta. Lo que legitima los procesos constitucionales es el apoyo que ha tenido esta construcción desde la ciudadanía. Se ha tratado mucho de quitar legitimidad atacando a los convencionales por cuestiones anecdóticas, pero nadie puede decir que el resultado no ha sido lo mandatado democráticamente por la ciudadanía.
—¿Y al "Apruebo para reformar"?
—Creo que es bien distinto. Si uno aprueba, reconoce un proceso legítimo (...). Decir rechazar para reformar significa una propuesta mucho más etérea. Si se aprueba, tiene que haber reglamentos y si ya hay aprensiones respecto a ciertos contenidos vamos a tener reformas, entonces las dos cosas pueden pasar en el Apruebo (...). Y también creo que es mejor, honestamente, empezar a decir cuáles son los problemas que ven ambos lados, las propuestas que haría el Rechazo, el Apruebo reconocer eso, responder hasta qué punto y cuáles podrían integrar eventualmente, cuáles no.
—¿Es un error que la izquierda no diga qué estaría dispuesta a reformar como sí lo ha hecho Chile Vamos?
—Esa sería una buena señal. Porque de lo que se trata no de es salvar una Constitución por el puro hecho de salvarla. Yo creo que lo que legitima, lo que está detrás de este proceso y que es valioso, es el hecho de cómo se generó, cómo se fue gestando, cómo se incorporó la ciudadanía, cómo esto tuvo lugar en la instancia que era políticamente la mandatada. (...) Yo creo que el sector del Apruebo puede hacer eso... eso es negociar y está bien.
—Usted participó del Comité de Ética de la Convención. ¿Era necesario tener este comité? Una de las críticas era que la Convención no permitía opiniones distintas.
—Me parece que un Comité de Ética era importante para tener una forma de convivencia más clara. A veces había cosas muy despectivas, de mucho desprecio al otro, algunos respetaban el uso de la mascarilla, otros sistemáticamente no. Y eso muestra lo que es Chile, que hay personas que sí respetan las reglas y las leyes y otras que no porque piensan que se las pueden saltar (...).
La filósofa sostiene que el Comité de Ética no era una instancia que saliera a buscar conductas a sancionar, sino que recibía denuncias y las analizaba en su mérito, de acuerdo con lo establecido en el reglamento. Y añade: "Cuando vienen estas críticas, creo que siempre hay que tener un principio de generosidad respecto de un proceso que fue tan complejo, donde por primera vez estaban tantas personas distintas tratando de decir lo que les parecía importante para el país".
—Su columna "Rechazo moralizante y aspiracional" causó molestia por cómo describió a los partidarios del Rechazo. ¿A qué se refería?
—Lo que yo estaba denunciando era el uso populista, cuando tocan emociones de las personas más que realmente convencimiento. Esa parte del Rechazo a mí no me gusta nada y no porque sienta que yo o una élite, la que sea, sepa mejor cuál es la Constitución para Chile. En bioética y en lo que yo trabajo hay una cosa muy importante que se llama las decisiones autónomas, y el poder elegir significa que tengo que poder estar en conocimiento. Todas las personas obviamente tenemos el derecho y la posibilidad de elegir, pero hay distintos elegires: más autónomos, que se vinculan con mayor información, mayor libertad, sin presión, con conocimiento, y ahí uno tiene una decisión que es más soberana; y una decisión más soberana no es solo desde la emocionalidad.
—¿Y esa "trampa moralizante", como la denominó, no está también en el Apruebo?
—Antes yo había escrito otra columna que se llamaba "Apruebo dogmático y Rechazo tramposo". Me parecía complejo que antes de que saliera la propuesta ya muchos decían "apruebo, apruebo". Porque soy filósofa, tampoco digo apruebo cualquier cosa (...). Me pareció que al principio, por lo menos, y quizás todavía, no lo sé, el Apruebo tenía mucho de dogmático. Apruebo sí o sí. Es una mala estrategia.
"Creo que hay populismos de derecha, pero también hay de izquierda. Cuando muy rápido se dice, ‘el mismo 80% que aprobó en el plebiscito de entrada ahora debería aprobar’, es un argumento populista porque una cosa es aprobar que como país queremos otra Carta hecha de manera distinta y otra es decir si lo que se presenta es mejor que lo que está. Esa creo que es la pregunta ahora, ¿es esto, con todas las falencias que tiene, mejor que lo que tenemos?".
—¿Qué tan emocional será esta elección?
—Va a haber emocionalidad, van a haber argumentos. Pero yo quisiera que nos tomáramos más en serio algunas cosas que se han dicho. Lo dijo Lagos y se malinterpretó mucho, y también Carlos Peña. Y tiene que ver con que el 4 de septiembre no se acaba nada ni empieza todo de nuevo. Sea lo que sea que se decida, necesita que se implemente, que se mejore. Una buena pregunta es, bueno, si esto no gustó, cuáles son los términos que el Rechazo propone para que sea no solamente una buena Constitución, sino también una legitimada por la ciudadanía. Hay que ponernos en los escenarios: qué pasa si se rechaza o si se aprueba. Y eso deberíamos exigirles a las personas que hagan campaña para un lado y el otro.
—A Ricardo Lagos se le criticó mucho...
—Volvemos al tema del populismo (...). Los discursos populistas de izquierda y derecha no dan permiso para que haya otras opiniones. Voy a ser súper honesta porque creo que hay que decirlo: que Kast, como una figura de populismo de derecha, se haya instalado tan fuerte es porque hubo un estallido social con ciertas características muy populistas. Si en el estallido social se hubieran frenado ciertas prácticas más radicales, haber dicho rápidamente la violencia no, Kast no hubiera crecido tanto. Porque Kast no le da solamente una salida a la gente de derecha, les da una salida a las personas que quieren estar tranquilas y condenan la violencia en general. Y creo que esa hipermoralización que tuvo el estallido social, la idealización del capucha, es compleja. Eso es populismo también de izquierda, heroizar la protesta social como si siempre hubiera sido una lucha, fue un error. Creo que esas cosas son las que pasan la cuenta.