Las estafas eran cada vez más frecuentes y comenzaron a acumularse las denuncias. Unas llegaban a la fiscalía de Las Condes; otras, a comisarías de Vitacura y Providencia. Estas daban cuenta de una organización de taxistas informales que estafaron durante varios meses a distintos turistas, principalmente extranjeros, cobrando sobreprecios exorbitantes por carreras desde el aeropuerto de Santiago a hoteles del sector oriente. Se trataba de una organización que usaba identificaciones en las que se leía "Taxi oficial Aeropuerto CI" para simular legalidad. Eran los tradicionales taxis negros, con techo amarillo, como los que efectivamente tienen permiso para recoger y trasladar pasajeros en el aeropuerto de Santiago, lo que dificultaba que los turistas -principalmente, estadounidenses y brasileños, entre otros- verificaran si eran o no transporte regulado. El mecanismo para robarles: los imputados aprovechaban que a la salida del aeropuerto la mayoría de los turistas perdía la conexión a internet, y si bien pactaban un monto por el traslado al llegar a su hospedaje, habitualmente hoteles de Las Condes y Vitacura en el sector oriente, los taxistas le entregaban una maquina de pago con tarjeta bancaria, POS, y colocaban una cifra superior con alguna excusa.