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El Partido Comunista se erigió en el principal soporte del gobierno de la UP

No renunciaba a sus objetivos, pero consideraba que la “correlación de fuerzas” en el país impedía acelerar el proceso revolucionario.

31 de Julio de 2023 | 15:13 | Por Equipo de Chile 1973-2023
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Luis Corvalán.

El Mercurio (archivo)
No compartían del todo la fascinación socialista por el proceso cubano y mantenían, en cambio, una mayor cercanía con la Unión Soviética.

En diversos aspectos, esta última era crítica del proceso castrista, y tampoco quería seguir provocando a Estados Unidos en América Latina. Los comunistas en Chile, más organizados y disciplinados que el PS, fueron el principal soporte de Salvador Allende en la Unidad Popular y lideraron los sectores más moderados de la coalición.

El Partido Comunista controlaba instituciones como la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y la Universidad Técnica del Estado (UTE), a través de las cuales ejercía mucha influencia en sectores de trabajadores y estudiantes. El proyecto de la UTE “estaba en el corazón del proyecto de la Unidad Popular. La alianza entre estudiantes y trabajadores había sido de gran importancia para diversos procesos revolucionarios en el mundo y era una pieza clave en la vía chilena hacia el socialismo” (Alejandro San Francisco, en “Historia de Chile 1960-2010”, tomo 6). También, a diferencia de los socialistas, en diversas oportunidades los comunistas fueron partidarios de abrir negociaciones con la DC y se enfrentaron a los sectores más radicales, como el MIR.

Sin embargo, como sostiene Daniel Mansuy en su libro “Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular”, “su compromiso no es con la democracia occidental ni con las formas burguesas ni menos con la persona de Salvador Allende. Su posición brota de un análisis frío de las condiciones objetivas que determinan el proceso. Las condiciones en Chile no están maduras, y no es posible acelerarlas de manera artificial, por más que les pese a los voluntaristas”.
Más adelante, el autor reafirma el punto: “La postura comunista estuvo inspirada en motivos tácticos más que de fondo. El PC consideraba —correctamente— que la correlación de fuerzas no era favorable, y de allí su resistencia para acelerar el conflicto, pero no abandonó el credo leninista”.

Los comunistas tampoco abandonaron del todo sus declaraciones más radicales, y se imponía muchas veces un doble discurso en que la vía violenta convivía con la democrática y la apuesta por la legalidad no cerraba los otros caminos fuera de la legalidad.

En marzo de 1973, el entonces secretario general del PC, Luis Corvalán, afirmaba que “sería simplificar el problema si dijéramos que el logro de nuestros objetivos revolucionarios es solo una cuestión de votos. No. Jamás hemos considerado que la vía de la revolución chilena es una vía exclusivamente electoral. Es un camino de constantes enfrentamientos, de aguda lucha de clases y en el cual lo fundamental es la movilización, el combate de las masas y la creciente elevación de su conciencia revolucionaria”. No era muy distinto a lo que expresaba sobre la Unidad Popular en medio del proceso eleccionario en 1970: “Su objetivo no es otro que abrir paso a la revolución chilena y tiene vigencia, por lo tanto, haya o no elecciones de por medio y fuera y dentro del marco de las lides electorales”.

El enfrentamiento de los comunistas con el MIR no fue solo en el plano de las ideas


En diciembre de 1970, en Concepción, un estudiante del MIR resultó muerto (Arnoldo Ríos) y otro herido a manos de militantes comunistas de la Brigada Ramona Parra (Partido Comunista). En un editorial de esos días, el diario “El Mercurio” advertía la gravedad de lo ocurrido y señalaba que “es de toda evidencia que mientras el MIR mantenga una organización armada bien abastecida y por su parte los comunistas perfeccionen su brigada de combate ‘Ramona Parra’, los choques entre las distintas fuerzas serán inevitables y, más que eso, la posibilidad de que el régimen del Presidente Allende avance en cauces legales se hará extraordinariamente difícil”.

Por su parte, el líder del MIR, Miguel Enríquez, accedió a dar una conferencia de prensa donde planteó el centro de su preocupación política: “Tratamos de evitar que a partir de este incidente desgraciado, que a partir de esta política errada, se pretenda plantear una contraofensiva de prensa, una contraofensiva política que permita en estos instantes debilitar a la izquierda. Para nosotros el enemigo fundamental está claro. El enemigo fundamental no fueron los que participaron en este lamentable suceso (...). El enfrentamiento fundamental lo está provocando en este instante el enemigo fundamental. Los que hoy detentan el poder y riqueza, las clases dominantes, las burguesías chilenas y extranjeras que en estos instantes explotan a Chile y América Latina” (“El Mercurio”, 5 de diciembre de 1970).

Con posterioridad, el Informe Rettig, al tratar el marco histórico anterior al Golpe de 1973, se referirá a este caso como un ejemplo, entre muchos, en que la violencia armada entre distintos bandos ideológicos termina en hechos de sangre, lamentando que tuvieran un tratamiento político antes que judicial: “En un caso al menos —el asesinato de un mirista por otro comunista, en el recinto de la Universidad de Concepción— se declaró públicamente que era un problema político, no penal, y de hecho no recibió sanción”.


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