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Sergio Bitar, exministro de Minería de la UP: "Los partidos interpretaban la lucha económica como parte de la lucha política"

Le tocó ver desde muy cerca el devenir de la política económica de ese gobierno, un programa que consideraba viable, pero que pasado el primer año ya no lo fue. “Una de las cosas más fuertes de todas, después de la UP y de la dictadura, es un consenso inamovible del equilibrio financiero como una condición para la existencia de un régimen democrático”, dice.

15 de Agosto de 2023 | 10:41 | Por Paula Coddou B. Chile 1973-2023
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El Mercurio
Hace 50 años, Sergio Bitar acababa de dejar su cargo de ministro de Minería de Salvador Allende, que había asumido en marzo de 1973, después de ser acusado constitucionalmente por la huelga en El Teniente.

Por esos días, Allende le pidió que le ayudara a coordinar a los intendentes del sur. La situación ya era muy tensa. “Y esa tarea estaba pendiente hasta un almuerzo al que me invitó el 10 de septiembre de 1973, horas antes de su muerte. De los que estuvimos ahí, quedamos dos vivos. El otro es Joan Garcés”, recuerda.

Bitar ha sido presidente del PPD cuatro veces, fue senador por Tarapacá de 1994 a 2002, y ministro de Educación de Ricardo Lagos y de Obras Públicas del primer gobierno de Michelle Bachelet. Pero hace cinco décadas, llegó al gobierno de la UP por la tangente. Ingeniero de la U. de Chile y luego director del Departamento de Industria de ese plantel, en 1970 entró al comando de Radomiro Tomic, aunque no era DC, sino “independiente de izquierda”, dice.

A fines de ese año se fue a Harvard a hacer una maestría, mientras en Chile había expectación por el nuevo proceso. “El 71 fue un año de cierto jolgorio —recuerda—, creció la economía y en algunos se creó la idea de que esto iba a ser eterno, a pesar de que los desequilibrios eran enormes. Yo, mirando de afuera, anticipaba que esto era insostenible porque además estaba el factor de Estados Unidos. Me acuerdo que pensé ‘¿me quedo acá en medio de lo que está pasando en mi país? No puedo’”. Cuando volvió, entró a la Izquierda Cristiana, una facción recién escindida de la DC y comenzó a colaborar con Allende.

Su historia es conocida. Después del Golpe estuvo preso en la isla Dawson, donde comenzó su reflexión sobre lo ocurrido. “En las prisiones a las que nos arrojó el golpe militar surgieron impetuosas las primeras preguntas. ¿Qué ocurrió durante el proceso para desembocar en esta derrota? ¿Cómo se gestaron tan agudos desequilibrios económicos?”, escribió en 1978, en el prefacio de la primera edición de su libro “Chile 1970-1973”. Son preguntas que lo han acompañado en su carrera.

El programa de Frei Montalva fue de mucho cambio. El de Tomic, más radical, y en los grandes temas bastante similar al de la UP. ¿Ese hecho fue arrinconando más hacia la izquierda a los partidos de la Unidad Popular, incluso a los más moderados, para no quedarse sin banderas?

—Ese es un punto bien crucial, porque tiene que ver con ahora. La historia rima. Cuando miro eso, me pregunto qué espera este gobierno hoy para abordar el tema de la DC en serio.

“Diría como afirmación histórica que las iniciativas de Allende no habrían podido ejecutarse como ocurrieron si no hubiera hecho Frei lo que hizo. Hay cuatro decisiones de Frei que son determinantes para estimular la aceleración: la chilenización del cobre, la reforma agraria, la sindicalización campesina y la organización de las juntas de vecinos urbanas. Las dos primeras permiten partir. Puedes aprobar la nacionalización por unanimidad, ya tienes el 51%. La ley de reforma agraria había empezado, y la DC se tragó toda la pelea con la derecha. El movimiento de sindicalización campesina le dio un soporte adicional al tradicional sindicalismo industrial. ¿Cuál era el contraste? Reformas más aceleradas”.

—Usted escribió que, al comparar el programa de Tomic con el de la UP, se apreciaba la posibilidad de una convergencia. ¿Cree que era posible, con la radicalidad de parte de la UP?

—Una de las diferencias que hay entre los que hemos interpretado el período es que los contrarios aducen que esto no era viable, simplemente. Yo argumentaba que era viable al inicio, siempre y cuando se dieran dos cosas que no se dieron, y dejó de serlo el primer año. La primera es que la Unidad Popular tuviera la consistencia de gestión y de coherencia interna que le permitiera al Presidente establecer los límites del programa. Cosa que no ocurrió. Y se desbordó. La segunda, que la viabilidad funcionaba en la medida que hubiera 3/3, no dos mitades, con la DC pasando para el otro lado.

—¿Podía ser viable un programa económico cuando había un sector de la Unidad Popular que creía en una revolución sin descartar la vía armada?

—Cuando se pone en movimiento un gobierno, va cambiando la lógica de la campaña. Es cosa de mirar el actual. Ahí cabía la duda de la capacidad de corregir si querías mantenerte; sin embargo, no fue posible. No se despejó el tema del MIR. Se va produciendo una salida de gente moderada. Y hay un segundo problema de conocimiento de las fuerzas internacionales en conflicto durante una guerra fría. Y un ideologismo que era bastante más agudo que el que existe hoy.

—Usted ha dicho que “afirmar que el fracaso de la experiencia vivida en Chile estaba predeterminado debido a la imposibilidad de caminar por la vía institucional cierra todo intento de análisis, además de ser incorrecto”. ¿Qué tanto influye la economía en esta inviabilidad?

—Algunos me cuestionan diciendo “tú no le das tanta importancia a la acción de Estados Unidos”. Y mi respuesta es que yo no creo que fue esa intervención norteamericana la que provocó el derrumbamiento, sino se facilitó en una situación de balance precario. Son dos cosas distintas. Por eso animo a todos a decir: si usted quiere gobernar, tiene que mirar primero autocríticamente lo que hizo, no estar echando la culpa a los demás.

—¿La autocrítica posterior al plan económico fue tan fuerte como a la política?

—El plan económico estaba mal concebido. Lo que sostengo, y he escrito después, es que las tesis de Pedro Vuskovic y de Gonzalo Martner (García) tenían un supuesto de que lo que contaba era la economía real, cuánto tú producías, y que la economía financiera era secundaria. Era un desconocimiento de la interacción absoluta entre los dos. Entonces, se expande la capacidad productiva el año 71, pero al mismo tiempo se está generando un déficit fiscal gigantesco y no lo resguardas.

—¿Es verdad que Vuskovic decía que lo que importaba era la ideología y no la economía o es un mito?

—No sé si lo dijo de esa manera, pero él y Martner tenían una concepción que el Presidente intuía claramente que no funcionaba.

—Eso usted lo vive de cerca porque cuando se crea la Izquierda Cristiana le piden que presida una comisión de economistas.

—Sí. Para elaborar un planteamiento y decirle al Presidente: acá hay una crisis, si quiere que ingresemos considere estos puntos de vista. Formamos un equipo de grandes economistas, con doctorados en el extranjero. No tengo los documentos, pero de los nombres recuerdo que estuvieron Ricardo Ffrench Davis, Eduardo García, Tomás Raijman, Vittorio Corbo. Teníamos bastante coincidencia, que era que esto se iba a desbordar en un tiempo muy corto (...). Las conclusiones las informo yo en la Comisión Política y digo: “La inflación así, con los datos que tengo, sería sobre el 100%”. Y todavía recuerdo que sale el senador Rafael Agustín Gumucio y me dice: “Sergio, ¿qué significa 100% de inflación?”. Siempre me di cuenta de que Allende se daba cuenta perfectamente bien de que esto estaba fallando ahí.

—Pero no hacía nada tampoco.

—Las complicaciones que yo apreciaba era que los partidos interpretaban la lucha económica como parte de la lucha política. Entonces esto se va agudizando. Había una percepción de riesgo muy alto y, por lo tanto, cuando se le entrega a fines del 71 esta propuesta, el Presidente forma un comité asesor económico y me pide que sea parte de él. Estaba Alexis Guardia y Sergio Ramos. Ahí analizábamos esto e insistíamos mucho sobre Allende. Al final, me daba cuenta de que ya no había arreglo, aunque uno a los 30 años cree que se puede. Teníamos que haber arreglado con la DC el proyecto Hamilton Fuentealba antes. Ahí estaba el nudo de las preocupaciones principales, las áreas de propiedad social.

—Pero Allende, cuando se aprueba el proyecto, acude al Tribunal Constitucional, pierde y dilata su aplicación. ¿Comete un error ahí? ¿Lo hace por la presión del PS?

—No sé, hay mil factores. No me sabría poner en sus zapatos. Pero hay un momento, cuando ya las cosas están muy extremas, en que no tienes márgenes para salir, porque si me muevo para el centro, pierdo mi base y no estoy seguro de que los otros no me sigan atacando porque me van a ver más débil y me van a destruir. Entonces tienes que moverte antes. Lo que estamos discutiendo es la mayor enseñanza para haber construido la Concertación.

—Si la DC hubiese pactado con la UP, ¿se hubieran acelerado los cambios o se hubieran moderado?

—En la DC ya había elementos de lo que llamaban la sociedad comunitaria. Lo que estaba por verse es cómo organizas una economía para que eso funcione, con más cooperativas, con más empresas mixtas, con más empresas privadas, con más control del sistema financiero, en fin, qué va a pasar cuando la reforma agraria avance. No creo que hubiera sido posible ese acuerdo cuando no se logró el primer año, que es lo que pretendía Tomic y que Allende creo que también buscaba.

—En un artículo de inicios de los 90, Patricio Meller y Felipe Larraín señalan que “el problema de las políticas económicas de la UP era más profundo que intentar atacar en todos los frentes al mismo tiempo. Fue el fracaso de la ideología”. ¿Está de acuerdo o fue inexperiencia?

—Más ideología que inexperiencia. La ideología esconde la inexperiencia.

"No es un problema de valentía, sino de sensatez"


Cuando viene la huelga de El Teniente “se desgaja un sector de los trabajadores. Y si se rompía el dique de los trabajadores, que eran sustento de Allende, los peligros eran crecientes, porque todos los otros frentes estaban perforados”, afirma Bitar hoy.

—¿Cuándo Allende pierde a la clase media?

—Cuando las cosas pasan de cierto nivel son políticas, tienen que ver con la incertidumbre, temor. Por eso, si estás yéndote más allá de las líneas de las empresas que puedes tomar, por ejemplo, y vas entrando en empresas chicas… se hablaba del buquecito del manisero, o sea, que todo iba a pasar a manos estatales. Y naturalmente ahí se acabó la clase media para el gobierno.

—En sus análisis ha señalado que la UP no supo ver los fenómenos mundiales de la Guerra Fría. Pese a que se hablaba tanto del imperialismo, ¿había ceguera más allá de la retórica?

—Por los dos lados de la medalla encuentro lo mismo. Por ejemplo, el no pago de la compensación por la nacionalización del cobre, a mi juicio, es un error que nadie que hubiera sabido cómo funcionaba el sistema mundial habría hecho. Entonces, ¿qué ocurrió? Cuando sube la Unidad Popular no hay ni un plano de las minas. No hay ni una lista de los repuestos. Empiezan los juicios por los tribunales. Es un cuadro insostenible. Ahí tienes un error que no es un problema de valentía, sino de sensatez. Y, por el otro lado, cuando a fines del 72 la situación económica es muy dura y Allende va a las Naciones Unidas y luego a la Unión Soviética, con la teoría del hermano mayor, de nuevo es no entender lo que pasa. Obtiene casi nada y además créditos con intereses.

—A inicios de la transición, en los 90, ¿qué tanto es el trauma de la UP como para mantener el modelo heredado del régimen militar?

—Diría que ya hay un estado de madurez bastante avanzado. El exilio fue un factor de madurez muy importante, el avance en los años 80 de la socialdemocracia europea, lo que estaba pasando en España, Portugal, Alemania, la Francia de Mitterrand. Tienes un desarrollo de formas de avance, llámalo socialista, pero lo considero de regulación del capitalismo. Eso es lo que estamos discutiendo hoy. Por eso que esta idea de que hay que derrocar el capitalismo del Presidente Boric me parece una buena declaración para un dirigente estudiantil, pero no para un gobernante. Porque hoy se sabe que no existe ninguna referencia a ningún tipo de socialismo en la forma tradicional que funcione en ninguna parte del mundo. Y donde ha funcionado, el caso más cercano es Venezuela, es el desastre total. Entonces, son formas de regulación del capitalismo, y eso ya se asume.

—En los 90 había dos consensos básicos: democracia y economía social de mercado. ¿Se rompió el de la economía?

—No. Hay un ruido que viene de sectores del Frente Amplio, que creo que nunca han firmado un cheque. Estos jóvenes llegaron diez años antes, se saltaron una década. Del 2011 en la calle, se pasaron al 2021 en la campaña.

—¿Pero no hay un resquebrajamiento del consenso sobre economía social de mercado?

—Una de las cosas más fuertes de todas, después de la UP y de la dictadura, es un consenso inamovible del equilibrio financiero como una condición, una precondición, para la existencia de un régimen democrático que además pueda proveer bienes sociales. Y eso incluso en el Frente Amplio, porque ¿quién es el primer ministro que nombran? Es Mario Marcel.


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