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Fernando Atria: "Quienes no son de derecha van a estar expuestos a una presión grande por dar su acuerdo a lo que sea"

Espera que oficialistas y grupos de centroizquierda "resistan esa presión" y plantea que "no se puede esperar de alguien que suscriba algo que niega sus ideas políticas".

06 de Octubre de 2023 | 08:32 | Por Nadia Cabello, El Mercurio
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Fernando Atria.

El Mercurio
En 2013, el abogado Fernando Atria publicaba su libro “La Constitución tramposa” donde afirmaba que la Carta Fundamental vigente tenía una serie de cerrojos y que era necesario un nuevo pacto social. Ese año también estuvo entre los impulsores de la campaña "Marca tu voto" que promovía que quienes estaban de acuerdo con la conformación de una Asamblea Constituyente escribieran "AC" en la papeleta en la elección presidencial. Ocho años después asumía como integrante de la Convención Constitucional que ofrecería una propuesta de nueva Constitución al país, texto que fue rechazado en el plebiscito de 2022.

Atria, académico y referente del Frente Amplio, lleva una década postulando públicamente que Chile necesita una nueva Constitución. Y lo sigue manteniendo aunque no cree que el texto que redactaron los consejeros en el actual proceso sea el adecuado. Sobre dicha propuesta sostiene que "es una Constitución republicana porque contiene el programa del Partido Republicano. Y la expectativa es que ese programa de ultraderecha populista, prometiendo a la gente que no va a pagar contribuciones, que a los inmigrantes los van a expulsar en el menor tiempo posible, etcétera, va a llevar a la gente a votar por ellos. Habrá que ver si aciertan en eso el 17 de diciembre".

—¿Qué transforma este texto, a su juicio, en una "Constitución republicana"?

—Es una Constitución que disminuye, como si el problema fuera que tuviéramos un superávit, la capacidad del sistema político de representar con la regla respecto del número de diputados. Menciona las palabras “Estado social”, pero lo niega. Por lo demás, los republicanos siempre han dicho que no creen en él. Y eso se manifiesta en que esta propuesta niega los derechos sociales y los entiende como protecciones del mercado. En ese sentido, creo que es difícil pensar una Constitución que pudiera ser más republicana que esta.

—Ahora el texto va a la Comisión Experta. ¿Tiene alguna expectativa de que se pueda mejorar?

—Creo que lo que viene ahora es una etapa en que quienes no son de derecha van a estar expuestos a una presión bien grande por dar su acuerdo a lo que sea. Y yo espero que resistan esa presión porque es importante distinguir las cosas: el hecho de que en la elección la derecha y la ultraderecha hayan obtenido más de tres quintos del Consejo significa que ellos están en posición de, unilateralmente, decidir cuál es la propuesta que se le va a hacer al país, eso está fuera de toda discusión; pero la pretensión de que alguien, estoy pensando en los comisionados o los consejeros oficialistas o de centroizquierda progresista, con la sola finalidad de presentar un acuerdo suscriban posiciones que niegan sus posicionamientos políticos yo creo que es una pretensión totalitaria. No se puede esperar de alguien que suscriba algo que niega sus ideas políticas. (...) Yo espero que en la medida en que esto siga siendo una Constitución republicana no cuente con el apoyo de quienes fueron elegidos para representar una posición contraria a esa visión.

—Ud. menciona que el texto es un programa de gobierno. ¿No es lo mismo que se le criticaba a la Convención?

—Se ha repetido harto que la derecha está cometiendo el mismo error que la izquierda. Yo de eso tengo varios comentarios. El primero es que en este proceso sí se puede hablar de la derecha como yo creo que en la Convención no se podía hablar de la izquierda. Esta idea que tiene alguna prensa de derecha y parte del discurso de derecha de que en la Convención había un bloque de izquierda y entonces las distintas facciones en las cuales se dividió La Lista del Pueblo, el PC, Independientes No Neutrales, el PS y el Frente Amplio eran un bloque es simplemente no tener idea de lo que pasó en la Convención.

—Pero sí votaban en bloque todos ellos.

—Pero eran posiciones dificultosamente construidas. Esa es la segunda observación que yo haría a su pregunta. El tipo de diálogo político que estamos viendo en el Consejo es el mismo diálogo político al que estamos acostumbrados, con contenidos distintos, por cierto, pero es la misma discusión de si tú pones o no tu capital político haciendo el cálculo de la próxima elección, si me conviene apoyar esto o aquello. No digo que esté bien o mal, digo que es lo mismo de siempre. El diálogo que se generó en la Convención era totalmente distinto porque incluía a los que habían estado excluidos. Uno se pregunta para el futuro de Chile qué es más importante, qué tipo de diálogo, cuál deja una experiencia más aprovechable para el futuro. A mi juicio, es evidente que vamos a tener que aprender a tener un diálogo político con quienes han estado siempre excluidos (...).

"La tercera observación es que a pesar de todo lo que se dijo respecto de la Convención, la propuesta no contenía decisiones como la de las contribuciones o la de los inmigrantes, no tenía decisiones cuya finalidad es hacer imposible la discusión política del futuro. Por ejemplo, no declaraba inconstitucional un sistema de pensiones que tuviera una parte de ahorro individual como sí lo hace la propuesta actual en sentido inverso; no declaraba inconstitucional la participación de privados en el sistema de salud. Por supuesto, tenía una preferencia por un sistema público (...)".

—Entre la propuesta de la Convención y la del Consejo, ¿cuál cree que sería una mejor Constitución para Chile?

—A estas alturas discutir sobre la propuesta de la Convención es inoficioso, quedó enterrada bajo el 62% de los votos. Yo creo que fue una pésima cuestión para Chile, pero la decisión no es mía. Lo que yo creo que sí tenía esa propuesta era el intento de que la Constitución marcara una discontinuidad política con lo que venía de antes, las cosas no iban a seguir igual: la distribución territorial del poder era distinta, la forma en que se organizaba el sistema político dentro de lo que se pudo acordar, que no es lo que yo habría querido, iba a ser notoriamente distinta. La propuesta del Consejo, como va, no va a producir una discontinuidad en la experiencia política.
—¿Hoy día usted aprobaría o rechazaría el texto del Consejo?

—El texto actual, con seguridad social privada garantizada constitucionalmente, con una peor representación política en el Congreso, con un Estado social de papel, ese texto por supuesto que yo lo rechazaría.

—Si se rechaza la propuesta en diciembre, a su juicio, ¿qué debiera pasar, reformar la Constitución vigente, buscar un tercer proceso?

—Yo creo que cada proceso que no logra dar una respuesta que esté a la altura de la crisis que lo hizo necesario es una puerta que se cierra. Entonces mientras más intentos fallidos, hay más puertas cerradas. Yo no sé lo que va a pasar, yo creo que depende mucho de lo que pase en los meses que vienen, no tengo una propuesta que hacer para el 18 de diciembre en caso de que se rechace. Lo que sí diría es que si hay un rechazo, la conclusión que van a sacar las personas es que han pasado cuatro años desde que ocurrió el estallido y no ha cambiado nada, así como han pasado 15 años desde que la isapres vienen siendo condenadas por violar derechos constitucionales y no ha pasado nada, como han pasado 10 años desde que venimos discutiendo sobre pensiones y todavía hay incapacidad para lograr una reforma. Es lo que las personas están acostumbradas a esperar del sistema político. Y es lo que yo creo que está en el fondo de esta crisis que se va profundizando cada día. Yo creo que en ese caso va a haber una profundización de la crisis.

—¿Ve viable un tercer proceso?

—Es que qué quiere decir "viable". La pregunta de si es viable o no hay que hacerla a los parlamentarios. ¿Habrá cuatro séptimos para reformar la Constitución y abrir un tercer proceso? En términos, por así decirlo, constitucionales, eso es todo lo que se necesita. Ahora, yo pensaría que hay una suerte de exasperación ciudadana con el asunto. La pregunta no es un proceso por el proceso, la pregunta es la capacidad de un proceso y su resultado para ser asumida socialmente como una respuesta adecuada a la crisis. Yo creo que la posibilidad de un proceso constituyente de ser visto como una respuesta adecuada a la crisis a la tercera vuelta ya no existe. Es la impresión que yo tengo, me puedo estar equivocando.

—Usted dijo que lo que llevó al estallido va a seguir, independiente del resultado en diciembre. ¿A qué se refería?

—No estoy haciendo una predicción, simplemente, estoy diciendo que la posibilidad de procesar, por así decirlo, esa energía ciudadana que irrumpió en octubre de 2019 no ha funcionado. Uno podría decir que eso no es un problema porque lo que el 2019 ocurrió no tenía mayor contenido social o político. A mí me parece extraordinario lo que estamos viendo hoy día, el esfuerzo de los medios de comunicación de la derecha de convencernos a los 17 millones de chilenos de que lo que vivimos en realidad no ocurrió, que eso que nosotros llamábamos estallido social en realidad fue una banda de maleantes que se desataron por la capital. Si uno entiende que eso es lo que pasó, claro, no hay ninguna necesidad de cambiar nada. Sin embargo, si uno asume que lo del 2019 fue una crisis profunda de legitimación política de las instituciones, la pregunta es cómo funciona un país cuyas instituciones no tienen legitimidad social.

—¿Mantiene sus dichos de 2021 cuando afirmó que "la violencia de ayer (...) abrió la puerta a una oportunidad que hoy día casi todos celebramos"?

—Yo dije dos cosas que mucha gente critica atribuyéndome justificación de la violencia, pero yo desafío a toda esa gente a que me digan cuál de las dos es incorrecta. Una: el proceso constituyente solo pudo abrirse como consecuencia de los hechos de octubre de 2019, que no se redujeron a la violencia, pero que incluyeron acciones violentas. Dos: dicho el año 2021, era una afirmación hecha a todos los que celebraban en ese momento el proceso constituyente que estaba en curso como una gran oportunidad para Chile. Mucha gente que después ha asumido posiciones contrarias, en ese momento lo decía. Obviamente no estaba justificando la violencia, pero sigo creyendo que el proceso constituyente no se habría abierto si no hubiera ocurrido lo que ocurrió en octubre. Y sigo creyendo que fue un intento valioso para Chile y que, pese al resultado final, la experiencia que permitió esta nueva conversación política es la experiencia a la cual en el futuro vamos a tener que volver.

—¿Cree que con el tiempo se va a valorar distinto la experiencia de la Convención?

—Durante la campaña yo dije que la propuesta constitucional era una propuesta que estaba escrita en un lenguaje poco elegante, no académico, pero que era la Constitución que Chile necesitaba. Eso no lo dije por razones electorales, lo dije porque lo creía y el hecho de perder una elección no me hace pensar distinto. Yo sigo pensando que era la manera de producir una discontinuidad en la experiencia política que nos permitía empezar a reconstruir la legitimación del sistema político. Hoy estamos bajo una campaña de desacreditación completa de la experiencia de la Convención, en parte porque fue una discusión que incluyó a los siempre excluidos. Vimos hace unos días una carta del señor Cristian Warnken que decía que tenía tantas expectativas del Consejo porque no había gente como la tía Pikachu. ¿Qué dice eso? O sea, él cree que un proceso en el cual una conductora de bus escolar participa es inaceptable (...). Cuando esta campaña pase, yo supongo que vamos a darnos cuenta de que la propuesta de la Convención era una propuesta que tenía un contenido mucho más importante y significativo de lo que hoy día se pretende hacer que se recuerde.

—Mirando en retrospectiva el proceso de la Convención, ¿haría algo distinto?

—Por cierto, obviamente. (...) Yo entendía que mi deber fundamental era contribuir a que la Convención fuera exitosa en hacerle una propuesta a Chile. Claro, hoy día diría que el deber fundamental era que fuera una propuesta que pudiera ser aprobada. Hay que acordarse de cómo empezamos, cuáles eran las acusaciones cruzadas dentro de la Convención. Unos acusaban a otros de ser violadores de derechos humanos y otros acusaban a los primeros de ser violentistas justificadores de la violencia. ¿Cómo se conversa entre partes que se dicen cosas de ese calibre? En ese contexto, la manera en que yo entendí mi contribución era hacer todo lo posible para que la Convención pudiera hacerle una propuesta al país. Y la hizo. Claro, mirando para atrás, yo diría que no es suficiente, que es fundamental que la Convención se comporte de una manera que le transmita al país confianza en lo que están decidiendo. Yo creo que en eso falló la Convención.

—¿Siente que han debido pagar un costo, que hay una suerte de cancelación a los convencionales del Apruebo?

—Totalmente. A mí no me afecta mucho porque yo no buscaba ningún nombramiento, el 5 de julio yo había recuperado mi jornada completa en la Facultad de Derecho de la U. de Chile y sigo en eso, pero yo he visto lo que les ha pasado a otros convencionales y he visto sobre todo, quizá puede sonar duro decirlo así, esta reacción de clase en contra de la Convención. Esta idea de que que estuvieran ahí la Tía Pikachu y Dino Azulado era inaceptable. Y lamento que se focalice en esos dos convencionales en particular porque creo que ambos hicieron un aporte extraordinario a la Convención.

—Ha habido reuniones de Amarillos, Demócratas, Chile Vamos, las llamadas "fuerzas del Rechazo" para buscar acuerdos y revertir las encuestas. ¿Cree posible que se den vuelta esos resultados y se apruebe el texto?

—No sé, faltan un par de meses en que yo creo que se va a desatar un poder comunicacional en favor de la propuesta enorme. Vamos a ver qué efecto tiene eso. Y estos grupos, yo diría que ellos le deben a Chile cumplir la promesa que hicieron. Ellos fueron los instrumentos para que el pueblo votante no viera a la derecha en la campaña del Rechazo y los viera a ellos. Con eso, ellos yo creo que contraen una responsabilidad política. Aunque no arriesgaban nada al hacer lo que hicieron, al menos en un mínimo sentido político se lo deben al país: ello hicieron una promesa, que la cumplan. Otra cosa es si tienen con qué cumplirla.

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