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Sergio Muñoz revisa el escenario político post 7 de mayo: "No se puede dar por muerto al octubrismo"

"El furor puede surgir con otro rostro y otras banderas", sostiene, al tiempo que recuerda cómo "en la coyuntura de 2019, hubo quienes no se mancharon las manos con la bencina de las bombas molotov, pero cosecharon sus efectos políticos. Hoy, ponen cara de inocentes en la TV, las universidades, el Congreso y hasta en La Moneda".

22 de Mayo de 2023 | 09:31 | Por Álvaro Valenzuela Mangini, Crónica Constitucional
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El Mercurio
"Estuve en Villa Grimaldi y agradezco cada día haber salido vivo de ese lugar", afirma Sergio Muñoz Riveros. Por esos días dirigente clandestino de las Juventudes Comunistas, la DINA lo detuvo en 1975 y solo pudo salir al exilio, en Holanda, a fines de 1976, tras haber pasado también por Tres Álamos y Puchuncaví. Una década después, ya de vuelta en Chile, dejó de militar en el PC y se acercó en cambio a la centroizquierda y a lo que sería la Concertación, cuya obra ha defendido de modo decidido... incluso en aquellas jornadas de fines de 2019, cuando buena parte de la vieja guardia de ese sector se avergonzaba y hasta pedía perdón por los execrados "30 años".

Profesor de Literatura que derivó al periodismo (trabajó en La Nación en los años 90) y al análisis político, con su pluma de columnista arremete periódicamente contra el octubrismo y contra varios de los dogmas “políticamente correctos” que se instalaron en los últimos cuatro años. De hecho, se apronta a publicar “La democracia bajo asedio”, un ensayo sobre la revuelta y las dinámicas que desató. Con esa misma mirada, marcada por la experiencia de haber vivido y sufrido la caída de una democracia, y de haber participado en su recuperación, es que evalúa el escenario post 7 de mayo.

¿Apostaría a que la tendencia que se ha venido expresando desde el plebiscito tendrá continuidad en el tiempo? ¿No es más bien otra manifestación de la volatilidad que distintos analistas le atribuyen al electorado?

—No me gusta la palabra volatilidad, que parece sugerir que los votantes son hojas empujadas por el viento. En general, los electores definen su voto con libertad, en función de lo que consideran prioritario, y tienen todo el derecho a cambiar de opinión. Marcan su preferencia a partir de lo que perciben como favorable para ellos y sus familias, pero también de lo que quieren preservar y de lo que quieren evitar. Es muy valioso que tengamos elecciones libres y competitivas, con plenas garantías para todos, pero algunos no se dan cuenta de que ello es posible porque tenemos una democracia que funciona. Sí, creo que está emergiendo una tendencia que puede marcar el futuro, y que trasciende a la derecha.

"Por desgracia, operó de nuevo la desdichada ‘paridad de resultados’, que significó 'corregir' la votación: siete candidatos que tenían votos suficientes para ser elegidos, fueron marginados por pertenecer al ‘sexo incorrecto’. Es vergonzoso".

A la luz de los resultados, ¿fue un autogol del Gobierno haber impulsado un nuevo proceso constituyente?

—El Presidente Boric debió haberse dado un tiempo para reflexionar sobre el resultado del plebiscito. Pero optó por ‘la continuidad del proceso constituyente’, lo que ya era un modo de torcer los hechos, puesto que no había continuidad alguna. Lo que hizo fue promover otro experimento, movido probablemente por el deseo de tapar la derrota. Parece que nadie le hizo ver los riesgos. Dos derrotas en ocho meses es demasiado para cualquier gobierno.

¿Y qué le pasó a Chile Vamos?

—Fue extraño el apresuramiento de los líderes de la UDI, RN y Evópoli después del plebiscito. No era claro lo que querían conseguir. Parecía que les preocupaba que el Presidente no se deprimiera. Me imagino que habrá un debate en estos partidos sobre lo que pasó, pero sobre todo respecto de la tarea que tienen por adelante. Deben ayudar a la renovación del pacto constitucional sobre bases firmes.

También las fuerzas que desde la centroizquierda intentaron reivindicar esos 30 años sufrieron una derrota aplastante. ¿Qué ocurrió ahí?

—La antigua centroizquierda gobernó fructíferamente y con gran sentido nacional y, sin embargo, no fue capaz de defender aquello que hizo bien. Se dejó intimidar y acomplejar por los nuevos redentores, y terminó convertida en lo que hemos visto. Cuesta entender su proceso de decadencia, que en muchos aspectos ha parecido una forma de suicidio.

¿Tiene futuro un proyecto de centroizquierda que revalorice la obra concertacionista?

—Aquella obra fue muy sólida y tiene valor histórico. La reconstrucción democrática y los avances económico-sociales permitieron que Chile diera un salto de progreso que no tiene parangón con otra etapa. Después de todo lo que hemos visto, creo que esa obra empieza a ser mejor apreciada por la sociedad. Espero que surja una corriente de centroizquierda firmemente comprometida con la democracia representativa, alejada de cualquier tentación populista y con un nítido perfil reformista.

Como exmilitante del PC, ¿se atreve a proyectar cuál será el rumbo de ese partido? Hace unos días, Lautaro Carmona llamó a que "el movimiento popular recupere iniciativa" y a ejercer presión desde los territorios. ¿Qué significa eso? ¿El PC está hoy jugando el rol que jugó el PS durante la UP?

—El PC se entusiasmó en octubre de 2019 con la posibilidad de que triunfara la sublevación nacional que estaba pendiente desde 1986. Su jefe pidió la renuncia del Presidente Piñera al día siguiente de los primeros saqueos y ataques incendiarios. Luego, ayudó a redactar el proyecto de Constitución que salió de la Convención, el que parecía colmar sus expectativas, como que llamó al plebiscito del 4-S "la batalla de las batallas". Bueno, perdió esa batalla, pero el orden constitucional vigente le permitió seguir teniendo ministros, parlamentarios, embajadores, etc. Ahora, acaba de perder la revancha.

No sé cuál será su rumbo. Su verdadero perfil es el pragmatismo: se siente cómodo en el aparato del Estado. En todo caso, creo que los dirigentes más veteranos se dan cuenta de los recelos que provoca su partido. La izquierda de hoy no es la misma que la de 1973, pero tiene un aire de familia.

¿Está entre quienes se encuentran preocupados por el triunfo que logró el Partido Republicano y lo consideran una amenaza?

—No. En todo caso, habrá que observar cómo actúa este partido luego de un triunfo que sus dirigentes no esperaban que fuera tan amplio, y que les llegó antes de lo previsto. El PR capitalizó sin duda el voto de protesta. Su reto es demostrar que es merecedor de confianza. Ello le exige mostrar templanza y voluntad de diálogo. Es alta la responsabilidad que asume ahora por la suerte del país. Necesita ayudar a reducir la incertidumbre y a generar acuerdos de ancha base.

¿Qué factores determinarán lo que ocurra en el plebiscito de diciembre?

—Esperemos que funcione bien la compleja estructura diseñada por el Congreso, y que eso se traduzca en un texto que concite respaldo mayoritario. Está claro que el resultado dependerá principalmente de la habilidad con que actúen el PR y Chile Vamos. ¿Podría ocurrir que algún sector se desembarque o trate de sabotear el proceso? No puede descartarse. En cualquier caso, corresponde respetar el marco legal establecido.

Usted ha desdramatizado el escenario de que este proceso no llegue a puerto. ¿No sería delicado para el país lidiar con un nuevo fracaso?

—La cuestión primordial es la lealtad con la democracia, de lo cual, como sabemos, no es garantía ningún texto. Tenemos instituciones, vivimos en democracia, y si, por cualquier razón, el actual proceso se frustra, el país seguirá funcionando tal como lo hace hoy. El debate constitucional tendrá que quedar radicado en el Congreso, desde donde nunca debió salir.

¿Pero le parece satisfactorio el actual estado de cosas, en que distintas instituciones aparecen débiles y cuestionadas? ¿Eso no se repararía con un cambio constitucional?

—La Constitución vigente experimentó 228 reformas entre 1989 y 2016. Nunca ha sido un texto cerrado e inmodificable. Lo cuestionable fue el punto de partida del acuerdo del 15 de noviembre de 2019: promover su reemplazo por razones "simbólicas", sin haberse detenido a precisar lo que se quería cambiar. Los negociadores de entonces no tuvieron conciencia de lo grave que era ponerlo todo en discusión. Fue un error "constitucionalizar" la crisis provocada por la asonada.

"El texto vigente ha demostrado ser flexible, tanto así que el Congreso ha organizado dos experimentos constituyentes dentro de sus normas. Hay muchas cosas que cambiar en nuestro país, y no todas se refieren a la Constitución, pero hay muchas también que merecen ser conservadas. Incluso los 12 puntos pactados para el proceso en curso reproducen, con ligeras variaciones, las ‘Bases de la institucionalidad’ del texto vigente. Se ha perdido mucho tiempo y mucho dinero en torno a un asunto del que debió hacerse cargo el Congreso. En 2019, pudo haberse pactado un conjunto de reformas, y no se hizo. El interés era 'borrar los 30 años'".

"El asunto constitucional ha encubierto una confrontación crudamente política sobre el futuro del país", ha escrito usted. ¿A qué se refiere?

—La consigna de la nueva Constitución le sirvió al Frente Amplio para ganar un espacio en la vida política, pero además para invalidar la transición y presentar a la antigua Concertación como una fuerza despreciable. El PC empujó el carro. Esa consigna, incluido el reclamo de una asamblea constituyente, produjo exaltación revolucionaria en el PPD y el PS. Luego, la expresidenta Bachelet en su campaña por volver a La Moneda, en 2013, planteó el objetivo de reemplazar la Constitución que llevaba la firma del expresidente Ricardo Lagos desde 2005.

"El texto del 80 cambió sustancialmente en el camino, pero el populismo constitucional buscó probar que la transición había sido ‘impura’. Pues bien, fue impura, pero allí radica su mérito, no su defecto. Impura por realista, por terrenal y por favorecer el reencuentro nacional. Aprovechó el texto de 1980 para poner las bases del régimen de libertades, lo cual permitió que las Fuerzas Armadas se comprometieran con la reconstrucción democrática. Así, se evitaron nuevos desgarramientos. Vino luego la acumulación de reformas que determinó que Chile sea hoy, según la organización Economist Intelligence Unit, una de las tres democracias plenas de América Latina, junto a Uruguay y Costa Rica".

"La cuestión constitucional ha sido la excusa demagógica para cuestionar el camino hecho por Chile. En tal faena, han sobresalido los expertos en demoliciones".

Pero ya la Presidenta Bachelet impulsó un proceso constituyente y presentó un texto cuando le faltaban pocos días para concluir su período.

—Se ha mencionado al pasar un supuesto "proceso constituyente" de la Presidenta Bachelet en 2014. No hubo tal. Se trató únicamente de un programa de asambleas y cabildos sin base legal, y que promovieron los partidos de gobierno. Allí se discutió libremente de todo. Luego hubo que contratar a un grupo de especialistas para que “tradujeran” el material acumulado. De allí no salió nada. En los días finales de su gobierno, en 2018, Bachelet dejó en el Congreso un proyecto elaborado por Mario Fernández, Tomás Jordan, Nicolás Eyzaguirre y Pamela Figueroa. Quienes lo conocen, dicen que no tiene ninguna relación con el proyecto de la Convención que la expresidenta llamó a aprobar.

Mirando retrospectivamente, ¿cómo se explica que el octubrismo haya logrado dominar la escena nacional, y conseguido la mirada cómplice de una parte del espectro político y un apoyo ciudadano considerable? ¿Se puede afirmar que todo eso ya murió?

—El octubrismo demostró que la irracionalidad puede estar a la vuelta de la esquina, y que la violencia puede perturbar y confundir a mucha gente. Dejó una herencia envenenada en nuestra convivencia, de lo cual son una muestra los grupos de encapuchados, devotos del fuego, que han llevado a la crisis a los principales liceos públicos.

"El 18 de octubre de 2019 convergieron fuerzas políticas y delictuales que buscaron provocar el caos y derrocar al gobierno constitucional. Los indultos otorgados por el Presidente Boric sirvieron para conocer la catadura de algunos protagonistas de aquellos días: insurrectos con prontuario que, como hemos visto, cuentan con poder para presionar a las autoridades".

"En la coyuntura de 2019 hubo quienes no se mancharon las manos con la bencina de las bombas molotov, pero cosecharon sus efectos políticos. Hoy, ponen cara de inocentes en la TV, las universidades, el Congreso y hasta en La Moneda".

"No se puede dar por muerto al octubrismo, expresión del golpismo de izquierda al que tiene sin cuidado cualquier Constitución. El furor puede surgir con otro rostro y otras banderas. Por eso, es crucial reforzar las defensas de la sociedad democrática y, en primer lugar, no contemporizar con los violentos, lo cual el Gobierno se ha demorado demasiado en entender".

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