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Columna de opinión: El corazón de una Constitución

Tenemos una gran oportunidad para salir del espiral en el que entramos con el cambio al sistema electoral y la Convención Constitucional. Es de esperar que los consejeros que vayamos a elegir no la desaprovechen.

30 de Abril de 2023 | 18:38 | Por Constanza Hube
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El Mercurio
Recordando por un momento los temas que se discutieron y que se aprobaron en la fracasada Convención Constitucional, sin duda que el foco de la opinión pública —excluyendo por supuesto los más coloridos episodios de corpóreos, votos desde la ducha, entre otros— estuvo centrado en los derechos fundamentales, y más específicamente en los derechos sociales.

Paradójicamente, la razón de ser de las constituciones, cual es limitar el poder del Estado, para lo cual se requiere un buen sistema político, fue uno de los debates más difíciles de seguir en el proceso anterior. Es por esto que ad portas de la elección de consejeros constitucionales, bien vale la pena recordar que el partido se juega en la denominada "sala de máquinas", ya que sin sistema político simplemente no hay Constitución.

Ahora bien, para tener una buena propuesta en esta materia, se requiere un buen diagnóstico. Detengámonos un momento en eso.

El diseño constitucional actual que combina un sistema de elección parlamentario proporcional con un régimen de gobierno presidencial ha terminado en un bloqueo mutuo que impide que las mayorías puedan llevar adelante sus proyectos de gobierno a través de leyes oportunas. Si a esto le sumamos la elección conjunta de Presidente de la República con el Congreso en la primera vuelta (reforma introducida el año 2005 con el objeto de favorecer, precisamente la gobernabilidad, pero en un contexto de un sistema electoral mayoritario), la combinación simplemente es crítica y está destinada a hacer inviable el funcionamiento del sistema político.

El proceso constitucional actual puede ser una buena oportunidad (en la medida que se aproveche bien) para corregir estas deficiencias estructurales. La primera: el fracaso del sistema electoral actual. Hasta 2015, el sistema electoral que rigió en Chile fue el binominal, que favoreció la gobernabilidad, pero a raíz de las críticas que recibió por sus problemas de representatividad, a partir de las elecciones de 2017 se reemplazó por un sistema de representación proporcional. Esto implicó "sacrificar gobernabilidad, pero ganar en representatividad". ¿Aumentó el número de fuerzas políticas en el Congreso? Sí, pero a un costo altísimo. Se debilitaron las coaliciones tanto oficialistas, como de oposición; disminuyó el poder presidencial al aumentar los costos de transacción incluso en su propia coalición, y aumentó la distancia entre los electores y sus representantes, al consagrar 28 megadistritos con unidades territoriales inabarcables.

¿Qué se puede hacer frente a este escenario? Una propuesta es transitar hacia un sistema electoral, que manteniendo la necesaria representatividad incorpore elementos que permitan configurar mayorías que generen gobernabilidad, para terminar con el debilitamiento institucional que produce la excesiva fragmentación de las fuerzas políticas, y con ello, dar mayor gobernabilidad al país. Muchos señalan que el sistema electoral no debiera estar en la Constitución, sin embargo este juega un rol muy relevante en el éxito o fracaso del funcionamiento de la "sala de máquinas" por lo que debiera ser abordado como eje esencial del debate.

La segunda deficiencia estructural dice relación con que la elección de parlamentarios sea realizada en la primera vuelta presidencial. Es claro que en la primera vuelta, con un número importante de candidatos presidenciales, se fomenta la fragmentación, por lo que los candidatos al Congreso tienden a asociarse con los candidatos que tienen visiones menos moderadas. Una propuesta en esta línea sería hacer coincidir la elección parlamentaria con la segunda vuelta presidencial, lo que promueve un presidencialismo de coalición y facilita la posibilidad de conformación de un gobierno electo.

El sistema político representa el corazón de una Constitución y es el que permite el desarrollo de una democracia sana. Chile debiera transitar hacia un sistema electoral que moldee grandes mayorías, que propicie mayor eficacia gubernamental, que estimule la competencia y favorezca la identificabilidad del vínculo representante-elector a nivel de distritos. Tenemos una gran oportunidad para salir del espiral en el que entramos con el cambio al sistema electoral y la Convención Constitucional. Es de esperar que los consejeros que vayamos a elegir no la desaprovechen.

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